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Bahía de Gando en una imagen antigua/Archivo Fedac. Bahía de Gando en una imagen antigua/Archivo Fedac.

Lugares con historia: La Bahía de Gando y aledaños (1)

direojed Jueves, 19 de Enero de 2023 Tiempo de lectura:

(Dedicado a mi buen amigo Pedro Llamas Montilla)

En los casi ciento dos kilómetros cuadrados que posee nuestro territorio municipal, raro es el lugar donde la Historia no haya dejado huella indeleble. Tal es el caso de la Bahía de Gando, siempre al socaire de los vientos del noroeste, gracias a la montañosa península homónima. Sus aguas, por demás tranquilas, hicieron de aquella un puerto natural de primer orden, por lo que no ha de extrañarnos que, desde los albores de los contactos europeos con Gran Canaria, llegaran a sus playas hombres procedentes de diferentes países del orbe.

 

Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que la Bahía de Gando fue uno de los principales puertos naturales de la Isla, en los años finales del siglo XV, así como en los venideros de los siglos XVI, XVII y XVIII.

 

Los Cronistas que por entonces acompañaron a los conquistadores, dejaron escritas páginas y páginas sobre la bonanza de ese lugar, pues junto a la mansedumbre extrema de sus aguas, se les unía la amplia playa de arenas rubicundas, así como una planicie que, en varios kilómetros a la redonda, no tenía obstáculo alguno, si por ello se entienden las montañas y otras elevaciones naturales del terreno.

 

Estas primeras crónicas de conquista se incorporaron algo más tarde a los libros de Historia, gracias entre otros, a los talentos descriptivos del teldense Tomás Marín y Cubas y del tinerfeño de Los Realejos José de Viera y Clavijo.

Su litoral, a pesar de la moderada elevación de la península que se introduce en el mar por la parte noreste, el resto carece totalmente de acantilados destacables, ya que el límite sur sólo posee una pequeña montañeta o morro que los separa de la también playa de El Burrero (Ésta en el colindante municipio de El Ingenio), sin que podamos destacar ninguna otra de mayor notoriedad orográfica.

Lo que hoy entendemos por Gando, está limitado al norte por la también playa teldense de Ojos de Garza y un barranquillo que descendiendo suavemente desde las montañas de Cuatro Puertas y otras al llegar al litoral dibujaba una charca, la cual en el pasado llegó a alcanzar los 75 metros o más de larga por unos 25 metros de ancha (Desarrollada de este a oeste). A las aguas pluviales llegadas allí, se les unía en tiempos de reboso otras procedentes del mar y así, ese humedal semi salobre, era reducto de elevadas condiciones biológicas, en donde no solo la floresta abundaba, sino que las garzas y otras muchas aves habitaban libres de todo enemigo natural, entre ellos el más peligroso: el ser humano. Éste, con su insaciable codicia y en aras de una mayor producción agrícola, cuando no arrebatando superficie para la construcción de casas temporales y estancias veraniegas, fueron mermando aquel recurso hídrico hasta hacerlo desaparecer. Sólo de vez en cuando, cuando llueve lo suficiente para que las aguas torrenciales lleguen allí, se forma de nuevo un pequeño reservorio que recuerda al antiguo paraje.

 

Al sur de la Bahía, el cauce del Barranco de Aguatona, compartido entre los municipios de Telde e Ingenio, hacen de pre-frontera, ya que aquella todavía se extenderá en unos cientos de metros más adelante. El este, claro está, viene marcado por las aguas atlánticas y el oeste por la GC1 (Las Palmas de Gran Canaria-Mogán). Y antes de la existencia de esta vía por las tierras que llamábamos de Los Moriscos, en gran parte pertenecientes a don Miguel Alonso Jiménez, preclaro republicano, Presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria y promotor del Aeropuerto Internacional de Gando-Gran Canaria.

