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Trumpismo en el PP

TA ofrece la columna dominical de Rafael Álvarez Gil

direojed Domingo, 07 de Agosto de 2022 Tiempo de lectura:

Isabel Díaz Ayuso se rebela, otra vez, contra las decisiones del Gobierno de Pedro Sánchez. No es que recurra a los instrumentos legalmente establecidos para defender sus intereses (los de la comunidad autónoma que gobierna) dentro del orden jurídico, piénsese esencialmente en acudir al Tribunal Constitucional, sino que en su protesta y la frivolidad de las formas encuentra Ayuso una manera de hacerse notar aun a costa de degradar la política como espacio de mínimos compartidos. Es, en última instancia, enfangar la política.

 

Desde luego, aprovecha, de paso, para marcarle el ritmo a Alberto Núñez Feijóo​. Una cuestión, ahora sí, de naturaleza interna pues Ayuso se ha mostrado contraria tanto a Pablo Casado como actualmente al gallego. Dentro del PP pulula un reino de taifas en el que los personalismos carcomen su ideario colectivo y conciben su ataque al Gobierno de coalición de izquierdas, conformado por el PSOE como por Unidas Podemos, como un uso al tiempo de sus respectivas carreras políticas individuales.

 

El ‘trumpismo’ de Ayuso es realmente peligroso para las instituciones y, por ende, para la democracia. Si en los próximos meses nos viéramos abocados a una recesión por aquello de atajar la inflación, dirigentes públicos de esta índole que aprovechan lo que se tercie para un populismo (un Madrid de cervezas como vaga e impropia imagen de la libertad esencial) que dinamite al poder central, iremos a una etapa de descenso de la credibilidad democrática. ¿Se podrá reconducir la misma pasado un periodo de aceleración digital en el que surfea ricamente los estilos desafiantes que emulan el ‘trumpismo’?

 

A medida que se acerquen los comicios y se redoble la presión mutua entre el PP y Vox, sobresaldrán más episodios ‘trumpistas’ que contagiarán a las filas de los populares. Ayuso es tan solo el síntoma, la puerta de entrada. Pero ella, que goza del voto pues ganó holgadamente, ahondará en lo descrito con tal de cuestionar a La Moncloa. Pero Sánchez debe tomar medidas, algunas dolorosas, por aquello de las circunstancias de la crisis que vivimos y la enorme incertidumbre generada por la Guerra en Ucrania. En la política del presente y futuro, se sea del partido que se sea, no solo se tendrá que ostentar criterio refinado sino, a la par, estar dispuestos a desgastarse o a ser incomprendidos. Lo malo es cuando la oposición llega a los límites descritos. Y no se dan cuenta que algún día ellos podrían gobernar y tener que anunciar decisiones arduas. Se cargan la democracia. Y lo hace el PP, una parte importante del PP, que es justo un partido sistémico. Si el PP fomenta este juego espinoso, ¿qué podemos esperar en los próximos años si acaso pacta con la ultraderecha? Lo de Ayuso no es un episodio aislado, un hecho veraniego, sino una moda creciente que ha venido para quedarse y que solo puede ser refutada con rigor, argumentos y solvencia. Hace falta más política, de la fundada, que nunca. El riesgo es considerable. El populismo de derechas está en España, con sus particulares rasgos y querencia recentralizadora. Y ya lo sufrimos.

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