ÁLVARO MONZÓN
Este año, en pleno confinamiento, recibimos con agrado el galardón de cuatro banderas azules para el municipio de Telde. El izado de Melenara será el vigésimo, todo un mérito que tiene muchos nombres, pero que viene a confirmar el enorme trabajo anual y desvelo para priorizar unas condiciones óptimas de esta parte del litoral.
Las banderas azules se han convertido en el símbolo, más reconocido por los millones de usuarios de las playas, puertos y últimamente senderos de litoral. Medio centenar de países europeos participan en las exigencias de unos estándares mundial de ecocalidad turística y ambiental, anterior e inspirador de las demás iniciativas de certificación de la calidad de playas y puertos.
No es un regalo, ni se compra ni se venden. Detrás de una bandera azul, existe una exigencia que en ocasiones va desde la ausencia de una señal de tráfico mal colocada o al estado de la refrigeración de las casetas de los vigilantes de playa.
Ha evolucionado mucho la organización y exigencias de Bandera Azul. Este fenómeno social, de una simple iniciativa original de una ONG, no es fruto del azar, sino que responde a una necesidad social, sentida y atendida por la Fundación para la Educación Ambiental (FEE), desde hace más de 30 años, revisada y mejorada desde entonces anualmente, a nivel internacional, dentro de una Red cooperativa permanente.
Telde con cuatro galardones, se sitúa en un ranking nacional de considerables rivales. El municipio con más banderas es Sanxenxo (Pontevedra) con 17 calas reconocidas. Pero es que Barcelona tiene 3 playas banderas (Bogatell, Nova Mar Bella y Sant Sebastià i Sant Miquel). En Canarias hay varios municipios con cuatro banderas. Unos reconocimientos que alcanzan ya el millar de municipios participantes en todo el país, lo que viene a reconocer, también, el rigor y éxito de las campañas anuales.
El azul llegó a Melenara un miércoles, día 26 de julio de 2000. El alcalde de entonces, Francisco Santiago, aprovechó para inaugura el local de la Cruz Roja e izar la nueva bandera europea. Fue un acto donde el concejal de Turismo y Playas, Francisco Valido, estaba exultante porque había sido un logro para la playa y el municipio, donde “rivalizaba” con todos los problemas ambientales de las aguas, las carencias propias y un largo etcéteras de problemas. Aquel año, tan solo tres playas de Gran Canaria, consiguieron el izado.
En los albores del cambio de siglo, la ingenuidad reinaba en casi todos. Nadie se creía el reconocimiento. La asociación de vecinos de Melenara cuestionaba la bandera. El debate era duro porque existían las jaulas flotantes justo delante de la orilla de Melenara. Una lucha que llegó hasta a los cimientos universitarios, donde se vio la necesidad de una reubicación y mejoras en las prácticas de una acuicultura sostenible.
Pero había más novedades. Las playas de Telde, inauguraron un mes más tardes las hamacas. Costaron 3 millones de pesetas y su alquiler diario, rondaba las 125 pesetas. Se colocaron 125 hamacas en Melenara, 25 en Salinetas y 100 en La Garita. Comenzó una etapa donde la cualificación del litoral y su adaptabilidad se fusionaba con la mejora de la calidad de vida ciudadana.
Ocho años después, otro concejal, David Halaby, tuvo la capacidad de organizar un equipo de trabajo y fortalecer la concejalía de playas. Logró aglutinar casi diez trabajadores municipales, así como, se coordinaban las concejalías de Medio Ambiente y Playas para ir cumpliendo las exigencias de las banderas azules.
Veinte años dan para muchas historias, incluso este 2020 con el Covid-19 y todos sus protocolos de exigencias también pasará a los anales de las playas del Estado.
Sin embargo, el equipo humano de personas que hay detrás de esas banderas azules de Telde, ha logrado mantener las condiciones y el nivel. Año tras años pasan la reválida de un exigente examen con sobresaliente de nota y un merecido aplauso.
Álvaro Monzón es escritor ambiental y concejal del Ayuntamiento de Telde por Más por Telde.
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