En el cuartel general del PSOE suenan las alarmas. Si el divorcio entre Yolanda Díaz y Unidas Podemos se materializa, adiós al Gobierno de coalición de izquierdas. El PSOE ‘per se’ ya no conseguirá las mayorías absolutas ‘felipistas’ ni podrá ejercer una geometría variable parlamentaria con el PNV, ERC o alguno más tal como estiló José Luis Rodríguez Zapatero. Ese mundo se acabó. El bipartidismo dinástico se desmoronó a partir de las elecciones europeas de 2014 y, fruto de las secuelas de la Gran Recesión de 2008 y el ‘procés’, no retornará. Lógico que el PSOE tenga añoranza de aquello pero la melancolía en política conduce a la nada.
Yolanda Díaz sin Unidas Podemos no logrará sus objetivos. Por mucho que pretenda llevar a cabo una plataforma transversal que supere a los partidos, su margen de maniobra se estrechará a escala estatal poco a poco conduciéndola, en el mejor de los casos, a emular a Íñigo Errejón o, en el peor de los supuestos, al estricto fracaso. Los cantos de sirena mediáticos que percibe la gallega son múltiples y, en el fondo, desean domesticarla. Lo que se trata, a fin de cuentas, es que ella represente una especie de Gaspar Llamazares en la nueva década. Pero el escenario socioeconómico hoy nada tiene que ver con el que tuvo Llamazares cuando se hizo cargo de IU.
Nadie discute los méritos de Yolanda Díaz en su ámbito. Son más que plausibles. La reforma laboral ha sido un hito aunque pudo llegar más lejos. Pero lo fue. Y derogó, en gran medida, los recortes al respecto que protagonizó el PP. La labor como vicepresidenta y ministra de Trabajo y Economía Social es notable. Pero eso en política no es suficiente. Y lo más importante de cara a la izquierda: no puede estar al albur de que la gallega triunfe o no en los próximos comicios generales. El partido, el proyecto político, debe continuar al día siguiente. Y para eso es preciso un aparato. Los avisos de Pablo Iglesias a Yolanda Díaz son más que fundamentados.
Al ritmo de choque mutuo al que van los protagonistas, mejor será que Unidas Podemos cambie su hoja de ruta, busque otro cabeza de cartel y se presente por sí mismo con independencia de la suerte electoral que sobrevenga. Así se garantiza que seguirá existiendo su espacio después de Sumar. Ione Belarra sería una buena candidata. Si hubiese alcanzado una cartera ministerial al tiempo que Yolanda Díaz, quizá hubiese destacado por igual o más y el experimento de Sumar no hubiese tenido lugar. Sí, la gallega le debe al partido. Y ella, militante del PCE, con toda la cultura política que ello implica, lo sabe. Ione Belarra denunció la escalada armamentística a son de la guerra entre Ucrania y Rusia. Y enseguida le llovieron los palos mediáticos. ¿Por qué?: tocó hueso. El conflicto militar no tiene sentido. Y Europa paga los costes mientras Estados Unidos lo ve todo desde la lejana distancia. Hay que apostar por la diplomacia. ¿Acaso la creación de la actual Unión Europea no tuvo como propósito evitar los conflictos bélicos en el Viejo Continente? ¿Ya nos hemos olvidado? La izquierda tiene que ser incómoda o no es izquierda. El continuismo sistémico, justo hoy, atará a Yolanda Díaz. O reacciona ella o debe hacerlo Unidas Podemos, y cuanto antes.
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