Sacando a pasear la ideología

A medida que nos vamos acercando al 28M, se van prodigando numerosas propuestas políticas que abarcan un amplio abanico de ideologías, cada una con sus razones, con sus luces y sus sombras.

Cada una, con su visión partidaria sobre la realidad, cada una con argumentos dispares pues no de deja de ser, la ideología, el conjunto de postulados, valores e ideas que definen como debe ser el mundo que nos rodea. Nos toca bregar en este mar de propuestas encaminadas en su mayoría en conquistar el poder en unos casos, en otros, ser actores necesarios en la conformación de gobiernos, eso si, el romanticismo político se apodera de las bases, que hacen posible mareas de todos los colores para exhibir sus parabienes, sacando a pasear la ideología.

En España lleva años creciendo la polarización afectiva e ideológica: los partidos políticos de nuestro país se encuentran cada vez más lejos en su posición ideológica y territorial y los sentimientos de los votantes de un partido hacia el resto están entre los más negativos del mundo. Sin embargo, estamos mucho más polarizados respecto a cuestiones identitarias (ideológicas o territoriales) que respecto a políticas públicas concretas.

Hay momentos, y este creo es uno de ellos, en los que son imprescindibles formas organizadas de proyectos políticos con capacidad para traducir, en iniciativa, propuesta y fuerza social, los intereses colectivos que se pretenden representar. Con voluntad de transformación, con suficiente fuerza para intervenir permanentemente. Que conozca y discuta los problemas que se plantean, asumir las limitaciones del momento y los convierta en avances concretos. Un cuerpo vivo que, para incidir en los instrumentos de gobernanza colectivos, sea capaz de analizar la realidad del día a día, entender la dificultades, las limitaciones que de ellas se derivan. Fijar los objetivos inmediatos y posibles para superarlos, evitando el fácil y negativo refugio en la frustración y la pasividad.

Asistimos a un cambio de paradigma ideológico. La moción de censura que la extrema derecha ha presentado en el congreso de los diputados, por otra parte legítima y constitucional, juega a su antojo con las reglas de juego establecidas y las cartas marcadas. No se presenta el líder que ya fracasó en su anterior propuesta, presenta para su defensa a un conocido ex diputado comunista y prestigioso economista, Ramón Tamames, que sigue el juego a su manera, de esta propuesta abocada al fracaso. Que saben que no va a prosperar, pero no les importa, quieren por unos días ser el foco de los medios, quieren sacar a pasear su ideología, quieren por un par de días convertir el hemiciclo en un circo, en su circo.

Una manera de debilitar el propio sistema es desde dentro y es ahí, donde la ultraderecha se aprovecha de nuestro sistema, haciendo un uso espurio de las instituciones. Que el objetivo de esta moción es corroer la credibilidad y dignidad de la institución y que además saben que cualquier silencio, auto-exclusión en el debate, lo utilizará en favor de su propio discurso, discurso belicoso, rupturista, medias verdades y lleno de bulos, utilizan el miedo en su retórica como parte de su estrategia.

Sacan a pasear su ideología excluyente, sectaria y clasista. La ideología nunca es una mera traducción de la política. La política posee una relativa autonomía, atravesada por contingencias, coyunturas, relaciones de fuerza, situaciones inesperadas. Además, si bien se puede apreciar a la Ideología por sus consecuencias, esto en la Política se extrema: un proyecto político es siempre dependiente de sus resultados, de la duración del proyecto político y de sus posibles efectos transformadores, en esta moción, la ideología que la propone demoniza la política.