El próximo viernes 25 de febrero es una fecha clave en la agenda de Ángel Víctor Torres: será la conferencia de presidentes de comunidades autónomas y se celebrará en La Palma. Todo un gesto de solidaridad tras la tragedia causada por la crisis volcánica. Con todo, el presidente de Catalunya todavía no ha confirmado si asistirá. En la sede de la Presidencia, Torres, por tanto, lo desconoce. Y le ocurre igual a Pedro Sánchez en La Moncloa. Quedan días hasta el 25 de febrero, hay margen de maniobra, pero cuando pasen los comicios de Castilla y León el siguiente domingo (y su resaca) se acelerará la intensidad de la expectativa mediática de la cumbre en La Palma.
La mesa de diálogo entre La Moncloa y el Ejecutivo de Catalunya sigue sin fijar cita. Y parece que la confusión parlamentaria de la semana pasada a son de la convalidación del decreto ley de la reforma laboral, en la que ERC votó en contra, no ha favorecido que Sánchez retome un acercamiento con Aragonès sino que, por el contrario, en una primera instancia aflora un ansia de castigo. Precisamente la mesa de diálogo es la gran apuesta de ERC y es la que hace que, a su vez, reciba reproches del resto del independentismo: tanto del espacio liderado espiritualmente por Carles Puigdemont como de la CUP. Será decisivo detectar próximamente si Sánchez y ERC se acercan o más bien se distancian.
El debate territorial será un eje principal en la siguiente legislatura. A medida que crezca la ultraderecha, el neoespañolismo mesetario, otro tanto hará los nacionalismos periféricos. Y Catalunya aguarda su ocasión. Torres está llamado, desde Canarias, a contribuir entonces a esa agenda. Y deberá hacerlo dentro del PSOE (probablemente junto a Ximo Puig) como en la confección discursiva interinstitucional que saltará ya con Vox ocupando poder en diversos Gabinetes autonómicos; a la espera de lo que acontezca en Castilla y León y Andalucía, en esta última, de hecho, el ascenso de la extrema derecha podría ser más sorprendente que el 13F en las Cortes de Castilla y León.
Por el momento, el aruquense podría (si se tercia, si se complica en breve) idear un miniencuentro en Santa Cruz de La Palma entre Sánchez y Aragonès a modo de cortesía mediante un paseo por sus calles céntricas y un café en un lugar reservado. El Palacio de Salazar podría ser el enclave idóneo para acoger a ambos representantes públicos. Y Torres haciendo de maestro de ceremonias. En La Palma no tendrán el ruido mediático instalado, sobre todo, en Madrid. Así las cosas, y aunque no desatasque la problemática al calor de la mesa de diálogo, sí podrá, al menos, rebajar la tensión. Sánchez no está en condiciones de prescindir de ERC sin más. Para empezar, ERC y EH Bildu van de la mano, tienen un acuerdo parlamentario al respecto. Y para contar con el PNV es preciso añadirle Ciudadanos en la aritmética. Y es sobradamente conocido que estas dos formaciones distan por completo en su ideario territorial: nacionalidad vasca frente a recentralización y denuncia del modelo autonómico. En La Palma se puede limar asperezas.
























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