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San Francisco de Asís/Multimedia. San Francisco de Asís/Multimedia.

Los animalitos de San Francisco de Asís

direojed Jueves, 17 de Marzo de 2022 Tiempo de lectura:

Era San Francisco en su juventud muchacho de vida alocada. Su biografía reseña las múltiples ocasiones en que tiró por tierra todas las ilusiones que de él tenía su progenitor. Éste último, afamado comerciante de la ciudad de Asís, se había especializado en la venta de paños y demás tejidos. Su área mercantil, en un principio reducida a las comarcas más o menos cercanas, con el tiempo la extendió a otros lugares, llegando según parece al propio territorio francés. Ese ir y venir a los dominios de los francos, posiblemente dio nombre a su propio hijo, conocido por todos como Francisco.

 

Cuenta la historia del futuro Santo, que no pudiendo su padre realizar viajes de larga duración por tener que atender otros asuntos más domésticos, envió a su hijo como delegado suyo. Es entonces, cuando el joven vende cuanta mercancía había transportado, pero a la hora de regresar con la bolsa llena de monedas, se entretiene en demasía visitando tabernas y mancebías.

 

Cuando llega a Asís, se presenta ante su padre que como es lógico le pide cuenta de todo lo acontecido, y seguidamente se lleva el gran disgusto de su vida, al comprobar que su hijo ha despilfarrado todo el dinero ganado en tierras extrañas. Queriendo darle un escarmiento, lo lleva ante el tribunal de la ciudad, constituido en una de sus plazas públicas. Allí expone a los jueces todas las tropelías llevadas a cabo por su vástago y éste en una reacción inesperada, se desprende de todos sus ropajes, quedando completamente desnudo.

 

Así, quiso Francisco demostrar que nada tenía que agradecer al severo padre, que tan dura y públicamente lo acusaba. En ese mismo instante, pensó que no deseaba tener por padre a un ser que llegaba a tal extremo, siendo preferible tener a Aquel Otro, que siempre estaba dispuesto a perdonar. Ante el escándalo de la desnudez de aquél, el Obispo de Asís se desprendió de su capa pluvial y se la lanzó para que, con ella, se cubriese de forma inmediata. El joven envolviéndose en dicha prenda, salió corriendo hacia la salida de la ciudad y cuando había traspasado el umbral de la puerta urbana, vio como un pobre enfermo yacía recostado a un lado de la misma. Éste se encontraba aterido de frío y con múltiples llagas y heridas que varios canes lamían con ahínco. Ante tal visión, el corazón de Francisco no pudo resistir la llamada de la caridad y en gesto generoso entregó aquella capa, que hacía sólo unos instantes, cubría su desnudo cuerpo.

 

Siguió su camino hasta llegar a unas huertas, no muy lejos de las murallas de su ciudad natal. En las ruinas de una antigua ermita, se guareció del frío y de la noche que se le echaba encima.

 

Amplían sus biógrafos la escena con el siguiente relato: Las fiebres se hicieron con Francisco que en un rincón de la ruinosa estancia temblaba. En la madrugada oyó una voz, que no podía dilucidar si era interior o exterior a él, que le decía ¡Francisco, reconstruye mi Iglesia! El joven se levantó y queriendo cumplir con el mandato, comenzó a poner piedra sobre piedra y canto junto a canto, queriendo reedificar el pequeño templo, que ahora le servía de hogar. Pero muy pronto acudió a él aquella voz. Y una vez y otra también, le fue dictando una forma de vida basada en la imitación total y absoluta a la de Jesucristo. Lo que empezó como una actitud individual, pronto prendió en otros corazones, tanto de hombres como de mujeres, y así nació la Orden Franciscana, que pronto se manifestó de tres maneras: La llamada Orden Primera para religiosos masculinos, la Segunda, específica para mujeres que pronto se les llamaría Clarisas por su fundadora Santa Clara de Asís. Y la Tercera, que servía para que los seglares varones y hembras pudieran seguir con su vida ordinaria, pero imitando al futuro San Francisco de Asís. Entonces fue cuando verdaderamente comprendió la profundidad y largueza del Mensaje Divino: La reconstrucción de la Iglesia no era física, sino espiritual.

 

Era Francisco hombre extraordinariamente empático con la Naturaleza, de ahí que se le considere Patrono de los movimientos ecologistas y naturalistas.

