No es momento para protestas

RONALD RAMÍREZ

La coherencia es una virtud difícil de exhibir en momentos de crisis hasta para aquellos que dedican su vida a defender causas justas. El ejemplo está en los miles de manifestantes que salieron este fin de semana a las calles de Madrid y Barcelona para condenar el racismo.

Si criticábamos a los pijos que por primera vez se movilizaban en torno a una reivindicación por el peligro que traen sus aglomeraciones en el epicentro de una de las ciudades más golpeadas por la pandemia, debemos hacer lo mismo ahora. Aunque un propósito sea justo y el otro, deleznable.

Es verdad que fue conmovedora la respuesta mundial que trajo consigo el asesinato de George Floyd. Provocó una reacción, física y virtual -las redes sociales se tiñeron de luto bajo el hashtag #BlackoutTuesday-, en la que una mayoría dejó claro a otra minoría que no va a retroceder ni un centímetro en la igualdad social que se ha logrado tras años y años de lucha. Supuso una manera de demostrar al planeta que no se va a permitir otro caso similar sin que las consecuencias se lleven por delante a los que aún fomentan un sistema supremacista.

Ojalá la contestación fuese similar en cada caso de violencia de género... Pero ahora mismo, con tantos fallecidos, ninguna protesta que conlleve masificaciones, por muy necesaria que sea la lucha, está justificada. No podemos pedir a los vecinos del barrio Salamanca que guarden sus cacerolas y busquen otra forma de exigir las reaperturas de los campos de golf y de El Corte Inglés si nosotros hacemos lo mismo días más tarde.

Al menos, este grito casi unánime sirvió para algo. La policía de Minneapolis, a la que pertenecía el agente que mató impunemente, será desmantelada. Y, además, se creará un departamento de seguridad pública orientado a la prevención de la violencia y servir a la comunidad. Porque esta multitudinaria indignación no solo va sobre racismo, sino también sobre la brutalidad policial.

Un exceso del que ningún país se libra. España tampoco. Las palizas que se vivieron el 1 de octubre en Cataluña a los que quisieron votar no se olvidarán. Pero el activismo encaminado a evitar que algo así vuelva a suceder pierde su razón de ser en el momento en el que las acciones ponen en peligro la vida de las personas. Aunque cueste aceptarlo, no es momento para protestas.

Ronald Ramírez es periodista y redactor de Canarias7 en Telde.