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Jueves, 04 de Diciembre de 2025

Actualizada Jueves, 04 de Diciembre de 2025 a las 07:45:38 horas

Participantes en el Camino de Santiago en Gran Canaria/TA. Participantes en el Camino de Santiago en Gran Canaria/TA.

José Luis González Ruano y el Camino de Santiago en Gran Canaria

TA ofrece una reflexión, a modo de crónica, del profesor, ecologista y escritor José Manuel Espiño Meilán

direojed Domingo, 26 de Febrero de 2023 Tiempo de lectura:

Dedicado a todos los peregrinos que, año tras año, recorren con fervor y esperanza la ruta jacobea que José Luis plasmó en su obra literaria y a los senderistas, montañeros, caminantes que transitan una senda que une presente y pasado, paisajes y vivencias, etnografía y leyendas.

 

Aún no hay pasado dos meses del tercer aniversario del fallecimiento del amigo José Luis cuando recorro, una vez más, su Camino jacobeo.

 

Esta vez lo hago con un grupo de maestras, mujeres capaces de transformar con la magia de la educación, la sociedad donde se encuentran, ilusionar su comunidad educativa a través de proyectos innovadores y, con su incuestionable entrega, pasión y amor, cambiar el mundo.

 

Todas ellas pertenecen al C.E.I.P Otero Pedrayo, centro de Infantil y Primaria del municipio -concello, en mi lengua natal- de Rábade, pequeña villa lucense situada a orillas del río Miño, que alberga una población de unos mil quinientos habitantes.

 

Son, fueron y serán maestras de Rábade -cuando ejerces con vocación de docente, lo eres para toda la vida-, unas en activo, otras jubiladas, todas queridas y estimadas por la población rabadense.

 

Para mis lectores canarios, el escritor Ramón Otero Pedrayo de quien recibe el nombre con orgullo el colegio rabadense, reconocido con el título honorífico de “Patriarca de las Letras gallegas” es a la literatura gallega lo que Benito Pérez Galdós es a la literatura canaria, un orgullo nacional. Ambos fueron extraordinarios escritores de vasta producción y destacadas obras en diversos géneros literarios, imprescindibles a la hora de entender y analizar la literatura y la sociedad gallega y española vivida en los siglos diecinueve y veinte.

 

Volviendo al grupo de mujeres que admiro, una de ellas es mi hermana María Jesús Espiño Meilán, incansable peregrina de rutas jacobeas, activo miembro de las Asociaciones de Amigos del Camino en aquellas localidades donde impartió e imparte docencia: Mondoñedo y Lugo, veterana senderista que durante dos décadas ha llevado a centenares de niñas y niños de los colegios Álvaro Cunqueiro en Mondoñedo -cinco años de Camino de Santiago con su alumnado-, y Otero Pedrayo -quince años de Camino de Santiago- a realizar los periplos jacobeos que enlazan Mondoñedo con Santiago (Camino de la costa o Camino del Norte) o Lugo con Santiago, recorriendo en este caso etapas del Camino Primitivo, luego del Camino Francés y por último los tramos de un Camino común que aúna los Caminos que proceden de Europa hasta su culminación con la llegada a la plaza del Obradoiro, en el corazón de la ciudad de Santiago, Patrimonio de la Humanidad.

 

Hace años que deseaba María Jesús hacer el Camino de Santiago en Gran Canaria, tantos como tiene la primera publicación editada sobre el mismo, que no es otra que la obra de Jose Luis González Ruano. Fue precisamente el autor quien le habló del Camino a través de su palabra escrita. Un ejemplar de “El camino de Santiago en Gran Canaria. Un viaje a la isla interior” publicado en el año 2010 le hizo llegar como regalo. Leerlo -conocía ya a José Luis pues había compartido con él y su grupo viajero -en aquel año mis amigos y compañeros Santiago y Elías- una buena parte del Camino Inglés que une la ciudad de El Ferrol con la ciudad del Apóstol- y desear hacer la travesía insular fue todo uno.

