La entrevista a Alfonso Guerra en Onda Cero realizada esta semana es un claro ejemplo del problema de diván, permítanme la expresión, que tiene la izquierda. El que no la escuchase en directo, le sugiero que la rescate amén de internet. El antaño todoterreno del PSOE, hacedor de victorias electorales a son de un aparato orquestado por él desde Ferraz, arroja verdades y claroscuros sobre el tablero político que atenaza a la izquierda; tanto al PSOE como a la izquierda a la izquierda del PSOE. Y que, resumiendo, se concita en el eterno debate territorial que estuvo sesteando durante el largo periodo de estabilidad que gozó la Segunda Restauración borbónica y que, sin embargo, fruto del ‘procés’, ha resurgido (otra vez) en la historia constitucional de España.
El exvicepresidente alude a que el electorado andaluz no entiende los pactos parlamentarios del PSOE con ERC y EH Bildu. Y es así, en el sur de España difícilmente se entiende. Es más, al sur del río Ebro tampoco se compra este discurso fácilmente. Pero volvamos a Andalucía. Allí rechina. No solo ahora. Andalucía, junto a Asturias, era uno de los territorios donde IU sacaba buenos resultados en época del bipartidismo imperfecto. Así las cosas, cuando IU en Euskadi (Ezker Batua) apoyó al PNV de Juan José Ibarretxe, con Javier Madrazo de consejero de Vivienda y Asuntos Sociales, IU entró en el Ejecutivo, esto le restó respaldos en Andalucía a IU liderada por aquel entonces por Gaspar Llamazares.
Por el contrario, la tragedia para la izquierda, para el PSOE y para toda la izquierda, y digo tragedia sin necesidad real de que lo sea, dejémoslo mejor en dilema, es que no volverá a gobernar sin los nacionalismos periféricos. De hecho, en 2019 Pedro Sánchez jugó a repetir las elecciones y, finalmente, pactó lo que nunca quiso. Se impuso el principio de realidad y rubricó alianza con Unidas Podemos; fue tarde, demasiado tarde. El PSOE no retornará a La Moncloa por sí solo. Se acabó el bipartidismo reinante.
Con todo, si vamos a una especie de sistema de partidos con un solo actor hegemónico (PP) que no tenga adversario de centroizquierda con el que alterne en el poder, ¿cómo resistirá el orden del 78? Pues no podrá salvo apoyándose en la extrema derecha o experimentos por el estilo. A fin de cuentas, un pacto entre el PP y el PSOE solo valdría por una vez, por aquello de ganar tiempo, pero no para siempre. El PSOE no puede estar permanentemente sujeto al PP. Por eso reitero que, en realidad, la crisis del sistema del 78 es la del PSOE y la del PSOE es la del 78. Se retroalimentan. Son las dos caras de la misma moneda. Por mucho que Alberto Núñez Feijóo protagonizara un ciclo de poder a partir de 2023/2024 con un amplio apoyo, tarde o temprano este se desgastará y no habrá alternativa sistémica que reemplace al PP en La Moncloa por sí misma. Volveremos al tema territorial… a Catalunya. Todo esto es estructural y no puntual. Una parte del PSOE comienza a digerirlo y otra no. Unidas Podemos se ha desinflado, aunque parece que mantiene suelo electoral. El PP no arreglará el problema catalán. Es más, fomentó el anticatalanismo por muchos años. No tiene proyecto al respecto. El eje territorial divide a la izquierda; es un ni contigo ni sin ti.
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