Si el PSOE y el PP van a pactar para salvar a Felipe VI y el orden del 78, que lo hagan cuanto antes. Por supuesto, tendrá un precio político para ambas formaciones y a saber si supondría una implosión electoral del PSOE a medio plazo o que directamente Vox le dé el ‘sorpasso’ al PP. Que los dos grandes partidos, de manera expresa o tácita, lleguen a una gran coalición es, sin duda, un síntoma más de la crisis sistémica de la Segunda Restauración borbónica.
Evidentemente, tanto en el cuartel general de Ferraz como en el de Génova están esperando a que lleguen los comicios generales, sean estos en 2023 o bien se adelanten por decisión de Pedro Sánchez. En La Moncloa interesa una convocatoria electoral antes del cuarto domingo de mayo de 2023 (locales y autonómicas) para así garantizarse Sánchez que la organización del PSOE al completo trabajará por el presidente del Gobierno: la suerte de Sánchez primero sería la de los ‘barones’ después. Si el acuerdo llega ya entre el PSOE y el PP afectando a Castilla y León para impedir la entrada de Vox al poder autonómico (que no se ha hecho) o bien de cara a Andalucía, saben ambos que el coste existe y por eso mejor aguardar a que transcurra la cita de las elecciones generales. ¿Será demasiado tarde para entonces? Lo que sí es cierto es que, si quieren hacerlo, y hay claves para pensar que no lo descartan, tanto para el PSOE como para el PP es preferible hacerlo cuanto antes en la medida que el coste será mayor cuanto más meses pasen. Dicho en plata, la sangría electoral irá en aumento con el transcurso del calendario y ninguno está en condiciones de desperdiciar votos cuando, en el mejor de los casos, socialistas o populares oscilarían, encuestas en mano, alrededor de los 120 escaños en calidad de ser el más votado.
Sánchez querrá continuar en La Moncloa. Y si eso implica un volantazo y llamar a Alberto Núñez Feijóo para solicitar su abstención en la sesión de investidura, no tendrá remilgos en intentarlo. ¿El PP se lo pondría fácil al PSOE? Está por ver. Pero la irrupción de la ultraderecha y la ruptura del bipartidismo que ejercía el neoturnismo en el que descansaba la estabilidad del sistema del 78, obliga a los actores políticos consabidos a arreglos de urgencia. Aunque, a todas luces, conlleven un paso más en el declive de la arquitectura constitucional ungida en la Transición.
Por último, en caso de producirse, ¿tendría un efecto en cascada a comunidades autónomas y consistorios? ¿Y qué decir de los cabildos? Ese es el dilema. A buen seguro, dependerá del territorio y allá donde hay siglas nacionalistas consolidadas lisa y llanamente no sumarían el PSOE y el PP por sí solos. Por ejemplo, en Castilla-La Mancha o Extremadura podrían pactar pero no así en Catalunya o Euskadi. En Madrid el riesgo se teme y atañe incluso a la Casa Real pues Felipe VI es sabedor de que no dispone de la estabilidad institucional que gozó su padre. El rey necesita que el PSOE sea borbónico y abandone su discurso republicano, o que sea republicano de pancarta pero, en la práctica, fervorosamente borbónico. Los Borbones ensalzarían la gran coalición a la alemana.
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