Hace unos días asistí al espectáculo The Hole - El Agujero, una suerte de cabaret, donde ha ido evolucionando desde su concepción primigenia de taberna, a un espectáculo donde podemos encontrar, danza, música, bailarinas, acróbatas o actuaciones de comedia y por supuesto, números de transformismo. Este fenómeno que se ha mantenido en el tiempo, a pesar de la irrupción de las plataformas televisivas, Internet, las tecnologías, etc., pareciera que los había sentenciado, pero he aquí que renacen como ave Fénix. Reinventándose cada día para ofrecer nuevos géneros al público.
Es un espectáculo con un poco, o mas bien un mucho, de diversión canalla, actuaciones mordaces, puestas en escenas libidinosas y como no, un lenguaje audaz y de transgresión continua, con un canto al la vida, mejor aun, a vivir la vida sin complejos, sin mirar atrás. Para mi, que nunca había asistido a un espectáculo anterior y que ya habían representado en la isla, me pareció, innovador, con un ejercicio de valentía, de coraje, de voluntad, que involucra al espectador en un continuo erotismo, en clara referencia a la sátira, los musicales y el vodevil. Hay una parte en especial que nos hizo vibrar y de ahí parte esta reflexión. No es literal pero sirva para poner en antecedentes a quienes nos escuchan.
“Con la resaca de la fiesta viene la culpa, y con la culpa las disculpas y llegan los dolores del alma y del cuerpo, pero saben que les digo, que la fiesta también es eso, que la vida, también es eso. Hay que estar en el agujero para salir del agujero, hay que vivirlo todo. Hay que saber estar arriba y debajo, delante y detrás, hay que transitarlo todo. La vida es una fiesta y hay que bebérsela. He sido rico, he sido pobre, he llevado campana, he llevado pitillo y que?. Hacerlo difícil es no querer saber nada de nadie sobre todo, de esas reuniones en el cole donde dicen que hay que sentar la cabeza, por lo de vivir a mi aire, por lo de ahorrar por si acaso, por hacer que el cuerpo aguante. He dado muchas vueltas, pero mi mente sabe lo que quiere y mi cuerpo tiene miedos complejos y mi corazón se puede permitir las mas suaves brizas de amor. Si, hay que estar en el agujero para salir del agujero y vivirlo todo, hay que vivir a tope aunque a veces duela, en la salud y en la enfermedad de toda tu maldita vida. Para cuando llegue el momento puedas gritar a boca llena si, yo he vivido, yo estuve en el agujero. Yo tengo el poder de mi vida, que nadie te amargue la fiesta, que nadie te diga lo que tienes que hacer.”
Después de escucharlo, con sus interpretaciones y matices, con su tono exultante y rompedor, llegas a la conclusión que nos preocupamos por cosas banales que nos distraen de nuestro camino, que nos hace perder el tren de la vida, nos hace mas convencionales, ajustados a patrones ya establecidos, dejamos de ser irreverentes, sin sustancia, cuando en realidad el ser humano debería ser transgresor, vitalista, con una fuerza arrolladora propia de un revolucionario o un héroe, tenemos que dejar de ser convencionales y vivir mejor la vida.
Juegan con los gestos, las palabras y las interpretaciones. Con todos estos elementos lo hetero, lo homo, lo queer, lo trans y muchas otras orientaciones de género se agitan, se mezclan y se muestran en escena y en los juegos que suceden en el patio de butacas. Lo hacen a ritmo de estándares musicales conocidos. Es un desparrame contenido. Un desfase controlado. Como lo eran las revistas de antaño, las películas de tres rombos y todo aquel teatro variado y cabaretero que surgió a principios del siglo XX, eso si, mas directo, mas transgresor, mas político y con una critica social y política mordaz.
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