Llevamos tan solo diez días de 2023 y ya han sido asesinadas cuatro mujeres, con arma blanca o a tiros. Una de ellas ha sido en Adeje, Tenerife. El machismo galopa y pulveriza récords. Y deja a hijos destrozados para el resto de sus vidas. El reproche político y social debe aumentar. Los medios de comunicación deben volcarse a fondo. Si las cuatro víctimas hubieran sido de ETA hubiésemos estado desde la mañana hasta la noche con la noticia, y con toda razón. Es intolerable esta situación. Y solo la solucionaremos concienciándonos de que la lacra machista es estructural. El patriarcado es, a todas luces, una estructura de poder que vela por mantener unos intereses obviando la libertad, respeto e igualdad de la mujer en todas las facetas, laminando su integridad física y moral.
Desde que se contabilizan los asesinatos machistas, 2003, el número de mujeres que han perdido la vida asciende a 1.179. Y faltaría incluir las de las décadas anteriores que, tristemente, quedaban en crímenes pasionales. Hasta hace no mucho ir a denunciar a la comisaría de policía o a la Guardia Civil conllevaba un paternalismo permisivo hacia la mujer que iba orientado a que fuese comprensiva y lo dejase pasar. Sí, hemos avanzado mucho desde entonces. Pero queda otro tanto o más. Si comenzamos 2023 de este modo, cuesta imaginar cómo acabaremos el curso. 2022 cerró, pendiente de oficializar, con 46 mujeres víctimas de la violencia machista.
Esta violencia es gradual. Busca cosificar a la víctima. Antes de arrebatarle la vida, comienza con pequeños gestos encaminados a denigrarla, excluirla de sus allegados y amistades y, desde luego, carcomerle la autoestima. Todo ello, insuflado con dosis de miedo. Y el miedo es limitante. Solo con el miedo podrá el agresor achicar a la mujer en aras de tenerla sometida a su voluntad.
Frenemos al patriarcado. Es una tarea colectiva. De no ser así, serán más y más las mujeres asesinadas. O nos concienciamos mutuamente ante la lacra machista o esta persistirá. Y no olvidemos que este enemigo, como todos, no le interesa retroceder pues, de hacerlo, se despoja de su predominio. Alertemos, denunciemos. Mujeres y hombres de la mano para garantizar la libertad mutua. Por cada mujer asesinada, también perdemos todos. Su muerte nos invoca, el dolor de sus hijos nos reclama. No basta con ser noticia, una noticia más. No podemos permitir que se convierta en normalidad mediática, paradójicamente.
Al menor detalle que detectemos, encendamos las alarmas. Que denunciar no cueste más trauma al trauma. Acompañemos en el proceso. Y que las administraciones públicas sigan fomentando la necesidad de denuncia y concienciación previa. Que las mujeres que este 2023 potencialmente sean víctimas de la violencia machista, ojalá no fuese así, que no se materialice, que no se haga realidad. Hoy están vivas. A buen seguro, acechadas por los machistas repletos de mezquindad, impotencia, frustración, odio, rencor, inseguridad… En cualquier momento podrán asesinar. Y antes vejarán, someterán, la harán claudicar poco a poco. ¡Parémoslo!























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