Incoherencia del virus

Resulta chocante ver las playas abarrotadas, el ambientazo de las terrazas o las calles repletas de transeúntes que acuden (sin presencia de turistas y todos con mascarillas, eso sí) a sus quehaceres como si nada. La vida transcurre con naturalidad a excepción del ocio nocturno, la suspensión de las fiestas populares o la primera final de Champions sin afición. Y mientras, en Gran Canaria se registran más de un centenar de nuevos positivos cada día que pasa.

Cuando eran cinco los contagios, la gente vivía aterrada, el confinamiento era obligatorio y la ruina se cebaba con la población sin miramientos. Y ahora que somos una de las regiones que más ha empeorado, casi normalidad. Que peligrosa es la incongruencia cuando la salud está en juego. Aunque quizá es imposible evitar la incoherencia en esta situación excepcional que vivimos. Como no tengo respuestas, prefiero no señalar culpables.

Porque no puedo criticar la cuarentena durante los meses en los que el coronavirus más vidas se llevó. Quizá sí que Sánchez no hubiese sido algo más flexible con la petición de Torres de avanzar antes en la desescalada. Tampoco abogaré por un nuevo cierre a pesar del inquietante aumento de contagios.

Mientras la cifra de hospitalizados y fallecidos se mantengan bajo mínimos estaré a favor de no darle un nuevo golpe a nuestra ya masacrada economía. Y es que al final cuesta ser crítico viendo lo que hay fuera, con personajes desnortados como Bolsonaro al frente de grandes estados. Duele en el alma que un presidente que amenaza a periodistas se enfunde los colores de la UD. Aunque pesa aún más que el futuro de millones de personas esté en sus manos.

Ronald Ramírez Alemán es periodista.