Unidas Podemos presentó el pasado fin de semana sus candidaturas a las principales instituciones en Canarias de cara al próximo mes de mayo, cita electoral. Noemí Santana hizo alusión a que el PSOE necesita un quitamiedos para que sea realmente de izquierdas y que ese rol lo ha desempeñado su partido en los últimos años; tanto en las islas como en Madrid. Ojalá fuese así o, cuando menos, ojalá lo hubiese sido más. Los precedentes hablan por sí mismos.
El PSOE pactó con Pablo Iglesias porque no le quedó otra. En 2016 lo intentó con Ciudadanos dejando a Unidas Podemos a un lado, al pretendido respaldo parlamentario que no incomodara. En 2019 Pedro Sánchez jugó a repetir las elecciones porque se creyó las encuestas que José Félix Tezanos le pasó; le salió el tiro por la culata: perdió 3 escaños y se hipotecaba aún más a ERC. Ferraz nunca quiso entenderse con la izquierda a la izquierda del PSOE. Pedro Sánchez ejerció un discurso interno rupturista tan solo como método para quitarse de encima al aparato clásico socialista que nació desde Suresnes (1974) y la Transición. Pero fue algo puntual. Hasta ‘El País’ apostó por no tener una alianza de izquierdas en aquel entonces, lo ha reconocido el propio Antonio Caño, que fue su director.
En Canarias no hubo problemas para forjar el Pacto de las Flores porque era de ámbito autonómico, además del preferido por Ángel Víctor Torres. Y ahí Ferraz dejaba las manos libres a sus barones en 2019 y, si se tercia, lo volverá a hacer. Pero el marchamo de partido dinástico y sistémico del PSOE no se diluye por sí mismo, es algo estructural. Y las estructuras siempre lo son de poder, con todo lo que ello implica.
En política se impone el principio de realidad. Y en 2023 mandará la aritmética parlamentaria. Y las dos formaciones tendrán que emplearse a fondo si quieren evitar un reencuentro de CC con el puesto de mando, es decir, el Consejo de Gobierno. Si los números no dan para otra cosa, Torres pactará con CC. Si incluso eso implica ceñirse a la Vicepresidencia y tres consejerías, haría lo propio. Es la naturaleza ‘hobbesiana’ del poder. El escaso público en los actos de PSOE y Unidas Podemos en Gran Canaria presagia turbulencias. La pandemia ha sido un antes y un después. El electorado, tras meses confinado en el 3º A o 5º B, no sale a la calle tal como entró a enclaustrarse en marzo de 2020. La pesadilla deja sus efectos.
La ola reaccionaria irrumpe en las encuestas. Especialmente en Madrid. En las islas las siglas nacionalistas podrán amortiguar la radicalización de Vox que, de paso, hipoteca al PP. Hace bien Noemí Santana en emplearse a fondo en un discurso en el que alega que representan ese quitamiedos del PSOE. Con eso no bastará porque, de hecho, no bastó en el Congreso de los Diputados en 2019. Felipe González pudo pactar con Julio Anguita en 1993 y, sin embargo, optó por Jordi Pujol. No fue casualidad. Son las connotaciones de un sistema de partidos entroncado en una Restauración borbónica.
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