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Muelle de Melenara/TA. Muelle de Melenara/TA.

Los cónsules de Telde en el mundo ( 2ª parte)

direojed Miércoles, 14 de Diciembre de 2022 Tiempo de lectura:

(Dedicado a mi querido amigo Augusto Álamo Suárez, hijo de otro gran Augusto, quien fuera un verdadero hermano para mi padre).

 

En la primera parte del presente artículo relatamos, con toda suerte de detalles, la vida y obra de un teldense memorable: Juan Vega Yedra, quien acuñó para él el siempre honorable título de Cónsul de Canarias en México.

 

Ahora, analizaremos los casos particulares de otros teldenses, que por motivos varios vivieron fuera de su terruño, en periodos más o menos largos.

 

Primeramente, lo haremos con aquellos que durante décadas vivieron en el en el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. El por qué lo explicamos a continuación: Después de un largo periodo de aislamiento de nuestro país (Impuesto por los llamados Aliados durante la II Guerra Mundial y años posteriores), a principios de los cincuenta, España se abre al comercio internacional, siendo las firmas exportadoras de frutas y hortalizas de Canarias de las primeras en aprovechar la ocasión. De todos es sabida la vinculación extrema que nuestro Archipiélago mantenía con Inglaterra, desde que en 1830-35 se viniera estableciendo en las principales ciudades de las islas de Tenerife y Gran Canaria una más que representativa Colonia Anglosajona.

 

Telde, siempre a la vanguardia de los movimientos políticos, sociales, culturales y económicos de las Islas, poseía un amplio territorio, propio y de notable influencia, en donde el cultivo del tomate y plátano, así como de la papa (patata) para el autoconsumo y exportación lo convertían en uno de los centros neurálgicos del comercio hortofrutícola más dinámico.

 

Si en un primer momento el envío a Europa de nuestra producción agrícola fue iniciativa de las grandes firmas inglesas, instaladas al efecto en Telde- Las Palmas de Gran Canaria, léase Fyffer, Elder-Depster y en Gáldar Leacock (Sobre esta última firma exportadora, recomendamos la lectura del libro David J. Leacock, el inglés que amaba la montaña, docta obra de Augusto Álamo Suárez y Sergio Aguiar Castellano), muy pronto fue la burguesía y pequeña nobleza insular la que aprovechara aquellos años de bonanza para, arriesgando sus capitales y sin esperar ayuda alguna del Estado, convertirse en los grandes proveedores de aquellos productos tan codiciados como necesarios en los mercados europeos.

 

Así, no hubo firma exportadora que se preciara que no tuviese uno o varios representantes en los principales puertos fruteros ingleses. Las grandes familias exportadoras teldenses, habilitaron a uno o varios de sus vástagos a ser receptores e introductores de plátanos y tomates. Para ello, previamente debieron aprender inglés, aunque en muchísimos casos, fue la astucia y pericia de aquellos jóvenes teldenses allí enviados los que, sólo oyendo a los nativos del lugar, comenzaron a hablarlo con mayor o menor soltura.

 

Los grancanarios establecidos, en su mayoría en Londres, se constituyeron en una verdadera piña (piña de millo o mazorca de maíz) aderezada con una buena dosis de amistad que en la actualidad, muchas décadas después de regresar, siguen manteniendo con animadas tertulias en la Calle Mayor de Triana y rúas adyacentes. Estos amigos, prestos siempre a ayudarse unos a otros no dejaban de ser competidores, pues todos se dedicaban a lo mismo. Es decir, a colocar en los mercados británicos, a precios lo más ventajosos posibles, tanto el tomate como el plátano, además de otros productos agrarios tales como: El pepino y el pimiento. También las flores, sobre todo claveles, rosas y las strelitzias o flores del paraíso. Convirtiendo así a La Gran Canaria y por extensión a Canarias en la verdadera “despensa invernal de Europa”, como la denominaron con gran acierto varios rotativos británicos.

 

Pasemos a nombrar a alguno de ellos, que por amistad familiar llegamos a conocer en aquellas décadas de verdadera pujanza de nuestro sector primario. Los que más son oriundos de Telde, pero también los había de Las Palmas de Gran Canaria que poseían sus tierras productivas en nuestro municipio. Para honrarlos por igual, traigamos hasta aquí sus nombres y apellidos: Antonio y José Benítez Calixto, Antonio Zerpa Falcón, Carmelo y Diego Santana Peña, Francisco y Manuel Monzón Vega, Juan Mayor Martín, Manuel Soria Segovia, Narciso y Tomás López Pérez, Pedro López Medina, Isidro Morales Morales, Antonio Gómez Campos y Juan Calderín, este último alternó la capital inglesa con la ciudad francesa de Dieppe.

