Belarra y la coalición

Se sabe cómo se entra en una guerra pero nunca cómo se sale. Y a medida que esta se prolongue, y la de Ucrania tiene toda la pinta que así será, no ha sido un paseo militar para los rusos, el margen de maniobra para negociar será menor, se enquistará el conflicto y, por ende, generará una creciente incertidumbre para todos los actores políticos. Lo que hoy supone una ola entusiasta para enviar armas de naturaleza ofensiva, luego puede volverse en contra. Que en esto último haya reparado o no Pedro Sánchez, lo desconocemos.

La apuesta de Ione Belarra por el pacifismo ha molestado a muchos por la sencilla razón que ha pinchado esa burbuja militarista. Además, es mujer y con 34 años despliega criterio y madurez; la edad y la madurez no van necesariamente de la mano como muchos creen, hay personas mayores muy inmaduras. El debate sobre las fisuras en el Gobierno de coalición es otro cantar, ahora iremos a ello. Pero la ministra Belarra reclama con denuedo la vía diplomática y ha abierto un abanico de apoyos junto a los líderes de izquierda Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa) y el exlíder laborista británico Jeremy Corbyn. Es decir, no solo edifica una posición ideológica sino también trabaja por ella. Porque lo fácil es apuntarse a la vía militarista aplaudida por numerosos medios de comunicación. Lo difícil siempre, en Ucrania o donde se tercie, es trabajar por la paz: vende menos titulares y estropea negocios suculentos de terceros. No olvidemos que en las guerras siempre los hay que hacen negocio.

A Sánchez le preocupa controlar a Yolanda Díaz. Le basta con ofrecerle un ministerio en un próximo Gobierno como independiente, al margen del espacio de Unidas Podemos. Reconociendo a la gallega, a priori se le disipa un problema al jefe de los socialistas. Y Díaz ha cerrado filas con la respuesta militar encabezada por Sánchez que, recordemos, el lunes pasado por la noche negó públicamente y en 48 horas cambió de criterio; desconocemos los motivos para semejante viraje, por legítimo que sea.

Ahora bien, si vamos a un nuevo escenario político al calor de los acontecimientos en Ucrania (algo indudable a medida que avancen las semanas y la tragedia se redoble) surge un dilema pertinente para los socios del Ejecutivo más allá del presente: ¿el PSOE aspira a reeditar una alianza de izquierdas o, por el contrario, lo da por perdido y tratará de buscar apoyos, expresos o tácitos, con el PP?, ¿Unidas Podemos prefiere sujetarse a Díaz por aquello de ser el rostro más visible o, sin embargo, es mejor que mantenga sus posiciones ideológicas con Belarra? Como verán, la duda atañe tanto a un partido como al otro. Y la razón es sencilla: ambos se necesitan para seguir gobernando. Los que sostengan que Sánchez, amén del militarismo, podrá cabalgar algo similar a una mayoría absoluta en 2023, se equivocan. Si a medio plazo el futuro del presidente del Gobierno pasa por que el PSOE y el PP se entiendan, las expectativas socialistas irán reduciéndose. Eso sí, llegados a este punto donde la guerra lo es todo, la única receta válida para cada uno es que no haga electoralismo y se aferre a sus convicciones, cueste lo que cueste. A fin de cuentas, antes o después podrás reponerte si te has mantenido fiel a tus principios. Pero rivalizar en una escalada armamentística de inciertas consecuencias, no habrá forma de explicárselo a la sociedad.