Pablo Casado está noqueado políticamente. Tal ha sido la gravedad alcanzada en la crisis interna en el PP que lo previsible es que dimitiese pronto; de momento, resiste mal que bien. Y es que no puedes iniciar una guerra contra Isabel Díaz Ayuso para recular enseguida. Ya ha quedado amortizado, y la muchedumbre manifestada a las puertas del cuartel general de Génova con banderas españolas (patrimonializada por la derecha) ha mostrado un aparato de los populares muy débil y sujeto al capricho mediático. Y aquí gana, con creces, Ayuso amén de manejar los Presupuestos de la comunidad autónoma en la que, no olvidemos, reside los medios de comunicación estatales.
Ya aparecen sondeos en los que se confirma el ‘sorpasso’ de Vox al PP. Y los barones populares tienden a aupar a Ayuso o a pedir que Alberto Núñez Feijóo se mude a Madrid al rescate de un partido en evidente decadencia. El gallego no está por la labor de cambiar de aires pero tan mal está el PP que puede servir como solución de urgencia, como mero parche.
Así las cosas, es tan nefasta la situación en la que se halla el PP que puede pasar lo que sea en el momento más inesperado. Casado ha convocado para hoy el Comité de Dirección y centra la expectación mediática un cónclave que no se sabe si realmente pertenece al PP o más bien a la otrora UCD en su proceso de descomposición. No cabe atisbar una implosión del PP sino, si acaso, una disminución de votos y escaños escalonada que revierta a favor de Santiago Abascal. Este sueña con la venganza perfecta hacia el que fuera su organización. La sombra de Esperanza Aguirre es alargada…
Por ahora, los alcaldes y ediles del PP repartidos por todo el Estado no saben a qué atenerse. En numerosos ayuntamientos gobierna el PP, con o sin mayoría absoluta, porque los votantes depositaron su confianza en las siglas y desconocían al candidato. Esto es, con un PP en caída libre puede acontecer que en la próxima cita con las urnas los mismos que religiosamente optaron por el PP lo hagan ahora por Vox; dándoles igual el asunto de los que integran las planchas a los consistorios. Esto supondría un vuelco enorme institucional en 2023. Con todo, ¿quién cierra con autoridad la crisis interna en el presente? Nadie es capaz de aventurar una solución razonable porque la beligerancia entre Casado y Ayuso ha dinamitado los puentes. Estaba larvada la pugna hace tiempo y el tiro por la culata que constituyó el adelantar las elecciones en Castilla y León fue el resto para que estallara lo que tenía que estallar… Solo uno puede resultar victorioso. De hecho, Ayuso le ha ganado la primera batalla a Casado y, tal vez, la contienda. Si los barones presionan, especialmente Feijóo, Casado presentaría hoy mismo la dimisión. En la familia de los populares las primarias no se estilan, es ordeno y mando. Y los galones los tienen aquellos que gobiernan las comunidades autónomas, y aquí está Ayuso. Casado no ha sabido rodearse. Y, no siendo menos, se nota que es un producto de la factoría de unas siglas que ya no prepara ni promociona las hornadas de dirigentes de antaño. Cada vez son más débiles, como el propio PP.

























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