No es normal la ausencia de encuestas recurrentes al calor de la campaña electoral en Castilla y León. Justo tras meses conociendo sondeos a tenor de lo que sería la celebración de elecciones generales de adelantarse estas, apenas se publica nada sobre lo que puede ocurrir en este territorio el 13F. No es casualidad. A buen seguro, no se quiere, primero, visualizar que el PP dependería de la ultraderecha y, segundo, dar publicidad a las plataformas de la España rural y vaciada que han adquirido un protagonismo creciente. Para entendernos, Teruel Existe se extrapola a otras latitudes. Y esto descoloca a los principales partidos, especialmente al PP.
Si se corta de pronto el carrusel demoscópico y se trata de que el 13F pase inadvertido, se incentiva la sospecha de que los sondeos pueden ser instrumentalizados para crear un clima de opinión concreto. Y eso es malo no solo para las casas demoscópicas sino igualmente para los medios de comunicación que de forma habitual suelen hacer uso de estos estudios. Insisto, de un tiempo a esta parte nos hemos habituado a conocerlos semana por semana prácticamente. Un ritmo que se rompe.
Los espacios de excepción que, por fortuna, sí van publicando sus datos van en una tendencia distinta a esa imagen del PP que lograría mayoría absoluta por sí mima y no estaría hipotecada a Vox. Si la noche del recuento en el cuartel general de Génova se pone de manifiesto que Santiago Abascal comienza a presionarles en potenciales pactos institucionales o incluso que en Soria y León, por ejemplo, ya tienen sus propias siglas territoriales, el plan de Mañueco se habrá descalabrado. O, dicho de otra forma, no habrá salido de las urnas el horizonte representativo que esperaba con tanta placidez.
Con todo, el debate sobre la contaminación de la agenda política supuestamente desde la demoscopia no es bueno en el sentido de que podría denotar o bien mala intencionalidad o, por el contrario, que la calidad y rigor de las casas demoscópicas no es el deseable en términos generales. O, al menos, el uso que hacen sus clientes mediáticos. Hasta ahora esta duda no había asomado salvo en espacios partidistas determinados, ¿pero cómo se justifica este silencio demoscópico en Castilla y León? Precisamente cuando asistimos a cambios sociopolíticos de primer nivel en la última década y que siguen sucediéndose, de repente este parón que nadie entiende y que despierta múltiples sospechas. Ya solo queda esperar al 13F y anotar las claves que arrojará no solo en esta comunidad autónoma sino en la conocida política que se desarrolla en Madrid. Y observar cómo quedarán las expectativas de unos y otros para la siguiente cita en Andalucía donde ahora nos quedará el enigma de si se repetirá esta ausencia de encuestas inimaginable hace solo un mes. La fiesta demoscópica la han detenido. Y eso no es bueno: alimenta el ‘trumpismo’. Y los que han criticado la supuesta falta de rigor del Centro de Investigaciones Sociológicas de la mano de José Félix Tezanos, siendo congruentes tendrían en el presente que reclamar que los sondeos sobre Castilla y León se publicaran con la frecuencia a la que estábamos acostumbrados. ¿O es que a alguien no le interesa los números que estos están dando? ¿Hay una pretendida guerra de orientación del voto de naturaleza demoscópica que no se corresponde a la sana y necesaria sociología electoral en democracia?
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