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Viernes, 05 de Diciembre de 2025

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Montaña Melosal, ilustración de  Jaime Checa Gimeno. Montaña Melosal, ilustración de Jaime Checa Gimeno.

La montaña Melosal: un volcán de película (1)

Bajo el epígrafe Una mirada sosegada al Medio Ambiente en Telde (1980-2023), el ecologista y profesor José Manuel Espiño Meilán ofrece un nuevo artículo de la serie de artículos de periodicidad quincenal

direojed Domingo, 05 de Febrero de 2023 Tiempo de lectura:

Bajo el epígrafe Una mirada sosegada al Medio Ambiente en Telde (1980-2023), el ecologista y profesor José Manuel Espiño Meilán ofrece un nuevo artículo de la serie de artículos de periodicidad quincenal

 

Montaña Melosal: un volcán de pelícua (1)

Dedicado al vulcanólogo Alex Hansen Machín quien, con sus publicaciones sobre el vulcanismo reciente de Gran Canaria, su pedagogía, didáctica y entrega altruista en pro del conocimiento, divulgación y protección de estos espacios es un referente esencial en la defensa de los mismos y en la pasión que ha despertado en cada uno de nosotros, defensores a ultranza de la vida y el medio que la acoge.

 

Una vez más, un cono volcánico nos pide que su tratamiento lo abordemos en dos artículos para evitar el cansancio en su lectura y, porqué no, dejarles con la miel en los labios, pendientes de la segunda parte de este artículo: Un volcán de película. Así pues, espero disfruten hoy con las primeras consideraciones sobre la toponimia del Melosal y las lecturas del paisaje y una ruta singular por su derrame lávico serán tratadas el próximo domingo.

 

Melosal es un término amable. Al escucharlo por primera vez lo asocié a algo suave, sedoso. Sé que el nombre procede de una planta, la melosa y busco en el diccionario de la RAE su significado. En su primera acepción, este adjetivo aparece definido así: de calidad y naturaleza de miel. Su segunda acepción está referida a una cualidad personal y la define como: dulce, apacible.

 

Hecha esta introducción, muy subjetiva en un comienzo, la interpretación de dicho término en este preciso lugar: lomo y montaña del Melosal, nos la ofrece una referencia toponímica canaria, pues el término melosa se utiliza en las islas para identificar una planta, o mejor dicho a dos especies distintas del mismo género. Son ellas quienes le han suministrado el fitotopónimo a este hermoso volcán conocido como del Melosal o El Melosal, pues hace referencia a un espacio o territorio donde abundan las melosas.

 

Y si hago mención de dos plantas es porque hay dos melosas en el origen de tal nombre. La primera especie, Ononis angustissima, es conocida como melosa no sólo por los habitantes del lugar, como nombre común o vulgar, sino por los restantes habitantes de la isla o islas donde se encuentra -señalar que también aparecen otros dos nombres en otras islas: taboire fino y taboire frondoso-. El caso es que se trata de un arbusto de porte bajo, con una densa estructura foliar y que en plena floración se cubre de delicadas pero llamativas flores amarillas (ver galería de fotos). Se trata de una planta endémica, con dos subespecies diferenciadas que está presente en las islas de Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife y Gran Canaria.

 

Hay Ononis angustissima, es decir melosas, en todo el campo de volcanes donde se asienta este cono volcánico y hay ejemplares de melosas en la laderas sur y oeste del volcán del Melosal y ejemplares aislados en el borde mismo del cráter.

 

La segunda planta que justifica el origen del nombre del Melosal es la melosa péndula o taboire rosado (Ononis pendula) una planta herbácea anual de la misma familia, que crece hasta cuarenta centímetros de altura con tallos erectos, se cree que nativa pero no endémica de las islas, presente en Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, y con sus flores agrupadas en el ápice de los tallos formando una especie de ramillete y presentando tonalidades rosáceas o azuladas, con venas lineales un poco más oscuras, alas y quilla blanca o blanquecino-amarillenta. Quien trae el origen del fitotopónimo a colación lo justifica basándose en la antigüedad del término para definir la montaña, refrendándolo con la antigüedad de un registro -registro que veremos está asociado y lleva a equívocos con la montaña de El Gallego-, fechado en una escritura testamentaria de principios de junio de 1789, donde se habla de un pedazo de tierra labradía de secano en la montaña del Gallego o Melosal.

 

Yo estimo que las dos melosas le dan sentido al nombre y, al menos para mí, es del todo innecesaria cualquier otra aclaración.

