Uno de los sentimientos que alimenta nuestro ego, es la posesión. En nuestra cultura amor y posesión, en muchos casos, van asociados y eso nos lleva a pensar que, amar es poseer. Sin darnos cuenta imponemos obligaciones al otro, le exigimos que sea de tal forma, para ser dignos de nuestro amor.
En lo material actuamos de igual manera, cuando adquirimos un objeto creemos que lo poseemos, y dada la sociedad en la que nos desenvolvemos, las cosas nos poseen a nosotros, sirva como ejemplo el móvil, objeto vehicular de nuestra vida, allá donde vamos, siempre presto a nuestros movimientos, siempre atento, siempre dispuesto, pero ¿es nuestra posesión o por el contrario nos posee a nosotros?
La necesidad de la posesión viene dada por el vínculo que establecemos con personas o cosas, el apego. Creemos que esas personas o cosas son indispensables en nuestra vida, son el sentimiento de posesión y pertenencia la que nos hace vulnerables ante la vida, nos condiciona y el temor a la pérdida, es una característica del apego, no entienden otra forma de relación que no sea, en la que los demás estén siempre a su lado y que además, hagan lo que uno quiere, es la utilización del chantaje emocional.
En la posesión se dan ciertas características que van evidenciado la manipulación, en un proceso lento, pero efectivo del control de nuestra emociones, y del grado de dependencia y en cuyo inicio, esas personas se convierten en seres encantadores, aduladores, cercanos, dejándonos seducir hasta esa dependencia emocional que nos arrastra y nos envuelve. Ese tufo de falso paternalismo, pues se consideran superiores, más inteligentes, más resolutivos, mas y mejores y desde esa falsa creencia, ejercen ese control con la idea de que lo hacen para ayudar al otro.
Es realmente sencillo detectar a ese tipo de personas, posesivas que intentan controlarlo todo, y controlar a quien pretende que siempre este a su lado. Necesariamente asociamos posesión con propiedad y esto les empuja a emplear la manipulación emocional para conseguir atrapar a los demás y tenerlos siempre accesibles para conseguir aquello que anhelan.
En todas nuestras relaciones personales, nos encontramos con personas manipuladoras, egocéntricas, tóxicas. Personas controladoras, que quieren ejercer control sobre todo y sobre todos. Si no tienen la sensación de que controlan y de que tienen el poder sobre la persona, no se relajan. La falta de empatía, el egoísmo, el pensamiento rígido. Detrás de todo esto se esconde el miedo, el miedo a fracasar, el miedo a quedar relegado, el miedo a no se tenido en cuenta.
La persona posesiva busca la seguridad, y eso lo consigue controlando a los demás, ejerciendo sus normas a seguir. No acepta los cambios, ya que le crean una incertidumbre que no pueden gestionar. De ese modo evita que su ansiedad aumente. El control hacia los demás les hace sentirse seguros, les calma, y le genera una cierta tranquilidad.
Haber perdido algo o alguien importante en el pasado, puede crear tal inseguridad y un sentimiento tan profundo de culpa, que puede desarrollar una estrategia emocional, para tenerlo todo controlado y ejerciendo el control sobre los demás, les proporciona cierta sensación de seguridad, y acaba siempre asfixiando emocional y psicológicamente a las personas que conforman su entorno más cercano, obteniendo siempre el resultado opuesto a lo que querían. Es decir, acaban siendo abandonados, Desde la Acera de Enfrente.
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