Un discurso belicoso

El rey reina pero no gobierna. Axioma básico de una monarquía parlamentaria que, en España, fruto de las rémoras de la Transición pactada desigualmente, no se cumple siempre. Arrastramos una hipoteca sistémica que desde hace unos años se ha vuelto muy onerosa. Llama la atención las declaraciones de Felipe VI sobre la necesidad de invertir en defensa, en armamento, en medio de la guerra en Ucrania en la que, de un modo u otro, somos partícipes desde la lejanía ‘otanista’.

Felipe VI no hace declaraciones (¿más frecuentes?) sobre la necesidad de aumentar el gasto público en otras materias: sanidad, educación, pensiones, políticas sociales… Probablemente, digo yo, tirando de hemeroteca las habrá al respecto; aunque dudo que con igual intensidad e impacto. Cuando se trata de armas, como ha sido ahora el caso, su arenga deja huella. Y los militares cierran filas.

Vamos camino de que se cumpla un año del conflicto entre Rusia y Ucrania. Nunca tenía que haberse producido la invasión. Pero tampoco había necesidad de apurar la extensión de las fronteras (potenciales o consolidadas) de la OTAN a las puertas de Rusia. En geopolítica los riesgos de provocar y tentar, especialmente si es frecuente el abuso, se pagan. Mientras en el Viejo Continente asistimos al drama humanitario a Estados Unidos le queda muy lejos.

Toca detener la guerra cuanto antes. El alto al fuego anunciado por Putin, por figurado que fuese, es un gesto que no sebe debe desaprovechar. Pero no hay interés en la negociación diplomática. Hasta el papa Francisco ha sido silenciado en los medios de comunicación cuando ha denunciado lo que está sucediendo. Pasadas las primeras semanas de la sorpresa, se ha establecido el discurso único: la normalidad de la guerra.

Y es que Ucrania está recibiendo una expectación que no tiene otras latitudes. En el Sáhara Occidental la reanudación de la beligerancia ostenta más tiempo. Pero no abre telediarios ni obtiene referencias de Felipe VI. Los papeles desclasificados de la CIA han apuntado que Juan Carlos I fue partícipe de la entrega de los territorios saharauis a Marruecos a cambio de consolidar la monarquía en España. No se habla de los campamentos de refugiados en Tinduf y de las maniobras del Frente Polisario. Cerca de Canarias hay un muro de la vergüenza. Justo en una colonia de África, de la que España es potencia administradora, pendiente de ser descolonizada. La doble vara de medir se ha instalado. Ucrania lo vale todo pero el sufrimiento del pueblo saharaui es arrinconado. Felipe VI no dice nada sobre esto. Y no olvidamos el afán borbónico belicoso que distinguió a Alfonso XIII en su ocaso con las intervenciones militares en el norte de África. Si el discurso fue el que fue, asistiendo en primera línea Pedro Sánchez y los ministros socialistas, cómo será si en La Moncloa llega un jefe del Ejecutivo del PP aupado por el neofascismo de Vox. La regresión democrática a modo de amenaza está a la vuelta de la esquina.