 

Era el 2010 Año Jubilar Jacobeo. Un año que nos encontró caminando por la Ruta más transitada de todos los Caminos a Santiago, la que une Roncesvalles con Santiago, a cuatro amigos canarios: Luis Ramírez, Santiago Álvarez, José Luis González y yo.

 

Recuerdo que al grupo nos animó iniciarla una etapa más allá de la frontera española, justo en el pueblo francés de Saint Jean Pied de Port, donde al lado del río Nive, el francés y el euskera se escuchaban en las tabernas del pueblo, recordándonos que Donibane Garazi -así se llama este pueblo en euskera-, era la capital, en un pasado no tan lejano, de la Baja Navarra.

 

Fue el año que José Luis publicó un pequeño pero imprescindible libro, una acertada guía sobre un Camino que unía los dos templos jacobeos de la isla. El tránsito a través de ellos en busca de un apóstol Santiago, santo de devoción en ambos municipios, San Bartolomé de Tirajana y Gáldar, llevó a José Luis a escribir una hermosa obra literaria sobre el Camino, aderezada con un viaje de encuentro con uno mismo a través de las vivencias asociadas a un periplo singular.

 

“Uno comienza a andar porque sabe que debe hacerlo y todo lo que aparece desde entonces ante sus ojos lo nutre de significados. Es una forma de crecer hacia adentro” -nos revela su autor, poco después de comenzar su periplo.

 

Los valores excepcionales encontrados a lo largo de la ruta justificaban el Camino transitado. Son ellos los que en verdad dan sentido al Camino, como lo son los sentimientos de cada persona, la fe y la esperanza en el encuentro con el Apóstol.

 

No deberían plantearse discusiones sobre ello. ¿Es un Camino religioso o una ruta senderista muy transitada? ¿Se trata de una ancestral ruta aborigen o acaso un camino reciente diseñado para la movilidad de arrieros, artesanos, comerciantes, pastores…? Nadie puede poner en duda que se trata de una vía pedestre de comunicación entre el norte y el sur, o el sur y el norte como ustedes quieran, de primer orden. Si partimos de esta realidad incuestionable, todas los usos del Camino estarán justificados.

 

Yo, al igual que vienen haciendo miles de personas al transitar por esta ruta, pretendo la comunicación entre diferentes lugares de la isla, el encuentro con la naturaleza, la emoción de nuevos y variados paisajes, de la grandiosidad de cada mirador geológico que se encuentra a lo largo de la ruta, la sorpresa de la disparidad climática en una y otra vertiente, del paisaje transformado por la agricultura y la ganadería, de los sabores de sus quesos, de sus vinos, de su pan de papa, de sus dulces, los propios de cada pago, de cada encuentro con otros peregrinos, con otros senderistas. No hay más. Que cada cual le llame como quiera. Personalmente, me gusta el nombre acuñado por mi imperecedero amigo José Luis González Ruano: El camino de Santiago en Gran Canaria, pero, desde el mayor de los respetos, cada cual es libre de llamarle e interpretarlo como quiera.

 

Y así, el domingo diecinueve y el lunes veinte de febrero, en dos etapas, tal y como las habíamos realizado, una y otra vez, José Luis y yo en el año previo a la edicion de su publicación, recorrimos el Camino, ajenos a la afluencia masiva que estábamos propiciando y que han corroborado miles de peregrinos, viajeros y caminantes en estos dos últimos años, muchos de ellos animados por la literatura, pasión y espíritu reflejados en su publicación. Leyendo cada capítulo antes de iniciar la travesía, sintiendo similar anhelo al que embargó el corazón de Aythami -mi joven personaje de la novela “Un camino de leyenda”-, cuando supo que él y su pandilla iban a realizar el periplo sugerido por el libro de José Luis.

