La astucia de un alcalde amarillo

ÁLVARO MONZÓN

No voy a escribir ni de fútbol ni de baloncesto. Ni del mar ni del cielo. Tampoco del amarillo del pájaro canario, ni de las dislocaciones de la simetría de colores de algunas mariposas.

Resulta que la variedad de colores se la debemos a nuestras percepciones visuales. No las busque fuera de nuestro ser. No se encuentran más allá. En un sentido prístino, el color no existe como tal en la realidad física. Algunos mamíferos sólo perciben el intervalo acromático.

Aristóteles avisó de cuatro colores básicos: la tierra, el fuego, el agua y el cielo. Da Vinci los definió como propios de la materia y, Newton, relacionó la luz con el color porque descubrió el sol a través de un prisma. Los colores son bimembres. Nos motivan y cautivan. Ofrecen sensaciones, expresan valores, representan, etc.

Centro mi atención en cuatro colores: el amarillo, el verde pistacho, el naranja y el rosa. En épocas pretéritas los dos primeros, juntos,  alcanzaron una peculiar raigambre histórica. Pasado un tiempo, vaivenes coyunturales, dividió la mezcla con tumultuosos y enconados resultados.

En el otro lado de la paleta, se encuentra el color rosa con gustos antinómicos muy marcados. En medio, retando al sabio Arquímedes, el avizor naranja.

Concluyo y añado que, en la paleta de colores también hay dominantes, colores locales, colores cálidos y fríos. Colores análogos, por ejemplo, sabemos que el verde pistacho es análogo del amarillo y azul.

En definitiva, la mezcla de nuestros protagonistas: los colores citados (amarillo, verde pistacho, naranja y rosa) sale en Telde, un alcalde amarillo…, ¡¡perdón!!

Una mezcla disoluble y nebulosa.

Álvaro Juan Monzón Santana es concejal de Más por Telde en el Ayuntamiento de Telde, experto en Sostenibilidad y Participación y escritor medioambiental.