Antonio Morales tiene que mentalizarse que puede ocurrir, posibilidad nada remota, que tenga que pactar con el PP en el Cabildo de Gran Canaria. A él no le gustará, no cabe duda. Pero en política, con frecuencia, las cosas no son como a uno le gustaría.
Y es que no estamos en 2015 donde su opción aventajaba de largo al PSOE, ubicado en la oposición frente a Mariano Rajoy. Ni estamos en 2019 cuando la ‘miniola’ de Pedro Sánchez remaba a favor y, con todo, el agüimense ganó. 2023 será otra cosa. Es decir, encuestas en manos, probablemente sea el inicio de una ola reaccionaria en España. Y eso tiene sus consecuencias en la escala canaria y local. Claro que a él, que cabalgó holgadas mayorías absolutas como regidor de Agüimes (1987-2015), todo esto le rechina; aunque tenga bien presente en la memoria la moción de censura de Pedro Lezcano a Carmelo Artiles en la institución insular.
De todas formas, lo que tenga que hacer lo hará justificado por cómo esté el tablero y, especialmente, lo que hagan CC y el PSOE de cara a la conformación del Gobierno de Canarias. Si Unidas Podemos no resiste (al no romper con Yolanda Díaz si su deriva solitaria perdura) ni el tinerfeño Alberto Rodríguez logra suplantar esos 4 escaños, a poco que bajase el PSOE (por mero desgaste) no habrá Pacto de las Flores. Si entonces, desarrollando ese escenario autonómico, hay un acuerdo de derechas: la alianza entre NC y PSOE en Gran Canaria irá rodada. Por el contrario, y creo que es más probable que la hipótesis anterior, las derechas no suman en el archipiélago aunque sea porque Casimiro Curbelo no quiera nada con el neofascismo de Vox, el pacto natural se antojará el de PSOE y CC (con independencia del orden a son de la Presidencia y la Vicepresidencia).
De ocurrir esto último, Antonio Morales tendrá que hacer lo que toque. Aunque la operación vaya unida o no al consistorio capitalino, que tendrá su particular frente. Ni Torres ni Morales les agradaría pero, en el fondo, mascullan que todo esto está ahí.
Es factible que NC tuviera en el agüimense su máximo referente institucional futuro. Y volvamos al ciclo canario de inestabilidad ungido entre 1991 y 1993. El natural, por otra parte, cuando en el Estado asistiríamos a un punto de inflexión (de transición) en el que el PSOE trata de resistir la llegada de Alberto Núñez Feijóo​, mejorando lo estipulado en las encuestas actuales en el último instante aunque sea a costa de agitar el miedo a la ultraderecha, y el PP y Vox se encaminan a gobernar juntos en Madrid. No olvidemos que Felipe González en 1996 mejoró en votos y llegó a decir que con una o dos semanas más de campaña electoral hubiese ganado otra vez.
Hoy por hoy, 2023 tiene pinta de 1996. Pero no será el 1996 de José María Aznar (conciliador, apegado al diálogo con los agentes sociales y hablando catalán en la intimidad) sino un 1996 muy diferente. El propio de la crisis sistémica del 78, el del declive del bipartidismo dinástico y de la fatiga de materiales evidente y creciente de la Segunda Restauración borbónica. Por eso Antonio Morales tendrá no solo que intensificar en breve su discurso, que también, sino potenciarlo en la faceta ideológica que le distingue: la izquierda canaria y el nacionalismo. Tiene que presentarse como bastión frente a la amenaza reaccionaria que sobreviene. Y de esto dependerá su victoria en las urnas y su tercer mandato.























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