Que el periodismo está en crisis, no es nada nuevo. Bueno, para ser exactos, lo que está en crisis es el modelo que hacía sostenible al periodismo; a saber, al periodismo industrial. El fallecimiento de José Luis Balbín ha provocado lamentos por un periodismo extinto que hoy no existe. La muerte encumbra fácilmente. El programa que tuvo su público, no atañe a mi generación, estuvo emitiendo entre 1976 y 1985, primero, y entre 1990 y 1993, como segunda etapa. Insisto, a los que nacimos ya en democracia el icono periodístico que antes se nos ofreció visualmente fue la corbata(s) de José María Carrascal y, cómo no, el mítico ‘Estudio Estadio’ que reinaba las noches de los domingos, con sus pertinentes variaciones por temporada.
Parece que Pedro Sánchez se está percatando (tarde) de que está perdiendo la pugna en el espacio mediático. En eso Felipe González le ganó de goleada: durante el bipartidismo dinástico contar con ‘El País’ y la Cadena Ser del Grupo Prisa era más que suficiente para la base sociológica del PSOE. El mundo de hoy es otro. Y entonces La Sexta puebla la noche del sábado con su tertulia variopinta, que incluye contertulios muy conservadores, pensando Sánchez que con eso era bastante. Y ocurre que el dueño de La Sexta es el mismo que el de Antena 3 y de la cabecera ‘La Razón’, cada cual dirigido a su segmento poblacional en pos del beneficio, del suyo lógicamente. Como táctica empresarial no tiene desperdicio. Tiene mérito.
El problema para el PSOE y la izquierda no es que no disponga de plataformas mediáticas afines, que también, sino que tampoco dispondrá de ellas cuando esté en la oposición. El PP en La Moncloa ya se encargará que La Sexta editorialmente sea más cercana. ¿Recuerdan los años de Mariano Rajoy en los que La Sexta aupaba a Pablo Iglesias solo con la intención de cercenar al PSOE? Pues eso. ‘El País’ está siendo sustituido por el digital ‘elDiario.es’ de cara a los votantes socialistas. ¿Y los nacionalismos? Estos sí disponen de su propia armadura mediática en Catalunya y Euskadi para protegerse del centralismo informativo.
Balbín hoy no podría hacer nada. Primero, por los formatos que triunfan. Segundo, por la fragmentación elevada de la audiencia. Tercero, porque YouTube está transformando por completo el consumo tanto de información como del mismo entretenimiento. De ahí lo delicado de la crisis política. Antaño González podía hacer maravillas dialécticas al haber solo dos cadenas de televisión. Y ya fuese el giro en la postura frente a la OTAN o la reconversión industrial, mal que bien sus expectativas electorales seguían intactas. En el presente es imposible. También el nivel general de los dirigentes políticos no es igual, se ha degradado considerablemente. Lo que aporta fragilidad a los partidos políticos. Muchos redactores se quejan, y con razón, de que cuando llaman a los políticos al calor de una noticia adversa para las siglas respectivas, no les cogen el teléfono. Desaparecen por completo. Todos se atrincheran. Hay una bunkerización. Una ausencia dantesca de argumentos. Los periodistas, al margen de la impotencia del momento, toman nota. Al final, son las elecciones periódicas las que sitúan a cada uno en su sitio. Eso sí que no ha cambiado, con o sin Balbín.
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