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Domingo, 12 de Octubre de 2025

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Ana Delia González López, ayer, en la playa de San Borondón-Telde (Foto Borja Suárez-Telde) Ana Delia González López, ayer, en la playa de San Borondón-Telde (Foto Borja Suárez-Telde)

Una vecina de Las Remudas lleva acampada un año en una playa de Telde a la espera de una vivienda social

"He tocado en todas las puertas y en el Ayuntamiento es donde menos me han ayudado", asegura

Cojeda1 Viernes, 29 de Enero de 2016 Tiempo de lectura:

TELDEACTUALIDAD

Telde.- Ana Delia González López, vecina de Las Remudas de 38 años, lleva un año acampada en una playa de Telde a la espera de que le conceda una vivienda social. Carece de recursos. Percibe únicamente una ayuda económica de 500 euros que no le da para el alquiler.

 

Ana Delia cuenta a Canarias7 que, como buena cáncer, le encantan el mar y la playa. «Pero no de esta manera». Está en la poco conocida cala de San Borondón. Allí, sobre la arena y bajo una caseta de campaña, tiene su casa. A ratos llora. «No es justo, solo quiero una casita que sea digna». La gente suspira por vivir con vistas al mar. Pero no así. Estas son amargas.

 

Lleva un año en esas condiciones, durmiendo al pie de un peligroso risco, con riesgos serios de desprendimientos. «Mira esa piedra; cayó el otro día y casi se me mete en la caseta». Primero estuvo en la cala del antiguo hotel Bahía Mar, pero los vecinos se quejaron y tuvo que aislarse un poco más, en mitad de San Borondón, una playa de arena

negra al norte de La Garita solo conocida por vecinos y surferos.

 

Ana Delia González López, vecina de Las Remudas, era camarera en el Sur, pero la crisis la dejó en paro. Así lleva cinco años. No tiene hijos y vivía en la casa familiar hasta hace un año cuando dice que optó por marcharse. «Mi familia también tiene sus problemas, no me pueden ayudar, yo me tengo que buscar las castañas sola». Cobra la PCI,

unos 500 euros, pero asegura que no le da para pagarse un alquiler. «Y entonces cómo como, no me da». Pero la PCI se le acaba en 3 meses. Por si no fuera poco, está enferma. Padece depresión.

 

En la iglesia de La Garita le dan comida. «También algunos vecinos», con los que se muestra muy agradecida. Y su amiga Sonia Sánchez. «Aunque apenas tenga yo para un potaje, aquí siempre le cae un platito», apunta Sonia, que está preocupada.

 

«Ana está sola, sin agua ni luz, y en una playa solitaria; aquí de noche se hacen hogueras, la gente bebe, y me da miedo, cualquier día cualquier loco le hace algo». Ana asiente. Algunas noches la acompaña otro amigo, Fran Rivero.

 

«¿El Ayuntamiento? Es donde menos me han ayudado». Dice que ha tocado en todas las puertas, y nada. «Solo pido que alguien me escuche y que me ayuden a tener una vivienda digna; es un derecho de todo ser humano». Sonia la mira. «Nadie se merece esto».

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