Para Yolanda Díaz es imprescindible la derogación de la reforma laboral impuesta por Mariano Rajoy y aún vigente. Va más allá del deseo gubernamental, de lo programático, y constituye para la ministra de Trabajo y Economía Social su principal bandera electoral y, por ende, de todo aquello que sociológicamente se encuentra a la izquierda del PSOE. Si nos quedamos con un diagnóstico a cuenta de una especie de pulso personal entre Díaz y Nadia Calviño, nos enredaremos en lo nimio pues, a buen seguro, ni hay nada entre ellas que una buena conversación no pueda salvar y, sobre todo, si es una problemática de agenda, podrían coordinarse y mantenerse informadas perfectamente. No es un tema de egos, para nada, sino de convicciones ideológicas; de estructura de poder.
Por eso Pedro Sánchez enseguida ha reforzado a Calviño, con independencia de las apetencias de Bruselas. Lo que ocurre es que Díaz cuenta con el respaldo de los sindicatos de clase. Y el PSOE, que no ostenta una mayoría absoluta, no puede acudir a las urnas en 2023 enfrentado a UGT y CC OO. Sin ir más lejos, a son del reciente abrazo entre el presidente del Gobierno y Felipe González, aún para el ‘felipismo’ escuece la derrota que supuso la huelga general del 14D en 1988; hasta TVE se fue a negro. En aquella cita huelguística los socialistas disponían de una cómoda mayoría en el Parlamento, todavía Alfonso Guerra estaba en el Ejecutivo, y no esperaban que Antonio Gutiérrez (CC OO) y Nicolás Redondo (UGT) les ganaran la partida.
Sin derogación de la reforma laboral, el Gobierno de coalición de izquierdas no se sustenta. Y derogar es derogar, no es cuestión de formas. Si Sánchez lo anunció en el 40 Congreso del PSOE y asimismo Podemos lo desea, ¿por qué se genera semejante polémica? Porque una y otra organización entienden el acto de derogar, en cuanto al cómo y el qué, de manera dispar. Y las centrales sindicales ya se han percatado y, por tanto, secundarán a la ministra de Trabajo y Economía Social y probablemente próxima candidata a la Presidencia.
Así las cosas, ambos partidos no solo se juegan mucho ahora a son de la gobernabilidad sino asimismo de cara al futuro electoral que les aguarda. El PSOE no debe aspirar a ser Ciudadanos, un mero reformismo. Ese hueco lo ha ocupado el PP mientras asistimos al concurso de acreedores en términos políticos de Inés Arrimadas y su último pelotón de actas disgregadas por el Estado. La guerra de posiciones tácticas es elemental en política. Y en los comicios en Madrid este 2021, fue Más Madrid quien quedó segundo por delante del PSOE y se apropió naturalmente la medalla de ser líder de la oposición. Con estos precedentes, Sánchez no puede enfrentarse a CC OO y UGT. Demasiada precariedad concurre en el mercado laboral para ser desatendida por el PSOE. Y la reforma laboral de Rajoy activó el ERE como mecanismo de despido colectivo barato y rápido. Llevamos una década de retroceso para las clases medias y trabajadoras.
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