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Actualizada Jueves, 16 de Octubre de 2025 a las 20:18:51 horas

Ermua, punto de inflexión

TA ofrece la columna diaria de Rafael Álvarez Gil

direojed Lunes, 11 de Julio de 2022 Tiempo de lectura:

El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco tiene una connotación especial: fue el principio del fin de ETA. Esa muerte, a sangre fría, cronometrada, sometida al chantaje, en un país donde aún internet estaba tan solo en pocos hogares, enfrió a todos. Fue en 1997. Recién llegado José María Aznar a La Moncloa. Y recién liberado, por días, el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara. En esa semana, confirmada la tragedia, el dolor acumulado estalló. Rabia pura.

 

Cómo una persona, varias se entiende, planean y llevan a cabo un secuestro y posterior asesinato (obedeciendo ordenes de la cúpula de ETA) sin pensar un instante en lo que están haciendo, es asombroso. No se comprende. No hay manera. Así como en el largo cautiverio de Ortega Lara, ¿cómo ninguno de los responsables tuvo una pizca de remordimiento en más de un año que duró la pesadilla? La mínima empatía, el mero cargo de conciencia, no asomó en ellos.

 

Internet acabó con ETA. La banda terrorista era analógica. Y el cambio de era al alimón de las nuevas tecnologías y la solidaridad mundial con Estados Unidos tras el 11S, hicieron el resto. Los policías, jueces y fiscales llevaban mucho bregando. Pero en medio de ese prolongado camino hubo intentos de negociación. Lo digo porque el mismo PP que ha proclamado alegatos morales este pasado fin de semana en Ermua, fue el que se sentó a hablar con ETA.

 

Todos los gobiernos, de buena fe, tenían la obligación de explorar cualquier rendija que acabase con el terrorismo. Lo intentó Aznar. E hizo lo propio José Luis Rodríguez Zapatero. Ambos no lo consiguieron. Pero el que da las pretendidas máximas impolutas es Aznar y el PP. También lo había intentado antes Felipe González, pero tampoco cosechó éxito. ETA, lamentablemente, estuvo décadas dominando la esfera pública.

 

Hoy EH Bildu está presente en las instituciones. Es un éxito que todos abracen la democracia. Que nadie practique la lucha armada. Que todos defiendan los principios políticos que estimen pertinentes desde el respeto y la paz. Sin embargo, hay partidos y medios de comunicación que siguen anclados (y no lo digo por el aniversario del edil Blanco) en remover la memoria de las víctimas y de sus familias en aras de castigar políticamente a sus contrincantes. Eso sí, de la memoria histórica del golpe de Estado de 1936 y la represión franquista no dicen nada de nada. En esas estamos. El pasado les sirve, en función del momento; para cargar las tintas contra la izquierda que gobierna y los que perdieron la guerra y padecieron el exilio, interno o exterior, hasta 1975. Blanco no tenía que haber sufrido semejante cinismo, desfachatez y atrocidad. Tenía que haber podido vivir su vida y procurar ser feliz. Incluso, puede que con los años le diese por otros intereses y hubiese dejado el acta de concejal. O asimismo haber ascendido dentro del PP y ostentar responsabilidades mayores. Lo que él hubiera deseado, ni más ni menos. Le truncaron la vida. Y la de los suyos. Hoy muchos, entre los más jóvenes, no recuerdan aquello. Los que contaron las horas en aquellas aciagas jornadas desde sus casas, bien que lo sienten.

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