“Si las mujeres se paran, el mundo se para”, decía el lema de la manifestación feminista del pasado ocho de marzo. La mitad del mundo ya se ha parado, al menos en España. La mujer en edad fértil hace ya unas unas cuentas décadas hace huelga de maternidad.
Dispuesta a ocupar el puesto que se merece y del que ha sido relegada durante años, han postergado la cuestión de los hijos a un segundo lugar. Ha servido la huelga del 8M para que nadie cuestione ya que la maternidad, tal como está considerada en nuestro sistema actual (falta de medidas de conciliación familiar y de apoyo a la maternidad), penalice a las mujeres en su carrera profesional. Si nuestras madres crecieron conformes a la ley no escrita de que la maternidad era cosa de mujeres y que el cuidado debía estar a su cargo, las nueves mujeres actuales se han rebelado contra este dogma.
No hay que ser un visionario para saber que a este ritmo y con una sociedad cada vez más envejecida, nuestro sistema de pensiones sea insostenible.
Y no es porque el gobierno se empeñe en que hagamos un plan privado de pensiones, que también, sino que somos muy pocos los que estamos trabajando y muchos menos los que vendrán detrás a hacerlo. ¿Podrá sostener la población actual las futuras pensiones? Evidentemente no. ¿Qué hacer?
Sólo dos opciones: o se aumenta el doble las cotizaciones laborales, con lo que nos quedaría un sueldo pírrico; o se invierte en inmigración. Lo dice alguien tan lejano de ser considerado un antisistema como el FMI (Fondo Monetario Internacional): “para que el sistema de pensiones español se mantenga en las próximas tres décadas es necesaria la contribución de 5,5, millones de nuevos inmigrantes”( El país, 17 de Marzo de 2018).
Malos tiempos para los racistas. Alguien debería extraer conclusiones de esto, de las trabas impuestas para la legalización a los inmigrantes, de los cientos de inmigrantes apresados en centros de retención, de los muchos que trabajan desde hace años ilegalmente.
A los racistas, como el hombre que fue expulsado de un vuelo de Binter de la Palma a Tenerife por negarse a que una azafata negra lo asistiera, alguien debería explicárselo.
Nieves Rodríguez Rivera es profesora de Lengua y Literatura.

























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