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Martes, 16 de Diciembre de 2025

Actualizada Martes, 16 de Diciembre de 2025 a las 18:38:06 horas

Aznar, a buenas horas…

TA ofrece la columna diaria de Rafael Álvarez Gil

direojed Miércoles, 30 de Noviembre de 2022 Tiempo de lectura:

El expresidente del Gobierno reconoció ayer que España atraviesa algo así como una crisis constitucional. Pues claro. Es lo que se atestigua desde hace una década mal contada. La Segunda Restauración borbónica, él que se confiesa admirador de Antonio Cánovas del Castillo, precursor político de la primera (1876-1923/1931), hace aguas. El bipartidismo dinástico ya no garantiza el neoturnismo y, por tanto, la estabilidad gubernamental arrojada por la alternancia pacífica y periódico en el poder de un gran partido de centroderecha (AP/PP) y otro de centroizquierda (PSOE). La brecha está abierta y lo suyo es que se agigante con el paso del tiempo. No volveremos a la década de los años ochenta y noventa o primeros años de este siglo. Aquello se finiquitó.

 

¿Cuánto puede durar esta situación de degradación constitucional? No lo sabemos. En ocasiones, las decadencias suelen ser largas. Aunque hoy, a diferencia de la España ‘alfonsina’ de comienzos del siglo XX, la instantaneidad, internet y las redes sociales propician que todo se acelere. Y lo que se otea en el horizonte es un sistema autoritario posmoderno (Vox ya está en el Parlamento) o una ruptura republicana. El PSOE apuesta por la continuidad de Felipe VI al precio que sea, incluso con la potencial desaparición del propio partido socialista. Un PSOE borbónico ya no tendrá futuro. La crisis del sistema del 78 es la crisis del PSOE y la crisis del PSOE es la crisis del sistema del 78. Se retroalimentan. Son las dos caras de la misma moneda. Una premisa que recuerdo pues sin ella no hay forma de comprender esa crisis constitucional que califica José María Aznar y cuya organización tiene su responsabilidad.

 

El PP nunca ha querido reformar la Constitución. La veneran como un texto sagrado. Sin embargo, las constituciones que no se reforman acaban por desaparecer. Karl Loewenstein (1891-1973), referente del constitucionalismo, distinguía entre constituciones normativas, constituciones nominales y constituciones semánticas. La del 78 estaría ya en las nominales o, quizá, semántica. Lo que está claro es que ha dejado de ser una Constitución normativa.

 

Sin reforma constitucional, la deriva de degradación es imparable. El PP no solo se ha enrocado al respecto sino que llevó al Tribunal Constitucional el Estatuto de Autonomía de Catalunya haciendo saltar por los aires la Constitución territorial que había operado durante décadas. Aznar reconoce ahora lo que ya es evidente incluso para los que han negado siempre la necesidad constitucional, la oportunidad de reforma y la plurinacionalidad del Estado. Enrocados, como ha hecho el PP, no se arregla nada. Todo sigue igual, a peor. Por consiguiente, esta crisis constitucional que no se va a disipar sino que ahondará en el quebranto democrático aventura momentos convulsos. De hecho, la sola aparición parlamentaria del neofascismo (escisión del PP) advierte males mayores con los que la sociedad tendrá que lidiar en los próximos años. Si el PP gobierna con la extrema derecha, por sí solo, certifica la crisis constitucional. Y Felipe VI, aunque no lo sepa, debería entonces estar preocupado. Basta con repasar la Historia de España.

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