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Naranjeros en la calle de Conde de la Vega Grande/TA. Naranjeros en la calle de Conde de la Vega Grande/TA.

¿De verdad es tan difícil?

direojed Viernes, 30 de Septiembre de 2022 Tiempo de lectura:

(A todos los que amamos las Obras Imperecederas de Montiano Placeres Torón)

A ciencia cierta no sé cuántas veces he hablado y escrito sobre los naranjeros de don Montiano. Así era como los denominaban los teldenses de entonces. El dramaturgo, poeta y político local fue un verdadero enamorado de su ciudad y sus gentes.

 

Por doquiera que fuese tenía a Telde en su corazón, en el cerebro y en la boca. Montiano como hombre apasionado era de aquellos que naciéndole las ideas y los sentimientos en el corazón, le salían por la boca, sin antes pasar por la cabeza. Su sinceridad extrema de hombre honesto y cabal le granjeó algún que otro problema, sobre todo cuando con voz rotunda y más que certera opinión, hablaba con autoridad y resolución en el Salón de Plenos del Muy Ilustre Ayuntamiento, sito éste en las Casas Consistoriales, junto a la Alameda de San Juan.

 

Hasta dos obras de Teatro escribe nuestro biografiado (La Siembra y La vida continua sorpresa). La primera fue representada con igual éxito en el Teatro Electra de Telde y en el Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria. Dejando en ellas su impronta de conocedor de nuestros paisajes y paisanajes. La Siembra es todo un alegato en pro de lo que llaman ahora economía sostenible o si ustedes lo prefieren mercado de proximidad ¡Ja ja ja! Perdonen el exabrupto, pero los que ya hemos vivido muchos años, estamos más que hartos de inventores y salvapatrias, que no tienen otro oficio más rentable que prostituir el bello y excelente Idioma Español. Los amantes de esa pseudo creatividad léxica se permiten cabriolas, que cuales saltimbanquis, nos hacen soltar más de una carcajada y sufrir en nuestras propias carnes “vergüenza ajena”.

 

Hace ya un buen puñado de años, al menos treinta, tal vez unos cuantos más; recobrada la tan deseada como reivindicada Democracia, nuestro alcalde y sus concejales de entonces tuvieron la feliz idea, nunca bien ponderada por el común de las gentes, de dejarnos una hermosísima herencia en forma de decoración arbórea. Así, la ciudad entera y sus barrios vieron como se abrían alcorques o parterres para plantar los más diversos ejemplares. A veces, los llamados ficus enanos han crecido en demasía y su frondosidad es tal que piden a gritos el ser trasplantados a otros espacios más propicios. Un ejemplo claro lo tenemos en la llamada Puerta de Arnao, en la confluencia de la ancha calle Farmacéutico Gilberto Monzón Mayor con la longa de El Roque. Allí, un antiguo ejemplar de Pino de Oro se encuentra amenazado de muerte por un más reciente Ficus no enano o algo por el estilo. Este abusón no sólo tiene a mal traer al histórico Pino, sino que oculta a la no menos antigua Puerta de la Finca de los Señores Del Castillo, hoy convertida en memorial monumento.

 

Ahora que nos preocupamos tanto, gracias a Dios, de los llamados Árboles Históricos de la ciudad y comarca, bien estaría librar al pobrecito Pino Dorado de Arnao del abrazo asesino de su compañero. Y en ese orden de cosas, ¿De verdad es tan difícil reponer los más de veinticuatro naranjeros, que las malas conciencias han suprimido de la antigua calle Real, hoy León y Castillo?

 

Intentaré explicar, lo que a ojo de buen cubero no tiene explicación válida alguna. Nos contaba don Francisco Artiles, padre de nuestro querido amigo el farmacéutico Francisco Artiles Betancor que cuando él era pequeño, tanto en la calle Conde de la Vega Grande como en las ahora rúas Juan Carlos I y León y Castillo (antes calle Real) existían unos bellísimos naranjeros, que lucían con todo su esplendor gracias a los cuidados de un tal Pepito el jardinero. Este buen hombre, experto podador, mantenía las copas de aquellos arbolillos a una altura aproximada de dos metros a dos metros y medio, recortando las mismas de forma esférica. Bien fumigados y regados a ·cacharros, se mantenía verdes casi todo el año. Y según la emporada, deleitaban al viandante con el aroma de sus flores de azahar, cuando no con la visión de sus decorativos frutos: Las naranjas agrias. Un buen día llegó una dichosa invasión en forma de mosca y enfermó a la totalidad de los cítricos. Entonces, el Ayuntamiento no tuvo más remedio que arrancarlos y clausurar los alcorques o parterres.

