El tiempo del paso es implacable. Quizá, mucho más de lo que creíamos o nos contaban en edades tempranas. O es que la digitalización lo ha desatado todo. Hoy, a los más jóvenes, mencionarles a Alfonso Guerra, Carlos Solchaga, Txiki Benegas y compañía no es que les suene a chino, que también, sino que directamente no existe o tiene escasos visos de que permanezca en la memoria colectiva. Tan solo si acuden a Google podrán descubrir algo de cada personaje. Hasta del 23F tan solo tienen una ligera referencia, probablemente porque las imágenes de unos guardias civiles entrando en el Congreso de los Diputados disparando al techo impacta, y mucho.
Todo esto me vino a la mente cuando hace poco vi la entrevista a Felipe González en La Sexta en el programa ‘Lo de Évole’. Para los que conformamos la última generación que nos instruimos en el papel acompañados de los primeros ordenadores de sobremesa ya vendidos para la sociedad de masas, González lo era todo. Para bien o para mal, les votasen o no nuestros padres y abuelos, su figura dominaba la agenda política incluso cuando dejó el poder. Tenía tanta influencia que hasta José Luis Rodríguez Zapatero cuando llegó en 2000 a Ferraz no quería intimar demasiado con el Grupo Prisa (‘El País’ y la Cadena Ser) porque sabía que el ‘felipismo’ tenía ahí dentro mucho predicamento y, por tanto, se desahogaba aun con Pedro J. Ramírez que, por otra parte, había sido el gran látigo periodístico en contra de González. Hoy Pedro Sánchez se debate entre el Grupo Prisa y La Sexta como principal aliado.
Con todo, si en la actualidad el expresidente para los más jóvenes irradia lo que irradia, poco, ¿qué será dentro de diez años? A buen seguro, ocurrirá algo similar que con el mítico icono de Adolfo Suárez. Por eso a medida que transcurra el tiempo y no se haga reformas constitucionales periódicas, la crisis de legitimidad será mayor. Y cuanto más sean los años que discurran, cuanto más nos alejemos de 1978, más difícil será mantener el principio de legitimidad constitucional. Para los de menos edad no les valdrá González como a los de mediana edad les valió Suárez para pontificar la Transición. Son hechos consumados. Hasta los matrimonios, que sufren crisis, necesitan regenerar su vínculo afectivo y la sexualidad compartida.
Ya la expectación de la noticia, amén de la digitalización, dura cada vez menos. Las portadas de los periódicos se cambian varias veces durante la misma jornada. Es el mundo líquido, nada permanece. Antaño, los prebostes de la patria, con motivo de su fallecimiento, ocupaban la primera plana y sus trayectorias eran escrutadas por distinguidas firmas. Sin embargo, hoy no es así. Eso era algo que el soporte papel brindaba: enmarcar la portada, guardarla para la posteridad. La pandemia (que ha acelerado todo esto) brinda un universo periodístico digital donde sucederá que cuando fallezca un político (o quien sea) de relumbrón, alguno hasta se preguntará: ¿pero todavía estaba vivo? Eso sí, los egos que se estilan en la política se desinflarán más rápidamente porque si González en La Sexta causó el tirón del olvido sobrevenido de muchos, ¿qué será del resto? No somos nada.






















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