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Rafael Álvarez Gil/TA. Rafael Álvarez Gil/TA.

La bandera de Ramírez

TA ofrece la columna diaria de Rafael Álvarez Gil

direojed Lunes, 18 de Octubre de 2021 Tiempo de lectura:

La tarde del sábado se vivió una jornada festiva en el recinto de Siete Palmas a cuenta del derbi canario. Una alegría que culminó para la afición local con una victoria en el último suspiro. Enseguida las gradas fueron una explosión de color. Y la plantilla amarilla tuvo la iniciativa de conmemorar la hazaña de retratarse con la bandera tricolor de las siete estrellas verdes. Una foto que corre como la pólvora por los teléfonos móviles y las redes sociales. Una instantánea que quedará para la posteridad, como aquellas proezas de repulsa del pueblo canario en el Insular contra la dictadura.

 

Por supuesto, esto no estaba en el guión del propietario y presidente de la Unión Deportiva Las Palmas, Miguel Ángel Ramírez. El mismo que en su día decidió (dejando al margen al Cabildo de Gran Canaria presidido por Antonio Morales y con Ángel Víctor Torres de vicepresidente; ambos -de hecho- conmemoraron la enseña de las siete estrellas verdes en la misma entrada de la Casa Palacio en Bravo Murillo) que el equipo isleño jugase en el Camp Nou con la bandera española y la fecha bordada en la equipación a son del referéndum en Catalunya del 1 de octubre de 2017. Entonces el vestuario encajó como pudo la decisión presidencial de “tomar partido”, como rezó el comunicado oficial de la entidad.

 

Ahora la justicia poética ha tomado su propio resarcimiento. Y los jugadores hicieron gala de la bandera tricolor de las siete estrellas verdes en el momento propicio, justo haciendo patria ante los aficionados del Club Deportivo Tenerife siendo estos testigos de la celebración desde el ángulo que une la zona Sur con la Curva. Surgió la alegría, el éxtasis del pueblo canario. La grandeza del fútbol es que aparte de los maletines, los billetes y el poder, siempre ofrece rendijas donde se cuela la realidad: el sentir popular, el festejo isleño. Y no hay dueño que lo detenga. Por eso, incluso, hasta los regímenes totalitarios han intentado controlar todo lo que rodea al mundo del balompié: ningún palco presidencial resiste lo que emana de la pulsión social volcada en el graderío. Esperemos que el club no cometa el error de emitir otro comunicado, aunque sea verbal, de que no se repita la gesta canaria de la bandera. Y que los jugadores dispongan de la misma libertad que disfrutaron el sábado.

 

El conjunto amarillo arranca con una buena racha. Y la meta del ascenso a Primera División se olfatea de algún modo. Sería otra oportunidad de codearse junto a los grandes. La misma que se disfrutó en tiempos de Quique Setién en el banquillo y que terceros que susurraron al oído de Ramírez encharcaron porque el cántabro destacaba, y eso de toda la vida genera envidias y celos que enardece la mediocridad que habita en la empresa u organización que se tercie. Con todo, Ramírez tiene aún la posibilidad de alcanzar el fuste de la figura pública que Gran Canaria desea de todo empresario de relevancia. En él está la capacidad de no desaprovecharla.

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