CC desciende demoscópicamente. No se hunde al estilo de UCD en 1982. Pero no crece sino que pierde respaldo electoral desde 2019. En el mejor de los casos, se estanca con respecto a los últimos comicios autonómicos. Pero la tendencia ahora mismo es que retrocede y no repetiría los 20 diputados de mayo de 2019. Hay tránsitos por el desierto político que tienen un desenlace exitoso y otros que no. Y, pase lo que pase, 2023 será la cita clave para que Fernando Clavijo pueda o no seguir estirando su trayectoria pública. Es evidente que se fue al Senado para obtener un refugio procesal (aforamiento) que lo amparase de los diversos casos judiciales que le conciernen. Ningún nacionalista se va a Madrid supuestamente a defender los intereses de su tierra. Sin ir más lejos, Jordi Pujol prohibió a cualquiera de los suyos ser ministro en la capital del reino; los catalanes se quedan en Catalunya.
Cuando Clavijo dio el salto a la política autonómica en 2015 se encontró con que los dos principales líderes hasta entonces no repitieron como cabeza de cartel. No lo hizo Paulino Rivero ni tampoco José Miguel Pérez. A Rivero se lo cargó políticamente el propio Clavijo en una votación interna más reñida de lo que el lagunero esperaba. Es más, si no hubiera sido por los votos de los delegados del exterior, el peso venezolano, quizá el resultado hubiera sido otro. Por su parte, Pérez sondeó dentro de las filas del PSOE a través de sus lugartenientes para testar si la organización aceptaría su candidatura. Al no verlo nada claro, el que fuera vicepresidente y consejero de Educación prefirió apartarse del proceso de primarias que se abriría.
Por el contrario, para Clavijo el escenario en 2023 será otro. Tanto Ángel Víctor Torres como Román Rodríguez volverán a encabezar sus respectivas listas. Y el que fuera jefe del Ejecutivo sabe que será su última oportunidad para retornar a la política canaria, con independencia de que sea él o Ana Oramas la que asuma el rol electoral.
Clavijo no puede permitirse un pacto con Vox. Y eso estrecha considerablemente su margen de maniobra. Dentro de CC impera el cansancio de no ostentar el poder. Y muchos añoran los tiempos en los que había puestos institucionales a mansalva que repartir. La ambición de ser consejero, viceconsejero o director general no desaparece de la noche a la mañana para aquellos que desde 1993 solo saborearon la cumbre del gozo. Clavijo tiene que repartir entre los suyos o, de no hacerlo, políticamente estará acabado.
Con el tablero demoscópico imperante, a Clavijo no le quedará otra que la misma noche del recuento llamar a Torres y ofrecerse para ser su vicepresidente a cambio de tres consejerías y la presidencia del Parlamento; el menú clásico en las islas. Esta oferta para Torres tiene sus riesgos en Gran Canaria; aunque un mandato de Antonio Morales en el cabildo es la mejor manera de bloquear que luego Clavijo le presente una moción de censura. A efectos prácticos, lo importante ahora es reseñar la vía restante que le queda al jefe de filas de CC u Oramas: ser el segundo del aruquense. Y en mayo de 2023, de seguir las cosas como están, no tendrá duda en demandarlo al precio que sea. Será su salvavidas. CC no puede proseguir en el desierto así hasta 2027. Sus cuadros y militancia no se lo permitirán. Y Clavijo ya empieza a intuirlo, aunque ha tardado en verlo extasiado por los que hasta la fecha le susurran al oído. Avisado estuvo.
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