Prejuicios en el ADN social

GAUMET FLORIDO

Qué bien se nos da a algunos eso de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. A mí el primero. Primero, porque la crítica hacia el otro y hacia lo de los demás es gratis, y si no es valiente, si no se dice a la cara, sale hasta rentable.

Y segundo, porque en general, nos cuesta asumir que nos equivocamos, y más aún si hay que hacerlo ante el resto. A buen seguro muchos males del mundo tendrían arreglo si detectáramos a tiempo esta deficiencia que, me da, viene de fábrica. Mucho de eso, de lo mal que vemos a los demás y de lo mal que nos miramos a nosotros mismos, tiene que ver con los prejuicios, que suelen ser despiadados hacia el otro, hacia el diferente, y demasiado generosos con los pares, o con uno mismo.

Esta semana me di de bruces con dos golpes en la frente, con dos invitaciones a la reflexión y a la enmienda, personal, pero diría también colectiva. Las palabras de un conferenciante acerca del machismo. Decía que desconfía del hombre que dice que no es machista, porque todos lo somos.

Y tiene razón. Llevamos el machismo en el ADN social, tan intrínseco que no lo percibimos. Solo nos damos cuenta cuando se traduce en violencia o cuando adquiere tintes grotescos, como de caricatura. ¿El problema? Que como no lo identificamos, nunca lo corregiremos.

 Y el otro lavado de humildad me lo llevé (yo y seguro que muchos como yo) con el famoso vídeo viral del entrevistado en la BBC. ¿Cuántos de nosotros creímos que la asiática que se abalanzó a sacar a los chiquillos del plano era la niñera a sueldo del señor de la corbata y no su pareja y madre de los críos?

Tantos valores que uno dice defender (respeto, igualdad, interculturalidad...) y me los cargué con ese primitivo baño de prejuicios tan asimilados. Visto lo visto, aún nos queda mucho por cambiar.

Gaumet Florido Medina es periodista y redactor de Canarias7 en Telde. Artículo publicado en ese periódico.