En cierta medida, el discurrir de la legislatura ha tropezado con un escollo importante. ¿Acaso Ciudadanos salvará al Gobierno de coalición de izquierdas en próximas ocasiones? ERC, EH Bildu, BNG… esperan, en términos coloquiales, en la bajadita. Quizá las relaciones con el PNV se reconduzcan, pero con el resto de socios hasta ahora habituales no se sabe. Sobre todo, porque la mesa de negociación sobre el conflicto político en Catalunya no avanza, y esta es la principal bandera de ERC tanto ante Madrid como frente al resto del independentismo catalán. ¿Dónde queda la mayoría parlamentaria de la investidura?
PSOE y Unidas Podemos no llegarán lejos de la mano de Ciudadanos. Los últimos escaños de esta formación tratan de sobrevivir dividiendo al Ejecutivo, fracturando a las izquierdas. En lo que queda de mandato con Inés Arrimadas poco podrán hacer Pedro Sánchez y, especialmente, Yolanda Díaz. Pero cuando llegue el momento de la verdad, el de las elecciones generales y se renueve la composición de la Cámara, ambos verán en Ciudadanos a un adversario más cercano al PP y, si me apuran, a la ultraderecha. Siempre y cuando Arrimadas y sus correligionarios logren representación…
Díaz se jugó ayer su crédito político. Ha superado el trámite formal. Y ha arrojado mejoras para los trabajadores (modalidad contractual a favor de la relación laboral indefinida y recuperación de la ultraactividad en los convenios colectivos) que encima cuenta con el aval de la patronal y de UGT y CC OO. No es poca cosa. Tiene su mérito. Aunque más para una ministra del ramo que para alguien en la que se está pensando para que articule a la izquierda. Derogar era derogar, y se lo han recordado a la gallega las izquierdas plurinacionales.
Se pasa página y vendrán otras batallas políticas a medida que se desarrolle la legislatura. El pulso entre Díaz y Nadia Calviño ha quedado zanjado en beneficio de la segunda y, si me apuran, en tablas. Pero se habían generado unas expectativas, aupadas con pasión por Díaz, que ahora colisionan con la realidad normativa. A fin de cuentas, más allá de la pugna política entre ambas que antes de Navidad motivó una minicrisis interna en el Gabinete y contó con la memorable alocución de la ministra de Trabajo y Economía Social ante un auditorio repleto por los cuadros y miembros de CC OO, deja un sabor agridulce. El coste del despido improcedente impuesto por el PP sigue vigente al igual que la facilitación de las causas objetivas del despido colectivo. Además de otros extremos.
Evidentemente, el decreto ley no ha supuesto una derogación total de la reforma laboral de Mariano Rajoy de 2012 y que antaño provocó una huelga general. Si había ya una mayoría parlamentaria suficiente por parte de las izquierdas para activar la derogación de marras, ¿por qué no se ha hecho? ¿Quién no quería? ¿Se opuso Calviño? ¿Prevalece para el PSOE la opinión de la CEOE? ¿Le ha merecido la pena a Díaz ceder y renunciar a lo que había prometido? La idea que se vendió hasta hace no mucho fue otra. Lo que toca, desde este instante, será rearmar un bloque de investidura que sale del Congreso de los Diputados con heridas.
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