No son ni Romeo ni Julieta y, sin embargo, están obligados a entenderse. Un amor político peculiar, con fecha de caducidad. Me explico. Los escaños de Casimiro Curbelo son valiosísimos, decantan la conformación de un Gobierno u otro. De hecho, en 2019 lo hizo a favor del Pacto de las Flores. En un escenario de confrontación, de pugna partidista de bloques a izquierda y derecha, Curbelo es y lo será todo en el horizonte de poder en Canarias. ASG unge y derriba ejecutivos y, por ende, pontifica o finiquita liderazgos de sus competidores próximos. Por el contrario, en un escenario de concentración, de enormes bloques de gobernabilidad al estilo de uno entre el PSOE y CC, las actas de ASG son totalmente irrelevantes. Saber desenvolverse en ese filo de la navaja es, para el gomero, su cara y cruz.
Ahora estamos precisamente en el primer escenario (el de la confrontación) y, por tanto, el jefe de ASG puede cambiar de bancada. Razón: la oposición estaría encantada de nombrarlo presidente del Gobierno a través de una moción de censura. Y él lo sabe. De paso, el gomero jalonaría de forma exitosa el tramo final de su trayectoria pública. En suma, Torres no puede correr riesgos. Y el precedente del Cabildo de Fuerteventura es más que suficiente para otear peligros innecesarios en lo que resta de legislatura. Esto es, año y medio mal contado que para un político con ambición (y todos la tienen) pueden saber a gloria mientras gozas del despacho presidencial y eres recibido en La Moncloa y La Zarzuela en audiencias respectivas. El aruquense debe protegerse a sí mismo y, a la par, preservar su gran logro: que el PSOE siga ocupando el epicentro del sistema de partidos en el archipiélago, atalaya privilegiada que arrebató a CC en 2019.
Otra cosa será cuando emerja un escenario de concentración, que es el momento idóneo en el que Torres puede jugársela a ASG. Esto puede darse en 2023. ¿Por qué? Si las encuestas actuales en el ámbito estatal se confirman con el transcurso del tiempo, el PP ganaría las elecciones generales pero requeriría, en todo caso, de Vox. La dependencia de Pablo Casado con respecto a la ultraderecha puede evitarse con una abstención del PSOE similar a la que se produjo en época de Mariano Rajoy, aquella famosa disputa interna entre Pedro Sánchez (‘no es no’) y Susana Díaz. La presión sobre Ferraz será brutal por parte de los poderes fácticos instalados en Madrid que serán los primeros concernidos en rescatar, al precio que sea, los rescoldos del bipartidismo de antaño. Es en este tablero donde se propiciaría, si se tercia, una alianza entre Torres y CC. No por la necesidad de contar con el respaldo de Ana Oramas en el Congreso de los Diputados, que nada contará si el PSOE facilita el trámite parlamentario a Casado, sino porque el socialismo se habrá alejado de Podemos y, a fin de cuentas, de un socio del Pacto de las Flores.
En términos estrictos de aritmética parlamentaria, el centroizquierda isleño cometió un error al enviar al ostracismo a Curbelo. Pero eso ya es historia, no tiene vuelta atrás. Entre otras cosas porque paradójicamente, hoy por hoy, al PSOE no le interesa el regreso del líder de ASG. Implicaría que Torres no contase con el escaño socialista en La Gomera ni con el segundo de la lista autonómica. El aruquense poco o nada tiene que ganar con esta operación. Lo que no puede hacer, bajo ningún concepto, es dar un paso en falso y perder el privilegio que atesora frente a los otros actores. Claridad presidencial para no enredarse. Para no perder el segundo mandato que, en este instante, tiene a mano.
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