Lo cierto es que también la cercana montaña Herrero recibió en alguna cartografía el nombre del Melosal y, esta mezcolanza de nombres y volcanes no es del todo fortuito, obedece más bien a una falta de rigor a la hora de definirlas, de nominarlas, de identificarlas. Cuento esto por la existencia de una curiosa señal informativa que encontré en el cráter de este volcán.

 

Todo esto sugiere cierta confusión, por eso para evitar equívocos de este tipo, una vez corfirmado el baile de algunos nombres en el transcurso de la historia cartográfica, nosotros dejamos constancia siempre de cualquier acepción que pueda recibir una montaña pues creemos que enriquece la toponimia de un lugar, pero nos quedaremos siempre con la actualmente registrada en la cartografía de GRAFCAN, en su Mapa topográfico 1:20.000. En ella esta montaña no tiene nombre -una ausencia que debería subsanarse-, identificando su lugar con las medidas de tres alturas situadas en el borde perimetral del cráter, siendo la más alta la presente en la cara sur del volcán con 569 metros, la segunda la de su cara norte con 564 metros y la más baja, situada en el labio del cráter orientado al oeste: 553 metros.

 

Aunque la cartografía de GRAFCAN no identifica este cono con nombre alguno, identifica en cambio las laderas que lo delimitan. Así, El Capado es el nombre que reciben las lomas que se encuentran al pie del volcán en orientación noroeste, El Melosal se refiere a los lomos que se encuentran en direccion norte y nordeste hasta su confluencia con el barranco de Silva y El Chirate el nombre que identifica los llanos que, en dirección sur se extienden hasta el barranquillo de Martín Mayor.

 

Curiosamente, tampoco le da nombre alguno a este volcán la cartografía más actual del Instituto Tecnológico Geominero de España, en su Mapa Geológico Escala 1:25.000 Hoja 1109-II y tampoco lo hace el Mapa Topográfico Nacional, en su Edicion de 1998 que, además, recoge como montaña del Águila la que en verdad se conoce como montaña Herrero y que trataremos en un próximo artículo. Nada reseña de la montaña del Melosal, sólo su altura: 569 metros.

 

Busco información en Internet y como montaña del Melosal aparece en www.mendikat.net, elevando su altura hasta los 573 metros y registrando otro nombre para nuestro volcán, el de La Calderetilla, nombre que no debe extrañarnos pues a sus pies, en orientación oeste se encuentran los llanos de la Calderetilla.

 

No quise buscar más, me quedaba acercarme a mi guía de referencia vulcanológica para este conjunto de volcanes de Lomo Magullo y que no es otra que la publicación: “Los volcanes recientes de Gran Canaria” de mi admirado amigo el vulcanólogo Alex Hansen Machín. Siendo de referencia obligada, busco información sobre este cono y constato como en el croquis morfológico que realizó del conjunto volcánico de Lomo Magullo, este cono está identificado como Montaña Melosal y en el texto correspondiente como Montaña del Melosal, fijando en 571 metros su altitud.

 

Sus didácticas y magistrales palabras registran a la perfección la descripción de dicho cono volcánico:

“La montaña del Melosal es un edificio de escorias y lapilis poco compactados, que resalta unos cuarenta metros por encima de su nivel de base. Abierto hacia el este en el sentido de la fractura, su cráter parece corresponder a un comportamiento fisural de la erupción. El mayor volumen de piroclastos se depositó al sur del edificio, construyendo una pendiente prolongada y menos pronunciada que la que cierra el edificio por el norte. En el edificio cratérico se distinguen varias fracturas de asentamiento que corresponden a las diferentes pulsaciones explosivas acaecidas durante la erupción.

 

Desde el cráter surgió una colada de lavas basálticas muy fluídas que se desarrolló unos doscientos cincuenta metros sobre la suave pendiente para después caer vertiente abajo hasta inundar el cauce del barranco de Silva, alejándose del volcán un kilómetro y medio.

En el barranco de Silva, la colada se encuentra prácticamente barrida por las crecidas del mismo, encontrándose levantada sobre el lecho actual, de la misma manera que una terraza fluvial”

 

Pues bien, a este volcán bastante bien conservado les invito a acompañarme. Vamos a ascenderlo con paciencia desde todas las vertientes posibles, observar su flora y su fauna, recorrer su cráter, disfrutar con su silencio, sentirlo.

 

Que el volcán está envuelto en un halo mágico, que goza de una belleza extrema es indiscutible. No en vano el cineasta canario Armando Ravelo ha llevado su película: “La piel del volcán” a este escenario natural, convirtiendo el volcán del Melosal en el motivo central del cartel promocional del film. Como tampoco es una casualidad el hecho de ser este cono volcánico motivo fotográfico recurrente de senderistas, aficionados y profesionales.