 

Otros teldenses que hicieron patria fuera de los límites insulares fueron:

José Brito Quintana (1936-2011), quien en Madrid ejerció la docencia universitaria de forma magistral, a la vez que se hizo protector y aval de cuantos jóvenes teldenses llegaban a la capital de España en la década de los cincuenta en adelante. Lo mismo los acompañaba a matricularse en las diferentes facultades, que los recomendaba ante los rectores de los Colegios Mayores. Cuando no, los alojaba en casas particulares o pequeños hostales de vida casi familiar. No sólo recibía con agrado a aquellos estudiantes, sino a todos los teldenses que, por una razón u otra, visitábamos Madrid. Yo mismo fui acogido por él en numerosas ocasiones, en mi etapa de Presidente de ACAMFE (Asociación de Casas -Museos y Fundaciones de Escritores de España y Portugal), así como en los años que participé en el Gobierno de ICOM-España (International Council Off Museum, Institución dependiente de Naciones Unidas, a través de U.N.E.S.C.O., para el buen gobierno de los museos mundiales). Mi querido y añorado Pepe Brito, al saber que me encontraba en la Villa y Corte, me telefoneaba para invitarme a almorzar en Las Rosas o en cualquier otra localidad de la Sierra Madrileña. Con su esposa, la también teldense, Herminia (Mima) Brito Castro pasábamos un buen rato de animada charla, en la que no faltaban los más entrañables recuerdos sobre nuestra ciudad natal.

 

En la industrial y cosmopolita Barcelona destacó un joven de familia teldense, aunque él naciera en Las Palmas de Gran Canaria, nos referimos a José de Britto y Pérez de Azofra, que después de concluir sus estudios de Profesor Mercantil marchó a Barcelona, en donde se licenció en Derecho. Casado con María Dolores (Loti) de entrañable recuerdo, consiguió abrirse camino en la ciudad condal. Animado por su espíritu solidario, logró fundar y ser Presidente de la Casa de Canarias, cargo que ocupara durante muchísimo tiempo. Desde la Sede Social de esta Institución, amparó y protegió a cuantos canarios lo necesitaron con especial dedicación a los jóvenes universitarios teldenses.

 

En Leganés, localidad del Sur de Madrid, vivió y laboró durante varias décadas nuestro querido amigo y cómplice en tantas acciones culturales y artísticas, Luis Arencibia Betancort. Gracias a él, muchos teldenses y canarios en general, tuvieron abiertas de par en par las puertas de muchas instituciones madrileñas. Su generosidad extrema hacía de Luis un ser imprescindible. Tuvimos la suerte de conocerlo en profundidad y así poder valorar su aquilatada cultura. En él se mezclaba la razón y el espíritu, de tal forma que no había límites entre ellos. Las visitas de horas a exposiciones y a localidades históricas de Castilla- La Mancha fueron constantes cada vez que yo llegaba a Madrid. En Barajas, en la T2, aterrizaba nuestro avión de Air Europa. Después de emplear tiempo y pericia para conseguir nuestro equipaje, salíamos a la sala de recepción y ahí, con la mejor de sus sonrisas, estaba Luis, quien a bocajarro nos decía: ¡Venga, date prisa que nos vamos a Lozoya o si prefieres a Sigüenza! Y en el camino hasta el aparcamiento me decía: ¿Por qué no a El Escorial y después terminamos almorzando en Chinchón? Así era Luis de mente inquieta y espíritu sosegado.

 

Demos un salto sobre el Atlántico y tras llegar al Canadá, concretamente a la ciudad de Winnipeg, entremos en la consulta médica del doctor don Gerónimo López Pérez (hijo del renombrado exportador don José López Valerón y su esposa doña Pilar Pérez). Licenciado en Medicina, hizo su especialidad de Médico de Familia en Inglaterra, coincidiendo ahí con quien sería su futura esposa Erika (nacida en la Prusia Oriental, antes parte de Alemania y hoy territorio ruso-polaco). El joven matrimonio decidió instalarse en el prometedor Nuevo Mundo y, hasta allí, encaminaron sus pasos creando una familia de nueve vástagos, a los que por puro patriotismo, les pusieron nombres netamente hispanos.