 

Volvamos a atrás. A principios del siglo XV, el noble normando de La Rochelle, Jean de Bethencourt, autotitulado Rey de las Islas Canarias, intentó arribar a esa longa playa para así dar comienzo a la conquista de la Isla. Pero muy mal se le tuvo que dar su más que osado proceder, toda vez que, tras una desastrosa batalla, tuvo que desistir de tal proeza. Cerrando así un capítulo que luego abrirían los castellanos en diferentes ocasiones, comenzando por el famoso Conde de La Gomera (También Señor de las Islas de El Hierro, Lanzarote y Fuerteventura) don Diego García de Herrera y Ayala (Sevilla, c. 1417 - Fuerteventura, 22 de junio de 1485), que según dicen, fue el primero en levantar, con permiso de los isleños, Casa de Oración. Aunque pronto los aborígenes supieron del engaño, pues se trataba de un baluarte bélico camuflado. Según nos cuenta el historiador militar don José María Pinto y de la Rosa en su obra Antiguas Fortificaciones de Canarias en la página 270, “la Torre de Gando, emplazada en las inmediaciones del oratorio construido(a) en 1483, ocupa una superficie de 172,03 metros cuadrados con 18,00 metros de longitud de magistral, inscrito en el Registro de la Priopiedad al Tomo 70 folio 206, numero 4627, inscripción Iª, de 31 de julio de 1894. Está a la orilla del mar, fuera del alcance de las olas, al S.E. de la isla y S. de la punta y roque de su mismo nombre, a un cuarto de legua de dicha punta y unas dos leguas de la punta de Arinaga, dista unas cuatroleguas (SIC) de la ciudad de Las Palmas y una de Telde”.

 

Avanzado el tiempo y reconstruida como torre defensiva, los castellanos se hicieron fuerte en ese mismo lugar, punto de desembarco para las tropas que, en diferentes oleadas, llegaban para la conquista de este lado de la Isla.

 

En el año de 1492, la Historia tiene reservada un alto honor para la Playa de Gando, el Municipio de Telde y la Isla de Gran Canaria, la llegada hasta allí de quien más tarde sería Gran Almirante de la Mar Oceana, don Cristóbal Colón. Éste, después de dejar una de sus naves en esta bahía para su arreglo, marchó con dirección a La Gomera, pero desesperado por la tardanza en la incorporación de aquella al resto de su flotilla, volvería a Gran Canaria y a Gando para desde ahí, hacerse al interior del océano y, el 12 de octubre de ese mismo año, descubrir el Americano Continente; añadiéndole a las Torres de Hércules, custodias del escudo Patrio, el lema Non Plus Ultra (No más allá). Hace tiempo que Telde le debe un monumento al supuesto genovés. Hoy, un monolito en las inmediaciones de nuestro aeropuerto señala la gesta, pero este Cronista está convencido que es poco o casi nada para tan alto personaje histórico.

Ya a finales del siglo XVI, el Rey de Las Españas e Indias Occidentales y Orientales, don Felipe II, le encarga al ingeniero cremonés Leonardo Torriani (Hijo de otro ingeniero-arquitecto hacedor de obras en el Real Sitio y Monasterio de San Lorenzo de El Escorial), que viniese a Las Canarias para redactar un informe y proyecto sobre la defensa militar de las islas pobladas de este archipiélago. Hoy, podemos admirar dicho estudio en la Biblioteca-Archivo de la Universidad de Coimbra en Portugal, así como su copia facsímil expuesta en la Sociedad Científica El Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria. Torriani, se toma muy en serio su trabajo y, además de acompañar al mismo con planos de las diferentes islas y ciudades más destacadas, hace un auténtico proyecto global de los puntos débiles de la defensa insular, por entonces y por largo tiempo sujeta a los continuos embates de la carroña pirática de ingleses, holandeses, franceses y berberiscos.

 

Gando, como ya hemos dicho, era un codiciado puerto que, habitado por pescadores y un buen puñado de carpinteros de ribera, así como medio centenar de porteadores y unos cuantos campesinos, servían para reparar y avituallar a los buques que hasta allí se acercaban.

