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Rafael Álvarez Gil Rafael Álvarez Gil

Felipe VI y la crisis sistémica

TA ofrece la columna diaria de Rafael Álvarez Gil

direojed Sábado, 25 de Diciembre de 2021 Tiempo de lectura:

El continuismo en los discursos del monarca, año tras año, es la tónica; más allá de las variaciones al uso por cada curso y que en este fueron motivadas por el volcán de La Palma, la pandemia y el desempleo. Y listo. La institución monárquica vive una crisis sin precedente y, sin embargo, Felipe VI no mueve ficha. Eso sí, entrelíneas se atisba conciencia de la problemática que le acecha al dedicarle una buena parte de su aparición en televisión a la apelación al diálogo, a los grandes consensos, al pasado de cuatro décadas en común y a la consagrada Constitución. Dicho en plata, el relato de la inmaculada Transición sin nombrarla expresamente.

 

El problema de Felipe VI es que trata de que el sistema del 78 permanezca inalterable y, por tanto, no se regenere su principio de legitimación desgastado crecientemente desde la Gran Recesión de 2008, el 15M, el ‘procés’ y, cómo no, las supuestas corruptelas que han rodeado a su padre a son de cobro de comisiones, blanqueo de capitales y cuentas en paraísos fiscales. Juan Carlos I ha confundido inmunidad con impunidad y, ciertamente, ha estropeado el legado que ahora le toca gestionar a su hijo lidiar. Pero este no hace nada. Y si da un paso lo empeora: como ocurrió con su discurso el 3 de octubre de 2017 al alimón de la crisis en Catalunya.

 

Cuando Felipe VI en su comparecencia televisiva esboza esos grandes consensos no es otra cosa que una llamada al orden al neoturnismo, a que el PSOE y el PP se entiendan y negocien. Sin embargo, el PSOE no puede someterse en esta crisis sistémica a Felipe VI por un largo tiempo pues, de lo contrario, acabaría desbordado ante el hartazgo social. Y es que los grandes cambios de la sociedad no se originan en las instituciones. Aunque Felipe VI no quiera reconocerlo y, por ende, desperdicie su cita anual por excelencia con los hogares. Con unas familias que, por lo general, se han precarizado cuando no proletarizado. El sueño ascendente de las clases medias, otrora dominante, se ha esfumado. Y no comulgan con los presuntos escándalos de la trayectoria de Juan Carlos I y que adoptó su paroxismo cuando, al inicio del confinamiento, Felipe VI aprovechó para lanzar el comunicado con el que teóricamente desconectaba con su progenitor.

 

Puede que en 2022 Juan Carlos I retorne de su huida a Abu Dabi. Un destino escogido al detalle, no se fue a Francia ni a Gran Bretaña (donde Corinna Larsen ha interpuesto la demanda) ni a ninguna democracia avanzada que respete los derechos fundamentales. Será esencial observar la reacción de Unidas Podemos y los nacionalismos periféricos con la vuelta. Pero el problema, al final, lo tendrá el PSOE al que, antes o después, la izquierda sociológica no le aprobará que haya sostenido a Felipe VI y rechazado abrir las comisiones de investigación en el Congreso de los Diputados. Sobre todo, si a medio plazo comprobamos que el rey y Vox se apiñan. Sin reforma constitucional la erosión es irreversible. Y no habrá modificación de la Constitución porque, a efectos prácticos, el rey lo impide.

 

Porque, en el fondo, la Transición supuso la restauración borbónica; ahora en peligro. La estabilidad fue enorme en estas décadas. Pero el modelo está agotado. Y una gran coalición a la alemana en 2023 resquebrajaría al PSOE. Y un PP hipotecado a la ultraderecha ahondaría en las dificultades. Felipe VI lo intuye. Se encomienda a que socialistas y populares le salven. Pero el precio electoral a pagar por uno y otro no tiene nada que ver. Para el PSOE puede ser letal.

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