 

Fue don Gerónimo de aquellos médicos humanistas, que tanto han dado que hablar por su extensa cultura nacida al socaire de la lectura continuada de clásicos y contemporáneos. En aquella apartada localidad canadiense, trabajó incansablemente por los naturales del lugar y de forma muy especial, por los emigrantes latinoamericanos que por allí iban llegando casi en masa. Reconfortaba a aquellos el ser atendido por un doctor en medicina que hablaba el bello idioma castellano con el deje propio de las Islas Afortunadas. Continuamente le preguntaban ¿Doctor López, de dónde es usted? ¿De Chile, de Perú o acaso de Colombia? Y él contestaba con verdadero orgullo: Yo soy de la ciudad de Telde de un barrio muy laborioso, llamado Los Llanos de San Gregorio En la Isla de Gran Canaria. Soy español… Así, día a día y por espacio de más de cuarenta años se granjeó la admiración y el respeto de sus pacientes, sin distinción de raza, cultura o religión. Al jubilarse pasaba los inviernos en su querida Playa de Las Salinetas, haciendo las tres comidas principales del día en una terraza frente al sonoro Atlántico y leyendo revistas y libros de Historia de Canarias, para aprender o reafirmar sus conocimientos sobre dichos temas. Yo lo he admirado siempre y ha sido un referente para mí.

 

Así podíamos ir desgranando unos cuantos nombres más que seguro ustedes conocen y echarán de menos en el presente artículo. Pero si los traigo hasta aquí, estos párrafos aumentarán el número de folios y entonces me acusarán de enrollarme en demasía. Para concluir voy a hablar de un ser muy especial, todo un caballero de aquellos que María Dolores Pradera cantaba: Ya sé que no se estila. Que me pongas, para cenar, jazmines en el ojal. Esa excelente persona y mejor amigo es el farmacéutico Francisco (Paco) Artiles Betancor, quien en sus años de estancia como universitario en la ciudad de Santiago de Compostela, se granjeó la simpatía de propios y extraños por su carácter “bonachón” y su educación a la vieja usanza. En nuestro recorrer por la España peninsular a insular he podido comprobar la callada labor realizada por Paco entre muchos de nuestros compatriotas. Paco fue un referente de canariedad en la capital gallega y aún hoy lo sigue siendo desde Telde. Un día, fuimos a cenar varios directores de Casas-Museos y yo a un restaurante y cual sería mi sorpresa cuando tras la barra del bar, centrada sobre una balda o repisa, mi mirada se dio de bruces con un Ídolo de Tara. Sorprendido le pregunté al mesonero por aquella estatuilla de barro cocido y él con la mayor naturalidad del mundo me dijo: ¡Esto me lo regaló un amigo de siempre, igual usted que es canario lo conoce, Paco Artiles de Telde! A mí se me hincho el pecho de orgullo patrio y sumé ese momento a otros tantos vividos en tierras de Cantabria, Asturias, Castilla, etc., en donde una farmacéutica o farmacéutico me habló de aquel amigo de Canarias con el que no ha perdido contacto después de medio siglo de relación. Según ellos, Paco Artiles siempre está ahí cuando se le necesita o no. Y con regularidad meridiana les llama y no pocas veces va a visitarlos.

 

Estimados lectores, sirvan estos ejemplos realmente ejemplares para valorar en lo que vale, que es mucho, el ejercicio de entrega y generosidad de los cónsules de Telde dispersos por el mundo. Me consta que las nuevas generaciones en Nueva Zelanda, Japón, Qatar, Israel, Croacia, Suecia, Alemania, EEUU… y así medio centenar más de países siguen derrochando complicidad con los oriundos y foráneos con los que tienen relación.

 

No olvidemos jamás que entre los varios títulos honoríficos que posee la ciudad de Telde, hay uno que destaca sobre los demás: El de Muy Hospitalaria. Y no podía ser de otra manera, pues esta urbe, nunca tuvo límites que le impusieran murallas físicas o mentales y siempre ha acogido a todos los que a ella han llegado con generosidad extrema.

 

Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte, cronista oficial de Telde, Hijo Predilecto de esta ciudad y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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