 

Cristóbal García del Castillo y su padre Hernán García el Viejo, naturales ambos de Moguer (Huelva) y comerciantes en Sevilla, hasta que participaron en la conquista definitiva de Gran Canaria, poseían unas cuantas naves que se hacían a la Mar para mantener activo el comercio azucarero. Hasta una docena de esos barcos fondeaban en la Bahía de Gando para, cargadas sus bodegas, marchar a los principales puertos europeos con especial predilección por la ciudad flamenca de Amberes. La venta del llamado “oro blanco” trajo consigo hasta aquí, numerosas piezas de Arte, entre las que destacamos el famoso retablo, ya inexistente de Bartolomé de Zorita o Zurita, conocido popularmente como de Nuestra Señora La Virgen Santísima, Arcángeles, Ángeles y Santos (Sólo quedan de él las célebres tallas flamencas, mal llamadas del Oratorio de la Era de Mota, hoy felizmente restauradas y depositadas en el Templo Parroquial de San Miguel de la localidad hermana de Valsequillo de Gran Canaria); el retablo gótico-flamenco del Altar Mayor de la actual Basílica de San Juan Bautista y el retablo de pincel que llaman De García del Castillo, aunque su verdadero nombre es de La Adoración de Los Pastores. Asimismo, posee la iglesia basilical teldense otras tallas de pequeño formato e idéntica procedencia, destacando entre ellas la imagen de bulto redondo y policromada de San Rafael. Y en el pasado, la talla de la llamada gloriosa Siempre Virgen María, que se encontraba adosada en lugar destacado del ya mentado retablo de Zorita o Zurita. Actualmente depositada en la sede central de la Fundación Mapfre Guanarteme en la capital grancanaria, tras prudente mercadeo realizado después de un más que presumible hurto, ocurrido según parece, en la primera mitad del siglo XX. Este hecho, a pesar de nuestras protestas, se pudo llevar a cabo por la dejación de obligaciones por parte de los Rectores Parroquiales y del propio Obispado de Canarias, que mostraron así su nulo interés por el asunto.

 

Volvamos nuestra vista a la vetusta construcción militar: La Torre de Gando, construida en el año 1554, siendo Gobernador don Rodrigo Manrique de Lara, sobre las ruinas del primigenio oratorio. Ésta sufrió notables modificaciones a finales del siglo XVI y principios del XVII, siguiendo los planos de Torriani, quien la mejoró en cuanto a puesto avanzado de la artillería.

 

Algo más tarde, ante su deterioro creciente y casi absoluto, reutilizando las piedras-canterías que conformaban sus gruesos muros, se vuelve a erigir en 1740, siendo Comandante General don Andrés Bonito de Pignatelly. Por entonces, dicho baluarte era defendido “Por un soldado de la Compañía fija de Infantería de sueldo que hay en la Isla, un artillero de la Compañía fija de este cuerpo que está a sueldo en Santa Cruz, que ambos tienen habitación fija en ella a quienes por la noche se refuerza y ban á acompañar dos soldados Milicianos de la 5ª y 6ª Compañía del Regimiento de Telde”.

 

A finales del siglo XIX y concretamente en 1895 por Real Orden de 27 de febrero, se le declaró inútil para la defensa, abandonándose de forma definitiva.

 

En el siglo XX y, concretamente a partir de los años 50 y 60, los Generales con mando en la Base Aérea se preocuparon de que su secular abandono no fuera a más, hasta que, en fechas más recientes, se rehabilitase primero como sede del Museo Aeronáutico y actualmente como recinto expositor de diferentes elementos de su propia Historia. La mentada Torre, es todo un símbolo de resistencia, pues no fueron pocos los avatares que sufrió a través de los siglos. El municipio de Telde tiene en ella un símbolo de unión entre la Sociedad Civil y Militar, tan arraigado entre nuestras gentes.

 

Debido a la amplitud del presente artículo, nos hemos permitido, una vez más, mostrarlo en dos partes. La primera de ella concluye aquí. La próxima semana seguiremos analizando la Historia de este lugar emblemático. Lo haremos deteniéndonos en los hechos más o menos reciente, cuando en tiempos de la II República, el Pleno del Cabildo Insular de Gran Canaria designa al Vicepresidente del mismo, el señor don Diego Cambreleng Mesa, prestigioso abogado, para que llevase a cabo las negociaciones que permitirían la expropiación de cercados y fincas, así como del pequeño poblado allí existente a orillas del mar; para después entregarlo al Gobierno de la Nación con el fin último de convertir ese páramo en el magnífico por excelente, Aeropuerto Internacional de Gando-Gran Canaria, el mayor de cuantos existen en el Archipiélago.

 

Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte, cronista oficial de Telde, Hijo Predilecto de esta ciudad y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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