VICENTE LLORCA
Según el diccionario Oxford, posverdad es la palabra del año, no en vano define un comportamiento al alza en estos tiempos, que no es otro que crearse una opinión atendiendo a la emoción o a las creencias personales antes que a los hechos objetivos.
Hasta ahora creíamos que lo de Telde, lo que sucede desde hace mucho en la cuarta ciudad más importante del Archipiélago, no tenía nombre; sin embargo, ya podemos decir, gracias a los prestigiosos filólogos británicos, que en el municipio de los faycanes impera la posverdad, solo así puede entenderse la deriva al que lo han abocado, mientras sus responsables políticos, de todo signo y color, siguen sin dar respuesta a unos hechos objetivos que dan cuenta que estamos ante el Ayuntamiento que se encuentra en la peor situación de cuantas hay en Canarias e, incluso, en el Estado.
La semana pasada, en ese goteo de noticias esperpénticas, por no decir dramáticas, que sufre Telde, supimos que miles de usuarios se vieron afectados por el corte de luz, por impago, burocracia al margen, de las instalaciones deportivas municipales. Ésta, conocemos que no hay ni un euro para pintar un paso de peatones. Y así sigan sumando, mientras malamente se sostienen los servicios básicos.
Las deudas históricas acogotan a la corporación a la que le cuesta encontrar proveedores o contratar un simple grupo musical para un acto festivo ante la desconfianza general. Los ha habido que han cobrado más por intereses por la demora que por el servicio prestado. El esperpento viene de lejos y el inventario de horrores es interminable. Desde un multimillonario Palacio de las Culturas, a medio hacer y condenado al abandono, como cruel escaparate de este municipio patrimonio capital de nuestra historia, a un reguero de casos de corrupción todavía sin enjuiciar, mientras el tiempo enfanga a la señorial Telde.
Estando en estas, lo desolador es que las aversiones y los enconos siguen presidiendo las relaciones entre las fuerzas políticas que continúan dejándose arrastrar por unas nocivas maneras que se instalaron hace mucho, mientras el municipio agoniza.
El encanallamiento está matando a Telde y, en consecuencia, maltratando a sus más de cien mil habitantes. Así las cosas, cualquier estrategia que pase por no facilitar la estabilidad política, salvar al municipio, es una clamorosa irresponsabilidad. De ahí que resulte del todo incomprensible que no se selle de una vez ese nuevo pacto de gobierno que quedó en minoría tras la marcha de Más por Telde y que ahora recupera la mayoría con la incorporación de CC, por un quítame allá una asesoría jurídica, a propósito de un PSOE local díscolo, ante la tibieza de su ejecutiva insular, mientras la ciudadanía sufre, atónita, la ausencia de servicios.
Resulta difícil entender lo que pasa ante la gravedad de la situación. O mejor, solo puede explicarse volviendo al principio, a la palabra del año: la posverdad. Y lo que vale para Telde vale para todos. Ahí tienen también a un Gobierno de Canarias en un ir y venir, un déjame ver, en un ahora sí, ahora no, que deja a las claras el menudeo político en el que estamos instalados.
Vicente Llorca Llinares es periodista y director-adjunto de Canarias7. Artículo publicado en C7 en su edición de este sábado.
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