En Canarias la generalidad de los partidos han cerrado sus periodos congresuales. Y a partir del cuarto domingo de mayo, es decir, enseguida, comienza la cuenta atrás. Tanto los socios integrantes del Pacto de las Flores como los que se ubican en la oposición, de un modo u otro, comienzan a calentar motores. Sin olvidar las consabidas pugnas internas por la conformación de las respectivas listas donde todos quieren renovar, otros desean entrar y nadie quiere marcharse. Dinamita pura para los egos y personalismos.
Eso sí, las islas y el resto del conjunto del Estado se encuentra al albur de Andalucía donde se despeja crecientemente que Juanma Moreno adelanta los comicios y que estos acontecerían antes del inicio del verano, de la fase vacacional, para dejar el asunto resuelto del futuro Gabinete (con la alianza más que posible con Vox) y en otoño aprobar los Presupuestos. Ese sería su plan. Las fechas del 19 o el 26 de junio son las que suenan con más fuerza ahora mismo. Por otro lado, si dejase la cita con las urnas para finales de 2022 corre el riesgo de endosarle Moreno a Alberto Núñez Feijóo la problemática (política y mediática) de que el PP necesita hipotecarse a la extrema derecha. Mal asunto para el tablero estatal.
Pongámonos en el supuesto de que las izquierdas no lograsen frenar a la suma de PP y Vox en tierras andaluzas. Y que el feudo antaño socialista haya tornado por un tiempo a favor de las opciones conservadoras y neoespañolistas (como respuesta al ‘procés’). Entonces es evidente que el PSOE y Unidas Podemos tienen un problema en cuanto que alcanzar La Moncloa sin el concurso de Andalucía se antoja difícil. De hecho, hoy por hoy, encuestas en mano, si no fuese por Catalunya y Euskadi claramente gobernarían las derechas en el poder central.
Los comicios presidenciales franceses ponen de manifiesto como las opciones políticas clásicas han decaído: tanto el gaullismo en la bancada de la derecha como el socialismo y el comunismo en la orilla ideológica de la izquierda. Han decaído no por las ideas en sí sino como marcas que hasta el otro día disponían de gran implementación en la sociedad gala. Es tan rápido el ritmo de acontecimientos que a saber si Emmanuel Macron aguanta la embestida de Marine Le Pen, si esta última pasa a la segunda ronda. Después de todo, lo que trasluce es que las organizaciones políticas se encuentran sometidas a la posmodernidad y al cuestionamiento crítico de una ciudadanía que se ha distanciado de las siglas respectivas. Hay preocupación por la cosa pública, y mucha, pero asunto diferente es cómo canalizar las inquietudes en el siglo XXI. De ahí, que la democracia representativa tal como la hemos entendido en las décadas anteriores (en la segunda mitad del siglo XX tras la Segunda Guerra Mundial) esté en controversia. La crisis social aúpa a Vox. Y en Andalucía fue donde entraron por primera vez en un Parlamento, en diciembre de 2018. Todo apunta que crezca este curso allí más de lo que lo hizo en Castilla y León. Así que los diferentes partidos de la izquierda tendrían que ir pensando en frentes (¿recuerdan los frentes populares del periodo de entreguerras?) para detener el avance y peligro del neofascismo. Pero las resistencias internas son enormes.




 



















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