Hartazgo saharaui

La guerra sigue presente a diario muy cerca de Canarias. El Frente Polisario emite los partes en los que comunica lo acontecido mientras Marruecos trata de silenciar el conflicto, como si nada ocurriese.

El enviado especial de la ONU para el Sáhara Occidental acaba de visitar los campos de refugiados en Tinduf (Argelia). Staffan de Mistura ocupa una responsabilidad que llevaba prácticamente dos años vacantes; Horst Köhler dimitió pues sufrió (como sus antecesores) la desgana de Rabat que no tiene voluntad de que avance una solución pacífica y perdurable: la celebración pendiente del referéndum que ejecute el derecho de autodeterminación. La ruptura del alto el fuego a finales de 2020, y no otra cosa, es lo que ha motivado que la ONU haya actuado. De lo contrario, persistiría la letanía y desidia de la comunidad internacional. A fin de cuentas, que se haya retomado la guerra (detenida en 1991) es un fracaso de la ONU. Han pasado décadas y la Misión de las Naciones Unidas para el referéndum en el Sáhara Occidental (Minurso) ha mirado hacia otro lado, especialmente ante la represión y la violación de los derechos humanos del pueblo saharaui por parte de Marruecos en lo que Rabat considera sus provincias del sur. Ni siquiera en su momento la protesta y huelga de hambre en Lanzarote en 2009 de Aminatou Haidar hizo que la Minurso se removiera y denunciara lo que estaba ocurriendo ante sus ojos.

El pueblo saharaui cuenta con la enorme simpatía de la opinión pública en España. Aunque sea por motivos distintos en función de que sea la bancada de la izquierda o la de la derecha. Eso más el respaldo inequívoco de Argelia. Pero en Madrid disponen ahora de un Gobierno de coalición de izquierdas que podría dar una mayor cobertura. Especialmente desde que Donald Trump, con un tuit, declarara la soberanía marroquí del Sáhara Occidental a cambio de que se relacionase con Israel. Un trueque mercantil impropio de la naturaleza de las relaciones internacionales al amparo de la ONU. Un hecho, en la recta final de la Administración Trump, que fue rechazado por el propio republicano James Baker que ha sido, hasta la fecha, el enviado especial más implicado en el conflicto. Si Baker no logró una actitud proactiva de Rabat, ¿quién lo conseguirá? Nadie. No hay interés. Y nos encontramos con una guerra que retorna y que conmueve a la comunidad internacional solo formalmente.

Pedro Sánchez se une al listado de inquilinos en La Moncloa que no desean inquietar a Marruecos y que obvian lo que ocurre en el Sáhara Occidental. La inercia juega en contra del Frente Polisario. El tiempo se agota a la par que las generaciones se van sucediendo. Así de simple, así de dramático. Y el rol de potencia administradora de España se diluye por la vía de los hechos consumados.

La designación de Staffan de Mistura despierta una vaga esperanza. Es una ficha que se mueve aunque solo sea para que la ONU pueda decir que algo hace. Pero hasta el momento la Minurso permanece impasible frente a la violación de los derechos humanos que de forma cotidiana se perpetra en El Aaiún. Así las cosas, no se espera un cambio de postura por parte de Marruecos al tiempo que se eternizará la guerra con el Frente Polisario. A Canarias le atañe. Y La Moncloa podría hacer más, pero a Sánchez (como a los anteriores jefes del Ejecutivo) no le interesa.