(Para doña María del Carmen de La Coba Bethencourt con gran aprecio y amistad).
En el Barrio de Los Llanos de San Gregorio existe un lugar acogedor por excelencia: El Parque de Franchy Roca. Nacido en el siglo XVI como Plaza de Arauz, fue un terreno libre de cualquier construcción o elemento vegetal, que poseía la ciudad a su entrada por los caminos del Sur.
Allí se celebraban apañadas y ferias ganaderas, en donde los pastores y demás campesinos podían darse al trueque mercando con cabras, ovejas, vacas, toros, bueyes y cerdos (Cochinos), cuando no con burros, mulos, caballos y dromedarios (Equivocadamente llamados camellos). Tenemos noticias de que estas informales reuniones de hombres y animales se llevaban a cabo al menos una vez al mes, aunque ya en el siglo XIX y debido a la importancia que ese comercio tenía para la comarca, se realizaba cada domingo y demás fiestas de guardar.
Ya en el siglo XX y concretamente en los primeros años de la II República Española (Para unos desde 1931 a 1939 y para otros desde 1931 a 1936) el M.I. Ayuntamiento de la ciudad tomó la decisión de convertir el lugar, con cuatro centurias de existencia, en algo más que un rectángulo de tierra apisonada. Para ello se contrató a un arquitecto de certera fama, nos referimos a don Miguel Martín-Fernández de la Torre, quien con espíritu renovador en de las artes constructivas, defendía dos líneas de trabajo: por un lado, el Neo-canarismo y por otro el Racionalismo.
Este último fue el que se impuso en el diseño definitivo de la por entonces Plaza de Arauz. En el Pleno de nuestro Ayuntamiento que dio Carta de Naturaleza a esa reforma urbanística. Entre los intervinientes destacó el rico propietario agrícola don José Suárez Milán (Quien con posterioridad moriría tiroteado el 18 de julio de 1936 en la azotea de su casa de la Plaza de San Gregorio), quien se ofreció a adelantar de su bolsillo el montante económico necesario para acelerar las obras en cuestión, siempre que al futuro parque se le denominase de Franchy Roca como homenaje al líder indiscutido del Partido Republicano Federal Canario.
Así se hizo, y en pocos meses se concluyeron las obras complementadas con una bellísima arboleda, que años antes, se había plantado a ambos lados de la carretera rectilínea que unía la calle María Encarnación Navarro (Calle de Los Marinos) con la Barranquera (Actualmente Calle Doctor Melián). Las plantas más variadas ocuparon parterres y alcorques, destacando aquellas que por sus aromáticas fragancias hacían las delicias de los lugareños y foráneos que por allí pasaban: Rosales de pitiminí (Forma castellanizada del francés Petit menú) o de galleta, jazmineros, madreselvas, galanes de noche, etcétera.
En los años cincuenta del pasado siglo XX un José Arencibia Gil pletórico de energías creativas, presentó una modificación del tradicional parque, colocando en sus cuatro entradas unas hermosas pérgolas de madera para sobre ellas sujetar buganvillas multicolores. Fortaleciendo los bordillos de los alcorques al cubrirlos con pequeñas piedras de lava volcánica.
Desgraciadamente, a finales del siglo XX a alguien se le ocurrió cambiarlo todo, arrancando de cuajo gran parte de su floresta e invadiendo el lugar con unas inmisericordes placas de hormigón armado, dejando a nuestro querido parque presto a ser la tercera pista de aterrizaje del Aeropuerto Internacional de Gando (Esto último con toda la sorna que caracteriza al humor isleño).
Los niños que en los años cincuenta y sesenta teníamos la suerte de vivir en nuestro mercantil y fabril Barrio de Los Llanos, estábamos encantados con ese espacio verde que nos permitía jugar con todas las libertades, siempre que no utilizáramos pelotas de futbol, si no queríamos tener una reprimenda con vara incluida del guarda jurado, destacado allí para vigilar nuestras hazañas.
