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Rafael Álvarez Gil Rafael Álvarez Gil

La guerra…

TA ofrece la columna diaria de Rafael Álvarez Gil

direojed Viernes, 25 de Febrero de 2022 Tiempo de lectura:

Ninguna está justificada. Tampoco lo están aquellos que apuran a que al otro no le quede otra opción. Las guerras se buscan por varios protagonistas y siempre son diferentes los factores. No hay buenos y malos, blanco y negro, eso es propaganda. Rusia invade y causa un desgarro al orden internacional. Sin embargo, la expansión de la OTAN vía Ucrania llegaría a las fronteras de Rusia. No es que estemos en el campo de influencia de la Unión Soviética de antaño, que también, sino que entre las grandes potencias es conveniente que concurran colchones territoriales. Son los claroscuros.

 

A la preocupación del conflicto en el Sáhara Occidental, en otoño de 2020 se rompió el alto el fuego de 1991 entre Marruecos y el Frente Polisario, se une la guerra entre Rusia y Ucrania. Ambos polos apelan al compromiso de España y, por el contrario, la respuesta desde La Moncloa no será la misma y está por ver qué grado de intervención adopta Pedro Sánchez. Eso sí, no olvidemos que estamos ante una potencia nuclear. Una razón poderosa, muy poderosa, a sumar a las que evitan entrar en una escalada bélica de consecuencias imprevisibles.

 

Lo que suceda en Ucrania le incumbe a Rusia. Le ocurrió igual a Estados Unidos a cuenta de la crisis de los misiles de Cuba en 1962. Nadie desea tener una amenaza tan cercana por mucho que revista apariencia de normalidad y esté bajo el paraguas del Derecho Internacional. Estas negociaciones con riesgo de amenaza permanente forman parte de la geopolítica. En la película ‘Trece días’ (2000) se retrata aquel episodio de la Guerra Fría entre la Administración Kennedy y Nikita Jrushchov con un Fidel Castro que quedó para la posteridad como instrumentalizado: "Nikita, Nikita, lo que se da, no se quita", entonaban los cubanos tras la retirada del armamento soviético que inquietó a Washington D. C.

 

Ayer amanecimos con una noticia terrible a pesar de que se creía, hasta el último instante, que la diplomacia podía sortear el peligro. Y los avisos de Joe Biden de que la invasión estaba cerca, incluso se dijo que era inminente, se hicieron realidad. No solo no falló la información de los servicios de inteligencia sino que el ataque decidido por Vladímir Putin fue en las primeras horas más allá del ámbito territorial que se masculló en la antesala. La Europa del Este vivió el siglo XX a merced de las incursiones de las diversas potencias; el mejor ejemplo fue la Segunda Guerra Mundial donde tanto Ucrania como los otros estados de la zona sufrieron primero la penetración y limpieza étnica de la Alemania nazi y después el horror del estalinismo. Víctimas por partida doble de los tableros dictatoriales. Con todo, la primera derrotada en la guerra es la verdad. Abundarán las respuestas sencillas a una complejidad internacional en la que Rusia no desea tener a la OTAN a las puertas de sus fronteras. Algo similar, subrayo, a lo que le pasó a Estados Unidos en 1962. Es un horror. Y en este maldito horror ya se desata la lista de los atropellos y vidas truncadas de los civiles, justo los que apenas pesan en las mentes de los mandatarios en el momento de ejecutar sus planes militares.

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