 

Me convertí, con enorme satisfacción en el guía y cicerone de este grupo de entrañables maestras y, una vez más, confirmé la extraordinaria capacidad de mi amigo para emocionar, para sugerir una aventura apasionante en el periplo que ibamos a iniciar, desde el primer párrafo de su publicación:

 

Hace años, señalando la salida de la alameda, junto a la iglesia de Tunte, en la isla oceánica de Gran Canaria, había dos leones sobre pedestales. Seguramente, antes de que fuesen malgastados por el tiempo, los leones, colocados allí como un detalle pintoresco, provocaban en quienes se detenían frente a ellos la ilusión de un viaje, una transposición momentánea. Nada me resulta más llamativo ante la larga caminanta que me propongo iniciar que la evocación de esas criaturas salvajes labradas en piedra, porque parece trascender la realidad de esta isla de extraños contrastes, como un mito de lejanías necesario para la existencia activa. Un recuerdo lógico al comienzo de una aventura natural”

 

Quise ir más allá del papel de cicerone y convertirme en un observador de emociones, de las vivencias de un grupo de mujeres ajenas al hecho vulcanológico, a la diversidad botánica, a la singularidad de nuestro registro gastronómico, a captar sus sensaciones.

 

Procedentes de una tierra formada en la zona de confluencia de dos supercontientes: Gondwana y Laurasia, y el océano Reico -hablamos de una antigüedad de quinientos millones de años en la primera etapa de la formación geológica de Galicia- donde el granito es la primera roca formada y la más abundante, una roca ígnea plutónica que se nos muestra tras la erosión sufrida por decenas de millones de años, ofertándose a nuestra vista como ancestral vestigio geológico surgido de las profundidades de la tierra, se encontraban ahora caminando sobre una vieja isla formada por volcanes emergidos del fondo oceánico hace poco más de catorce millones de años. Pero la evolución, formación y desmantelamiento de una isla es tal, que en el tránsito del Camino jacobeo en Gran Canaria, caminarían también sobre piroclastos de volcanes tan recientes que podríamos decir, en tiempo geológico, que las erupciones que los vomitaron sucedieron ayer. Nos referimos al Montañón Negro y a la caldera de los Pinos de Gáldar, aparatos eruptivos fruto del vulcanismo reciente, pues al primero, un fósil de pino canario permitió datar, con escaso margen de error, el momento de su erupción en unos tres mil setenta y cinco años.

 

Por eso observo y callo. Necesito captar esa pulsión emocional, esa sorpresa propia de personas no habituadas a observar tan de cercas el paroxismo geológico del vulcanismo reciente.

 

Y fue así como sucedió. Al conocimiento ofertado sobre el espacio físico recorrido, al conocimiento de su biodiversidad, de sus valores etnográficos, de sus gentes, se añadió todo ese bagaje emocional y vivencial que aporta, desde la diversidad humana, cada una de mis compañeras de aventura. Busqué interpretar cada viaje personal a su isla interior, un viaje propio, que el escritor José Luis González-Ruano interpretaba de este modo:

 

“Aquí estoy, descubriendo la incidencia de mi dimensión humana en este universo volcánico”

 

No sólo el Camino jacobeo era el objetivo de este grupo de maestras en su visita relámpago a Gran Canaria. Aunque las fechas de Carnaval disponibles en la temporalización de sus labores docentes no daban para más, cuatro días mal contados eran suficientes para respirar intensamente la maresía atlántica en la playa de las Canteras, sentir el embrujo de las noches capitalinas, extasiarse ante el cataclismo geológico visionado desde la mesa del Nublo o perderse en las onduladas lomas de las dunas de Maspalomas.