Si en un principio la rectangular superficie ocupada por la Plaza de Arauz estaba dividida en dos por la carretera del Sur, ya en la primera reforma del siglo XX formó un solo cuerpo central, circundado por una vía que cumplía la misma función que la anterior, pero separando dos viales, uno con dirección Norte-Sur y otro Sur-Norte. Las calles aludidas fueron escenario de varios aconteceres tales como: La entrada triunfante de Evita Duarte de Perón, que inició en nuestro Aeropuerto de Gando su visita oficial a España, siendo Telde el primer municipio y ciudad que la recibiera. También fue allí por donde llegara la Santa Reliquia del Corazón Incorrupto de San Ignacio de Loyola, que más tarde pasaría a México para la celebración de un Congreso Internacional Eucarístico, siendo de nuevo nuestro territorio municipal y urbe la primera en recibir tan preciado don. De ahí que a Telde se le conociera como Puerta de Gran Canaria.
En otro orden de cosas, no había fiestas de San Gregorio Taumaturgo que se preciara que no vinieran precedidas de carreras de bicicletas en su modalidad de cintas, así como bajo la tupida arboleda, las muestras de las mejores partidas de ajedrez de la isla toda. La disposición de sus calles adyacentes permitieron también las carreras de caballos, aunque para ello se tuviera que echar tierra sobre el asfalto para evitar así que los equinos pudieran resbalar y dañar sus patas.
En torno a esas vías fueron naciendo casas unifamiliares, todas ellas de una sola planta y techadas con azotea plana, aunque con alguna salvedad protagonizada por dos o tres edificaciones de dos plantas y cubiertas de tejas árabes a dos aguas. Allí se establecieron algunos artesanos y también comerciantes de tiendas de Aceite y vinagre. ¿Quién no recuerda la célebre heladería Cazorla? Ésta, a falta de toda competencia, tenía la exclusividad de los helados en Telde y su comarca natural, bien asistiendo a su numerosa clientela en el propio local-fábrica o a través de sus vendedores ambulantes en su doble presentación, ya que unos acarreaban de aquí para allá la heladera en forma de bombona o gran lechera de metal recubierta de corcho o con los populares carros con dosel de madera. En este último caso recordemos la figura de Nicolasito Velázquez, el padre de nuestro querido y apreciado cantante y amigo José Vélez.
Los tiempos fueron pasando, y en los años sesenta y setenta abrieron sus puertas otros comercios, tales como: La exposición y venta de coches Ford de Maestro Isidro Ramírez, la ferretería de los hermanos Martín Umpiérrez (Juan, Salvador y Francisco) y también el Bazar Amador dedicado por entero a la venta de repuestos para coches, motos y bicicletas, (Regentado por los hermanos Sebastián y Jerónimo Amador Sarmiento, junto con Plutarco Rodríguez Matos). Al mismo tiempo se inauguraba la escuela de conductores Curbelo, que tanto ayudó a los teldenses a la hora de obtener el carné de conducir y con ello encontrar trabajos mejor remunerados.
No olvidemos que en sucesivas etapas se fueron estableciendo otros tantos comerciantes. La celebérrima farmacia Artiles, en un primer momento y regentada por el Licenciado don Francisco Artiles Betancor estuvo en la Calle Oriente. Después, pasaría al propio Parque. Su bien nutrida clientela, actualmente, es atendida con el mismo esmero y profesionalidad por el hijo y la hija de don Francisco, ambos farmacéuticos (Dolores-Lola- y Francisco-Paco-).
Sirvan todas estas anotaciones para valorar muy positivamente la importancia comercial y de ocio de este espacio público.
Con este relato, damos comienzo a una pequeña serie de descripciones históricas que nos llevarán a diferentes puntos de nuestra geografía ciudadana, cuando no del resto de municipio, esperando que éstas sirvan para documentar nuestra más que amplia Historia.
Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte, cronista oficial de Telde, Hijo Predilecto de esta ciudad y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.
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