Con esta concesión al que fuera alcalde de la capital grancanaria, además de Ministro, Senador, Diputado del Común y presidente del Gobierno de Canarias, la Masonería quiere reconocer su trayectoria política, cultural y social, su compromiso con la democracia y su legado humanista.
Las palabras de Jerónimo, sabias palabras que pronunció en su discurso, sobre la situación actual mundial y los embates que siguen asestando a las democracias y a sus gobiernos por hordas reaccionarias. Nos decía también “que en su larga trayectoria personal no se le podía acusar de vanidad”, que no era unos de sus defectos, “ahora que recibo esta alta distinción aflora un poco de ella”, nos dijo. Esto me hizo pensar en las redes sociales que han copado gran parte de nuestra vida.
Si hay un sitio donde hay una manifestación de la vanidad, son las redes sociales, personas que exhiben su superioridad, desde un punto de vista físico o intelectual, mostrando sin pudor expresiones de soberbia, arrogancia y engreimiento, todo ello reflejo de una sociedad polarizada por personajes engreídos, de postureo, de locuaz verborrea que nos inducen a consumir o pensar de una manera determinada a su antojo.
La arrogancia y altivez, que exhiben muchas veces en las redes, aupados por una masa ingente de fieles seguidores y seguidoras de sus expresiones, no deja de ser contradictoria con la humildad y sencillez que muchas de esas personas tienen. La necedad de los soberbios se convierte para ese mismo grupo en un referente indiscutido y venerado. Se utiliza la ignorancia y la mediocridad como fuente de inspiración para aquellos y aquellas que no aceptan sus errores y le asiste una falta de decencia ética, excesivamente vanidosos.
La vanidad es soberbia y como tal, bebe de la fuente de la ignorancia, se aprovecha de la humildad para tejer alrededor de sí una capa impenetrable de cinismo, envidia y falta de personalidad. Últimamente asistimos a unas altas dosis de vanidad; una mezcla de arrogancia, soberbia y engreimiento en grado sumo, no solo en las redes sociales, en la política y también en los medios. La arrogancia fluye como agua en algunos foros donde dan lecciones de moralidad como si fueran el catecismo de algún credo.
Algunos osados vanidosos, soberbios, de miseria manifiesta, interpretan los acontecimientos y se explayan en sus foros, interpretando el sentimiento ajeno para envenenar lo que no son capaces de entender, inoculando el miedo y el odio, porque saben que el ser humano cuando se siente acorralado, temeroso busca el consentimiento o el asentimiento de una mayoría, porque las opiniones de nuestro entorno van dando sentido a nuestras actuaciones.
Facebook, You Tube, WhatsApp, instagram, Tik Tok, ETC., se han convertido en la feria de las vanidades. Construyen nuestra personalidad, son las que nos ayudan a desenvolvernos y relacionarnos con el mundo. Sacamos a pasear nuestra vanidad porque en realidad nos gusta la aprobación social de nuestros actos, queremos controlar las situaciones y, estos actos a través de las plataformas son quienes nos controlan a nosotros. Hacemos una construcción de la realidad de cara a la galería, que más que nada, busca retroalimentar nuestra vanidad…
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