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Miércoles, 01 de Octubre de 2025

Actualizada Miércoles, 01 de Octubre de 2025 a las 13:49:26 horas

Rafael Álvarez Gil Rafael Álvarez Gil

Delatores

TA ofrece la columna diaria de Rafael Álvarez Gil

direojed Lunes, 28 de Febrero de 2022 Tiempo de lectura:

Había atisbado referencias diversas, sin entrar en ellas y leerlas, sobre ‘El delator’ (Mercurio, 2021) que hasta ahora no me habían permitido encajarla en un contexto e intención determinado. Sabía que la publicación existía pero no acababa de contextualizarla. Todo eso fue así hasta que en una conversación telefónica con un amigo, ya cuando esta agonizaba, me soltó ya cambiando de tercio y apurando las parrafadas mutuas: “Domingo Pérez Minik fue lo que Juan Rodríguez Doreste en el penal de Gando”. Enseguida despertó en mí el interés por la crónica novelada de Juan-Manuel García Ramos.

 

El libro de García Ramos es, desde las licencias que permite la narrativa, una contribución más a la memoria histórica de Canarias cuyas lagunas aún claman al cielo. En torno a la figura de Domingo López Torres (1907-1937), un intelectual autodidacta tinerfeño que compartió inquietudes con la generación que veneró la corriente del surrealismo instalada en la época, se traza la represión franquista sobre un hombre que acabó siendo arrojado al fondo de la mar en un saco o por el estilo; es decir, en semejanza con la mítica escena inicial de la película ‘Guarapo’ (1987).

 

Con todo, lo que nutre el hilo conductor del texto es que López Torres, a diferencia de otros de sus camaradas intelectuales que pasaron por la prisión de Fyffes prácticamente en un visto y no visto, padeció una delación de un supuesto ‘amigo’ que ya lo sentenció a muerte dentro del ciclo represor de los alzados en el golpe de Estado en contra de la Segunda República en 1936. Y es aquí donde entra Pérez Minik (1903-1989) que pudo presuntamente sobrellevar la misma sombra en vida que el exalcalde capitalino Rodríguez Doreste: ser desleal con los opositores al régimen cuando estalló la Guerra Civil, ser desleal con los suyos a cambio de una salvación personal y la promesa de un porvenir sin más disgustos a son de las razones políticas de cada cual. Y aquí la trama adquiere la sustancia provocadora de la conciencia isleña. ¿Pérez Minik como intelectual ostentó la puridad que se le presume? Porque Pérez Minik sí saboreó, aunque fuese tarde, del reconocimiento social en Tenerife. En Gran Canaria apenas ha sido conocido…

 

En un partido político como en la redacción de un periódico se prodigan envidias y celos fruto del miedo a ser reemplazado, a ser despedido. Que, en el caso de ‘El delator’, García Ramos identifica como la necesidad de sobrevivir en Fyffes. Las bajas pasiones se desatan, a menudo, precisamente del afán transgresor y humano de la angustia última a desaparecer; sea por verse despojado del poder, de la fama o, en situación extrema, a perder la vida. López Torres fue traicionado, certeza (irresuelta o no, juzgue el lector) que ha arrastrado familiares y allegados y a la que García Ramos trata de arrojar luz. Si hoy en día, en las malandanzas de la ínsula, es habitual el combate de egos entre escritores, cuando la mediocridad trata de arrinconar el talento, ¿cómo no iban a estilarse en la década de los años treinta del siglo pasado miserias parecidas cuando incluso estaba en juego la vida? En cierta medida, y aunque no fuese el propósito expreso de García Ramos, la obra supone reverdecer lo peor de la condición humana ambientada en el universo isleño.

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