Un partido adolescente

GAUMET FLORIDO

No sé si alguna vez ha tenido que lidiar con algún adolescente. Y si no lo ha hecho, todos, o al menos los que nacimos en el siglo pasado, tenemos alguna noción personal de lo que consiste esta etapa de la vida porque ya la hemos superado. Es una época de descubrimientos, de pasiones, de forjado del yo social, pero también un periodo marcado, aunque no siempre, por la irritabilidad y por una permanente necesidad de tener un discurso propio, más o menos distinto del que establecen en casa o en el entorno social. 

A las rabietas de esa etapa, a esa característica inmadurez, a una bisoñez no reconocida, pero altanera y desafiante, atribuyo yo algunos tics de Podemos que, como se sabe, está empezando a vivir. Por ejemplo, les confieso que solo puedo entender desde la perspectiva de una rebeldía adolescente la puesta en escena que hizo el partido en Madrid para apoyar la causa de los familiares de los agresores de los dos guardias civiles de paisano en 2016 en un bar de Alsasua, en Navarra. Los equiparó en la condición de víctimas, y mostró su solidaridad con ambas caras del conflicto. 

Podemos compartir, y comparto, que es excesivo que a esos nueve imputados se les juzgue por un delito de terrorismo, porque, en efecto, se puede dar lugar a una banalización de esa lacra criminal. Pero se me ocurren muchas formas de hacer valer esa posición crítica con una resolución judicial, y ninguna de ellas pasaría, jamás, por prestar la casa de todos, el Congreso de los Diputados, para abrazar la causa de unos que, no lo olvidemos, atacaron violentamente, y sin venir a cuento, a dos ciudadanos. No fue una pelea de bar. No. Fue una agresión ideológica, tan censurable como la que se practica por motivos de sexo, origen o religión. No hay violencia legítima. Espero que lo de Podemos solo fuera un acto de inmadurez. Si no, mal vamos.

Gaumet Florido es periodista y redactor de Canarias7 en Telde (artículo publicado en ese diario este miércoles 29 de marzo).