 

Mi primera incursión la realizo por la cara sudeste, es la más amable en cuanto al ascenso y en diez, quince minutos nos encontraremos en su cima. La razón es obvia, como señalaba Hansen, apenas se eleva el cono medio centenar de metros desde su base. La zona de acceso está libre de cierres y vallados, dificultad que encontraremos habitualmente en las propiedades existentes al lado de la pista de acceso a este campo de volcanes. La identificarán porque es la única zona del volcán que fue sometida a una explotación minera de extracción de picón y otros materiales piroclásticos. Afortunadamente la superficie llana creada por las extraciones se encuentra naturalizada y el tabaibal está recuperando el espacio fisico con tabaibas salvajes, cañahejas, cerrajas, inciensos, tederas, vinagreras, vinagreras rosadas, salvias, verodes, azaigos, cornicales y bejeques. Aunque no se recupere el perfil original en esta parte baja de la ladera, por lo menos la vegetación autóctona está haciendo la labor de disimular con su densidad poblacional, tamaño y diversidad de especies, el llano de negro picón y el talud asociado al corte en la montaña, ambos generados por el ser humano.

 

No deja de preocuparme que varias fincas se encuentren en venta y me preocupa porque desconozco el grado de vigilancia que se está llevando a cabo sobre este espacio natural pendiente de ser reconocido como espacio protegido. La presión sobre este territorio ya es alta, máxime cuando desde mi primera visita al lugar -hace ya cuarenta y cinco años y en aquel entonces Santidad aún era un volcán que señoreraba todo el campo de volcanes con su impresionante volumen y silueta-, no hubo control alguno sobre las construcciones que poco a poco fueron realizándose y actualmente encontramos consolidadas en él. Es de carácter urgente que los servicios de protección de la naturaleza realicen rondas periódicas en este campo de volcanes, denunciando la más mínima obra que no esté sujeta a planeamiento o que cause destrozos en los abundantes valores geológicos, etnográficos, botánicos y paisajísticos de la zona.

 

Continúo mi ascenso. Por encima de la zona de extracción el cono se vuelve rocoso pero la pendiente es asequible, algo que no va a suceder por su cara oeste y que se tornará en una dificultad mayor en su vertiente norteña.

 

Dediqué una semana consecutiva a visitar y explorar la montaña y sus alrededores. Esto sucedió en la segunda quincena de enero y es importante reseñarlo pues fueron días nublados, fríos y de lluvias intermitentes en el campo de volcanes. Si lo reseño es porque hay singularidades que solo se pueden experimentar y disfutar con un ambiente húmedo, una lluvia suave a primeras horas de la mañana y un suelo donde el picón está mojado, la tierra embarrada y las piedras, cubiertas de musgos y líquines y, consecuentemente, terriblemente resbaladizas.

 

Estas singularidades son muchas y diversas, pero para iniciar la descripcion de este artículo sobre el volcán, destacaré cinco: la primera es la luz del paisaje, donde los perfiles se definen y resaltan adquiriendo profundidades y relieves que no se perciben en días soleados o de ambiente calimoso o seco.

 

La segunda es la pureza de la atmósfera que, cargada de humedad, transmite una sensación de plenitud y alegría por el simple hecho de sentirte vivo y presente en ese momento y en ese lugar, en tan extraordinario como cautivador escenario natural. La tercera tiene que ver con la sonoridad del campo. Los sonidos alcanzan otra dimensión, más limpios y audibles, y los cantos y gorjeos de las aves son más nítidos, llegan más lejos, suenan más libres y hermosos.

 

La cuarta tiene que ver con las plantas y las sensaciones táctiles. Las plantas experimentan una brillantez extrema, saturadas de agua sus hojas tienen un mayor verdor, brillan, se vuelven más tersas y disfrutan de un crecimiento vegetativo excepcional en cuestión de días y siente uno, caminando entre dicha vegetación arbustiva de tipología selvática -no se trata de una metáfora idealizando el espacio vivido, lo descrito es real y este peculiar, por lo inusual del mismo, trayecto geológico y botánico se lo describiré en este artículo para que se animen a ponerse las botas y lo descubran y sientan igual que yo-.

