‘Casting’

Es preocupante para la democracia cómo la ciudadanía, cada vez con mayor intensidad, tiene la percepción de que la cita con las urnas en mayo es tan solo un trámite o un mero ‘casting’. Que no se escogen papeletas en función de la ideología cuando nos acercamos al colegio electoral sino que elegimos entre unos y otros para, resumidamente, ver quién se lleva un sueldo y cargo durante los siguientes cuatro años. Como si fuera un concurso de famosos en una isla donde hay que elegir el que sigue y el que se va.

Es falso. Pero es alarmante esa sensación instalada en la sociedad. Y si lo está, por algo es. O, al menos, algunos motivos habrá para ello. El ‘casting’ se carga la democracia. El ‘casting’ se toma a los partidos como agencias de colocación. Y ya sabemos la crisis brutal que hoy por hoy atraviesa a las organizaciones políticas; otro tanto sucede con los medios de comunicación que llevan una década sujetas a los despidos, la precariedad y las dificultades de libertad editorial fruto de las deudas contraídas.

Un diagnóstico general que, desde luego, supera a España. Pero aquí está muy presente. De hecho, la mencionada crisis de los medios tiene mucho que ver con la proliferación de siglas. Antes, para fundar un partido que tuviera razonables expectativas, se necesitaba mantener buenas relaciones con la prensa escrita, las radios y las cadenas de televisión. Hoy ya no es así. Las redes sociales y la instantaneidad lo han cambiado todo. Es la crisis de la intermediación que atañe a los políticos como a los periodistas. Y no tiene marcha atrás.

Hay un indicador clarificador: las trayectorias de los dirigentes políticos tienden a durar menos. El queme se produce antes y con mayor fuerza. Los casos de estar décadas en el espacio público menguan. Las guerras internas para ir en las listas se multiplican y son más feroces. Al no haber una dirigencia clásica que designe a los que toca aupar, las reglas son difusas y todo vale para seguir en la brecha.

El consumo de la información y la lealtad partidista está variando. Si los mayores siguen apegados a la TDT y al bipartidismo dinástico, los más jóvenes están abonados al YouTube y varían la orientación del voto con mayor rapidez. Tras los meses de confinamiento y dureza de la pandemia, es probable que asistamos pronto a un vuelco político. Desconocemos la naturaleza del mismo, pero lo habrá. Si la Gran Recesión de 2008 trajo el movimiento del 15M, otras consecuencias están por llegar. Prueba de ello es la inquietud que se palpa en numerosas personas que están en la mediana edad, esa generación que se hizo adulta con la Transición, que son zarandeadas ahora por los cambios laborales. Escaparon, los que pudieron, de la crisis de 2008 y asumen un gran temor actual. Se atisba un empuje generacional en la sociedad. Aunque no sepamos la dirección (todavía) que adoptará el país en breve.