 

Pasaron los años y llegó la II República y con ella Montiano fue elegido concejal. De forma providencial, uno de sus primeros proyectos fue reverdecer el interior de la Ciudad. Otro poeta local dijo con posterioridad: Como perla blanca/ perdida entre un mar de esmeraldas,/ te diviso a ti ¡Oh Telde!/ desde lo alto de esta montaña. [o.p.a.] La referencia que traigo aquí y ahora, es para afirmar que nuestra Vega Mayor y su rico platanal, así como las numerosas huertas y jardines de Los Llanos, San Juan y San Francisco, en el pasado no tan lejano daban al entorno urbano de Telde un semblante risueño de naturaleza sin par (la británica Olivia Stone, al llegar a la vista de Telde exclamó: ¡En Telde parece que se volcara el carro de la Primavera!, pero en cambio nuestras calles carecían de esos elementos vegetales, que tan feliz hacían y hacen al ciudadano. Por ello, no ha de extrañar que don Montiano llevara a cabo una misión naturalista de primer orden y sin parangón hasta entonces: Volver a abrir los alcorques cerrados años ha, y de nuevo plantar en ellos medio centenar de naranjeros agrios.

 

Como bien dice el viejo refranero castellano: Poco dura la felicidad en la casa del pobre. Unos pocos meses después del 18 de julio de 1936, un falangista de infame memoria llevó a cabo la atroz acción de arrancar de cuajo la totalidad de aquellos árboles. Pues según dijo a cuantos quisieron escucharle en El Pleno del Consistorio: Los naranjeros sólo eran una mariconada más de Montiano. ¡Así se escribe la Historia!

 

Hace años venimos asistiendo a la pérdida de los actuales cítricos, sobre todos los situados en la calle León y Castillo (En su tramo medio y alto). Parece ser que a algunos vecinos y transeúntes del lugar les molesta sobremanera sus floridas presencias. Unos los secan echándoles herbicidas, otros cada noche parten sus ya debilitadas ramas, y los más brutos e incivilizados los arrancan de cuajo. El Muy Ilustre Ayuntamiento tímidamente ha repuesto algunos, aunque en pasadas legislaturas lo que hizo fue más vergonzante: Ante la barbarie bochornosa e incívica, no se les ocurrió otra cosa que taponar los parterres y alcorques con una buena plasta de cemento.

Ahora que contamos con un edil de parques y jardines de gran cultura ecológica y mejor hacer, me atrevería a pedirle, mejor dicho, a rogarle que vuelva su mirada a los maltrechos naranjeros (A los que no gustan del particular habla de nuestra tierra, debo advertirles que en la Península Ibérica, muchos de nuestros compatriotas los llaman naranjos) de nuestra Zona Fundacional.

 

En unos casos a imitación de cientos de ciudades españolas bien podrían podar debidamente los mismos. Ahora parecen candelabros del Tabernáculo de Sión. Créanme que tal como están ahora podados causa estupor entre los entendidos y profanos del tema. Sólo echar un vistazo a las calles y plazas de nuestra hermana Moguer (Huelva), Sevilla Capital, Ossuna, Carmona, Écija, Sanlúcar de Barrameda, Jerez de la Frontera y así un larguísimo etcétera, se puede entender la forma de podar y mantener en buen estado a esos pobres arbolitos, que harían llorar al propio San Francisco de Asís, tan amante de la fauna y la flora.

 

Desde aquí, nos ofrecemos para indicar el lugar exacto en que se encontraban los alcorques con el fin de reponer nuestros naranjeros. Créanme: Obra son amores y no buenas razones.

 

Aprovecho la ocasión que me brinda el presente artículo, para felicitar y aplaudir la loable labor que viene haciendo el señor concejal de Parques y Jardines don Álvaro Monzón Santana. Ejemplo de ello es la salvación in extremis del Dragonal de la Playa de las Salinetas (en los solares de la antigua C.I.N.S.A.), que debiera recibir el nombre de quien lo plantara y cuidara por espacio de algo más de veinticinco años: don Miguel Benítez Torres. Asimismo, por haber llevado a cabo la bellísima idea, hoy toda una realidad palpable, como es el Pasaje del Barrano Real, verdadero triunfo de quien sabe amar y valorar en su debida medida la belleza de esta parte de nuestro rico y variopinto Patrimonio Natural y por tanto Cultural.

 

Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte, cronista oficial de Telde, Hijo Predilecto de esta ciudad y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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