 

Me refiero, claro está, a una vegetación arbustiva potente y densa, con plantas de respetable altura -metro y medio, dos metros de media-, hablamos de la zona más frondosa del tabaibal-cardonal. Plantas que te humedecen la cara, el cuerpo, las manos, la ropa, empapan tus botas, te envuelven con sus ramas enredaderas -azaiga de risco, cornicales, venenillos…-, al intentar seguir la ruta entre ellas, jugando con tu equilibrio, sujetándote tu cuerpo o tus pies hasta el punto de provocarte una caída. En verdad existe el riesgo, pero el simple hecho de transitar entre naturaleza salvaje te vivifica haciéndote sentir, debo confesarlo, una felicidad extrema.

 

La quinta tiene que ver sobre el sentido de la seguridad y orientación que uno educa a lo largo de su vida de una manera consciente e inconciente, de un modo racional e intuitivo, y que en estas situaciones se reactiva hasta extremos insospechados. Tras una lluvia nocturna y acompañado de una lluvia serena y suave durante el trayecto, uno se mantiene en máxima alerta sobre el lugar donde pone sus pies, sobre la seguridad que proporciona el sustrato pisado, sobre aquellos elementos -plantas, rocas, aristas, vacíos en el sustrato volcánico…- que pueden producirnos un corte (no olvidemos que se trata de materiales volcánicos jóvenes, con bordes y aristas ásperas y afiladas), la pérdida de equilibrio y como consecuencia un buen golpe, una peligrosa caída o lesionarse seriamente.

Retomo, dejándoles con la miel en los labios pero con la promesa de revelarles esta mágica ruta, mi primer ascensión al volcán. Fácil fue llegar por la cara sur-sureste. Una vez arriba una senda segura permite recorrer todo el perímetro del cráter.

 

Me encuentro en el punto de mayor altura del cono, la zona orientada al sur. Hay picón suelto sobre el sustrato rocoso, por eso mi alerta y mi petición de cuidado si van a subir y quieren evitar resbalones. Observo el paisaje para poder hacer una lectura panorámica desde el cono. La primera impresión, tras las lluvias otoñales e invernales, es muy hermosa. Todo el campo de volcanes se encuentra cubierto de verdor. Un verdor que se extiende en todas las direcciones hasta alcanzar la cumbre grancanaria.

 

Inicio hacia el sur una lectura rápida del paisaje fijando la vista en el volcán fisural de montaña Bermeja, más conocido como Cuatro Puertas, sigo con los conos volcánicos del Gallego, Topino un poco más elevado y surgiendo detrás, montaña Herrero y detrás de éste, medio escondida, la montaña de La Majada, luego Juan Tello, a su lado Juan Santiago. Al pie de los conos volcánicos, los llanos de El Gamonal donde destaca la presencia imponente de dos centenarios dragos. La montaña de las Triguerillas se encuentra ya en el suroeste del cono donde me encuentro. Elevo la vista para vislumbrar sobre los conos, el paiaje que cierra el campo visual. Recortando la línea del horizonte se define la ladera de umbría del barranco del Draguillo.

 

Recupero la vista dirigiéndola a mis pies, pues quiero observar la ladera del volcán donde me encuentro. Se trata de una ladera de sustrato rocoso que presenta una pendiente suave que se irá pronunciando según avancemos hacia el oeste. La escasez de suelo en la zona alta del cono, lo convierte en el sustrato ideal para los bejeques (Aeonium percarneum) y las vinagreras (Rumex lunaria), pero es precisamente esa singularidad limitante la razón por la que ambas especies no alcancen gran tamaño recordando, muchas de estas plantas, tipologías propias de bonsais.

 

No es una cara fácil para su ascensión pues tiene una fuerte pendiente. No obstante, en mis salidas pedagógicas a este campo de volcanes, siempre abordamos el cono partiendo de la pequeña caseta que creemos se utiliza para la distribución y gestión del agua de riego y que se encuentra en esta orientación, al pie de la montaña. A pesar de la pendiente, el sustrato rocoso es bastante estable y la vegetación asociada a esta ladera, un regalo para los sentidos. Se une también a la elección de esta cara para subir al cráter, el hecho de iniciarse la ascensión en terrenos libres de toda señal que impida un paisaje inalterado donde al tabaibal, que recupera las zonas de cultivo de la base de la montaña como espacio propio, encuentra su continuidad en el inicio de la ladera y posterior desarrollo con las vinagreras y bejeques, melosas, hinojos y veroles que salpican la misma hasta el borde del cráter. Se trata, precisamente, de buscar eso, un paisaje limpio, sin verjas ni vallas, sin mojones ni torretas eléctricas. Nada más que eso, un volcán, alumnas y alumnos emtusiasmados y su inquieto profesor.

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