GAUMET FLORIDO
Estaba cantado. El Tribunal Supremo se ha puesto de lado de los bancos y ha mandado a hacer gaÌrgaras a los clientes, es decir, a los ciudadanos de a pie.
El dichoso impuesto de marras que grava las hipotecas lo tendremos que seguir pagando los que adquirimos la casa, por lo que el alto tribunal español mantiene la jurisprudencia que veniÌa defendiendo hasta ahora y deja sin efecto el viraje que pudo producirse semanas atraÌs tras una sentencia que deciÌa lo contrario, que obligaba a pagar a los bancos.
¿Acaso hay alguien que se sorprenda? ¿QuieÌn se esperaba una decisioÌn contraria al establishment econoÌmico que lleva las riendas de esta fraÌgil democracia? Por los bancos, lo que haga falta. Que hay que rescatarlos, se les rescata. Que hay que poner en tela de juicio la credibilidad y la independencia como institucioÌn del maÌs alto tribunal español, pues se pone. Todo sea por la patria, al menos por la patria que entienden estos que copan la nomenclatura capitalista de este paiÌs, la patria del dinero.
Pero, a decir verdad, esta decisioÌn no hace sino refrendar una tendencia de unos años para acaÌ en la que asistimos a un preocupante divorcio entre el pueblo y las instituciones que deben velar por sus intereses. Ha pasado ahora con el Supremo, pero llevamos años sufrieÌndolo con las poliÌticas econoÌmicas de los gobiernos de turno (empezoÌ Zapatero y le siguioÌ Rajoy) y con los hombres de negro de la UE y su crueldad austericida. Lo que importa, y los que deciden ahora la poliÌtica de un
paiÌs o de la UE, son las primas de riesgo, los mercados, el Club Bilderberg... Y de aquellos polvos vienen estos lodos. De esa falta de necesaria comunioÌn entre el pueblo y los que lo representan bebe esa inquietante, y a veces, alarmante, huida hacia adelante, o hacia atraÌs, que suponen los populismos rupturistas que empiezan a campar por Europa, sobre todo los de ultraderecha. Juegan con el justificado cabreo de la gente y medran a costa de sus maÌs bajos y escabrosos instintos para, no se equivoquen, sacar tambieÌn tajada de la tarta que ahora no les dejan probar. Los que de verdad crean en la democracia deben tomaÌrselo en serio. Basta echar un vistazo a lo que pasoÌ en el periodo de entreguerras en el siglo XX. Esto empieza a oler mal.
Gaumet Florido es periodista y redactor del diario Canarias7 en Telde.
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