Alberto Núñez Feijóo se demoró. Y, sobre todo, lo más importante: no dispone de escaño en el Congreso de los Diputados. Si finalmente es él el que se hace con el mando en plaza del PP no podrá estar en Madrid para enfrentarse parlamentariamente a Pedro Sánchez. Por lo que resulta, sin duda, un incentivo para el PSOE de cara a agotar la legislatura. Desde Galicia no podrá seguir el día a día de la política estatal. Y el otro dato igual de importante: Santiago Abascal sí podrá hacerlo en la Cámara Baja, donde estará para confrontar con Sánchez. Ya AP/PP tiene el precedente de Antonio Hernández Mancha, sin acta en la Cámara. Lo pagó caro, su liderazgo fue fugaz. Es verdad que Feijóo no es ningún desconocido, pero estará lejos de la rutina estatal. Mal asunto.
En las próximas semanas se verá si en España aún hay espacio para una derecha ‘canovista’ (monárquica y creyente apasionada del bipartidismo) o, por el contrario, se impone el modelo del ‘trumpismo’ hispano que encarna Abascal. Feijóo y el jefe de Vox son perfiles muy diferentes, pero uno se sienta en el Parlamento y el otro no. El gallego tuvo, en su día, la oportunidad de dar el salto. No quiso y abrió la etapa de Pablo Casado. La historia se repite: le sucedió lo mismo a Susana Díaz que no quería dejar Andalucía hasta consolidarse en el poder autonómico, como si la política esperase, menos en tiempos convulsos como los actuales.
El PP se ha inmolado o, cuando menos, ha sacrificado a su líder en un periodo muy corto y frenético donde se han desatado las pasiones y los reproches. Se ha impuesto el relato de Isabel Díaz Ayuso que, a su vez, estará pendiente del periplo judicial a son del consabido contrato d elas mascarillas y la comisión que cobró su hermano. Y en plena pandemia, en su fase más cruenta. Claro que en el cuartel general de Génova jugaron a utilizar esta carta para achantar a Ayuso, la guardaron durante meses, por lo que las ganas de transparencia brillaron por su ausencia. Ayuso le ha ganado a Casado. Lo que resta saber es si el precio de todo ello ha sido la desaparición del PP.
En Vox se frotan las manos. Abascal está siendo blanqueado por los medios de comunicación, tanto por si se torna en el líder de la oposición a corto plazo o por si fuese socio del PP; más bien barajan la primera opción, ya las encuestas hablan por sí mismas… El espacio mediático no practica el ‘cordón sanitario’ al neofascismo. La debilidad financiera del arco mediático hace que dependan más del poder institucional: por eso Ayuso le impuso el relato enseguida a Casado; este no tenía partidas presupuestarias a mano que manejar. Pero Vox es otra cosa y viene con pujanza. Y a Abascal muchos medios lo tratan como uno más, flaco favor para la democracia. Algún día estos precedentes serán estudiados: el neofascismo fue ocupando prevalencia poco a poco mientras la democracia representativa decaía. El ‘trumpismo’ para florecer necesita un periodismo que le cueste ser rentable económicamente y, por ende, independiente. Si, además, Abascal está solo en Madrid mientras Feijóo sigue recluido en Galicia, tiene todo a su favor para decir adiós al PP y sentenciarlo políticamente.
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