 

Y el Camino se inició en la plaza de Tunte con un ascenso continuo que no se detuvo hasta alcanzar los llanos de Pargana. Las esencias de los pinos embriagaron nuestro olfato mientras sus copas nos regalaban sombra y frescor. Es fácil dejarse llevar por la senda de piedra y pinocha. A nuestra izquierda dejábamos un arco natural que encuadra roques sagrados, imágenes pétreas que cautivan el corazón de los caminantes. Nosotros seguimos, sin pérdida alguna, pues fácil es la senda trazada y las señales amarillas en madera o piedra surgían ante nuestra mirada, oportunamente.

 

De los Llanos de la Pez al Corral de los Juncos. Es fácil caminar por un tramo tan amable. Los pies se mueven firmes entre pistas y senderos. Las noches han sido frías y el termómetro fuera de la mochila apenas rebasa los cero grados. Permanece aún el albor del rocío helado. No hay duda de que si hubiera llovido anoche, estos llanos amanecerían cubiertos por una hermosa capa de nieve.

 

En este año ha llegado tardía la floración de los almendros. Ahora lucen espléndidos, a mediados de febrero. Olores que reportan dulces recuerdos pues sabiamente la memoria los asocia a mazapanes, mantecados, dulces y turrones.

 

La llegada a la Cruz de Tejeda significa el encuentro con las compañeras que hicieron la ruta en coche pues exige la senda a pie, resistencia, sacrificio y aceptable forma física y no todos están dispuestos. Al final se trata de momentos y estados de ánimo.

 

Un cruceiro nos espera con sus originales formas escultóricas. Hay reminiscencias barrocas y hay indigenismo en su trazado y en sus figuras, alejadas del estoicismo románico de muchos de los cruceiros que se encuentran en otros Caminos jacobeos, aquellos que por tierras gallegas orientan los pasos de los peregrinos a Compostela.

 

Nos recibe igualmente la alegría del encuentro con las compañeras, son alicientes previos a reponer fuerzas, son recargas emocionales. Nada hay, luego, como un condumio canario, un almuerzo reposado animándonos a quedar emplazados para la jornada siguiente y culminar así la ruta jacobea. Querían degustar las papas arrugás, los quesos de la isla y los vinos de la tierra. Fue un placer para mí compartir con ellas los exquisitos caldos de las Tirajanas y de Tejeda, los quesos de las cumbres y medianías de Gáldar y Guía y degustar la ropa vieja y un potaje de jaramagos acompañado de gofio y pan bizcochado. Era preciso culminar con repostería de Tejeda disfrutando de su ingrediente principal, la almendra.

 

Es lunes y está amaneciendo cuando abordamos la ascensión al monte Constantino. Aún la escarcha perfila las afiladas hojas de las plantas herbáceas definiendo sobre la tierra un mosaico invernal. Un viejo estanque nos desvía a la izquierda poniendo fin al pequeño calvario inicial, una pronunciada subida convertida por las lluvias en resbaladiza barranquera. Ante nuestra vista se muestra la espectacularidad de la gran Caldera de Tejeda y sus roques. Precisamente serán éstos quienes permitan volar la imaginación de los caminantes recreando en sus siluetas caras conocidas, animales, objetos…

 

Un breve repecho, un giro repentino y nos encontramos inmersos en un mar de niebla que nos acompañará hasta Gáldar.

 

Y es que en esta orientación norte, un océano de brumas lleva vida al monteverde. Vamos a transitar por la otrora selva de Doramas que hoy aparece transformada en campos de papas y cultivos de medianías. Aún encontraremos vestigios de la frondosa laurisilva y del fayal-brezal, pero la mayor parte de sus dominios están ocupados por retamares, territorios ganaderos y suelos agrícolas en la actualidad.

 

Paso a paso se suceden pinares que esconden recientes pulsiones volcánicas. Sorprende la majestuosidad del Montañón Negro y el sobrecogedor vacío de la Caldera de los Pinos de Gáldar.

 

Luego, en el acusado descenso por su ladera, el paisaje se vuelve ganadero y cañadas, cortijos y pastizales nos acompañaran hasta Monte Pavón.

 

Huele a hierba y a oveja. Las suaves lomas cubiertas de pastizales nos trasladan a territorios verdes allende los mares. Y es que la ruta Jacobea -este camino de Santiago en Gran Canaria que partiendo de las dunas y charca de Maspalomas, discurre entre barrancos, roques, calderas y volcanes-, desvela las razones que justifican el por qué Gran Canaria se define como un contiente en miniatura.

Y seguimos en un largo -desesperante a veces-, descenso que no culminará hasta la plaza de Santiago, a los pies de la iglesia del mismo nombre, en el corazón histórico de Gáldar.

 

El asfalto, por el que no habíamos discurrido hasta ahora, hace acto de presencia más de lo deseable y es que antes de su existencia fue camino, luego pista de tierra pero terminó víctima del omnipresente vehículo a motor. Es esta la gran asignatura pendiente del Camino, la búsqueda de una vía alternativa pedestre que aleje a los senderistas y peregrinos del rigor del asfalto y del peligro del tráfico rodado.

 

La ciudad de los Caballeros de Gáldar nos recibe con sus brazos abiertos. Hay hermanamiento de ciudades santas en la misma entrada de su casco histórico y un portapaz con una cruz de peregrino esculpida en piedra para así atestiguarlo.

 

El paseo peatonal nos lleva hasta la plaza de la iglesia entre agradables terrazas y pequeñas tiendas. Hay interesantes edificios que ver, mercados que disfrutar, pero es que Gáldar necesita de una visita sosegada para interpretar su historia, para adentrarse en su pasado, para emocionarse con el arte de sus pintores, sus escultores, sus artesanos.

 

Ahora, es la plaza y el templo matriz y arciprestal, ahora Santuario diocesano del apóstol Santiago, quienes reclaman nuestra atención, quienes nos animan a apurar los últimos metros del Camino.

 

Al fin nos encontramos ante la obra: Santiago el Peregrino, conocida también como Santiago de los océanos. La imagen escultórica del artista galdense Juan Borges Llinares luce en el exterior del templo. Su imagen pétrea ocupa la hornacina central del frontis, de pie sobre una ola.

 

Mi hermana se encuentra eufórica y lo están Juanma y Juani, los amigos del Camino de Santiago en Gran Canaria que nos han acompañando. También las compañeras lucenses que vivieron el periplo. Sonrío. No hay mayor reconocimiento para una persona que la palabra amable, la sonrisa de gratitud del otro.

 

Llevan en su interior un Camino realizado, un Patrón con dos iglesias jacobeas y una promesa: el regreso a la isla para seguir disfrutando de sus playas, sus barrancos, sus montañas y una hospitalidad ejemplar.

 

Regresa entonces a mi memoria el párrafo postrero que ponía punto y final al libro de mi amigo y las disfruto en silencio, sin perderme la imagen de mis compañeras de viaje, abrazándose.

 

“Fue la semilla de un naugragio la que trazó el rumbo en el Atlántico, desde Galicia hasta Gran Canaria, extendiendo el camino de la estrellas en el corazón de la lava hasta hacerlo concidir con antiguos rutas nativas. En algún lugar dentro de mí está ahora ese camino. Es un sendero hacia el pasado y hacia el futuro colocado en el mapa para que podamas mantener los ojos abiertos por encima de la línea del agua, para ayudarnos a entender la belleza ordinaria en el mito vital de la roca en el océano. Quizá sólo estoy al principio de un viaje, proa a una nostalgia azul. La isla se mueve. La balsa de piedra. ¿Quién navega en su interior?”

 

También en este periplo jacobeo, has estado tú, amigo mío. En las palabras de Juani, en la admiración de Juanma, en los recuerdos de Chús y cómo no, en el corazón de éste, tu amigo, que ha rememorado momentos vividos en el Camino hace veinticinco años, verbalizando los textos escritos en tu viaje interior por el Camino de Santiago, nuestra senda insular entre emociones y volcanes.

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