 

Un día, estaba nuestro fraile predicando la grandeza del Reino de los Cielos, cuando se dio cuenta que nadie le prestaba atención. Dando la espalda a aquellos hombres y mujeres tan poco sensibles a las Verdades de Dios, Francisco siguió predicando a cuantos animales (Aves, mamíferos y reptiles) había en aquel lugar. En clara señal de que la Creación toda es digna de recibir el mensaje del Evangelio. Es archiconocida la oración que el Pobre de Asís enseñó a sus seguidores y que está dedicada al Hermano Lobo y a la Hermana Luna, canto espiritual a la Naturaleza como espejo de la Creación Divina.

 

Llegados aquí, el Cronista que ésto suscribe quiere contar un hecho no menos cierto, que ocurrió en la Ciudad de Telde, lugar en el que la Historia nos habla en cada rincón.

 

Hace ahora algo más de una treintena de años, a un niño de corta edad, su profesor le mandó un trabajo de Ciencias Naturales. No sólo a él, sino a los casi cincuenta alumnos del aula. Según el maestro, todos ellos debían redactar en al menos folio y medio un texto, en dónde presentaran un listado más o menos amplio, de los animales que habitualmente encontraban cerca de sus casas.

El niño en cuestión vivía en San Francisco, también conocido por el Altozano de Santa María de La Antigua, junto al de San Juan, ambos componentes de la Zona Fundacional de la Ciudad de Telde. Dada las características de su barrio lo que para otros suponía un verdadero reto para él sería pan comido.

 

Comenzó su relato describiendo el paisaje urbano de casas blancas, la mayor parte de ellas con patios interiores, techumbres de tejas árabes a dos aguas las que más y otras de simples azoteas planas. Todas ellas se levantaban a ambos lados de calles empedradas con guijarros de barranco (Piedras vivas), Éstas llevaban nombres tan comunes como sonoros: Carreñas, Tres Casa (Curioso, pero sin S al final. Así al menos está rotulada), Altozano, La Fuente, Callejón de Fray Juan de Matos, Huerta, Baladero o Bailadero, Santa María, San Francisco, Montañeta, Altillo, San Sebastián, Inés Chimida…

 

Éste entramado de calles y callejones limitaba al noroeste con una gran finca, junto al Barranco Real, llamada de Santa María. Al sur con otra de más reducidas dimensiones que se conocía por La Saturna. Y por los lados este y norte, la hoy nombrada como Finca de Las Monjas, antiguamente del Vallecillo de la Fuente, aunque hubo un momento en el que le llamaron del Bailadero de Las Brujas y también Hoya de San Pedro Mártir.

 

El aplicado alumno contaba con sólo unos ocho años, pero a pesar de su corta edad, se expresaba por escrito y oralmente de forma extraordinaria. Ya entonces, iba ganando fama de mente despierta y algo soñadora. En una libretilla y valiéndose de un corto lápiz, comenzó a escribir un primer listado sobre los insectos y demás animales que veía a diario: Primeramente, se fijó en los insectos tales como: Las hormigas, escarabajos, lombrices, mariquitas, cucarachas, gusanos de todo tipo, abejas, avispas, moscas y mosquitos, caballitos del diablo (Libélulas), mariposas y polillas, ciempiés, orugas y bichos de parra. Después siguió con: Lagartos y lisas, sapos y ranas, renacuajos, además de perenquenes. Más tarde su vista y su memoria voló por los aires junto a pájaros palmeros o cholidos, alpispas, capirotes, mirlos, canarios del monte, palomas, tórtolas, apupús (También conocidas como abubillas), cernícalos, lechuzas, y alguna que otra estacional garza blanca.

 

Acercándose a los estanques divisó carpas multicolores y deslizándose sobre las aguas allí contenidas, patos comunes y otros de los denominados africanos. Ya en el interior de las fincas se encontró con gatos, perros, vacas, toros, cabras, ovejas y cerdos… También, como no, con conejos, curieles (Conejillos de India), hurones (Verdaderos especialistas de la caza), gallinas blancas, negras, canelas (Marrones), y también variopintas. En una vieja casona abandonada oyó el cacarear de una multitud de gallos de pelea. Allí los tenían de todas las edades y el lugar se conocía como la gallera, aunque había sido la casa de doña Abigail, y antes, lugar de nacimiento de los hermanos Navarro Ruíz, don Carlos Evangelista y don Eusebio, patriotas grancanarios. Alguna vez que otra, había visto corretear junto a tapias y paredes de su barrio a algún que otro travieso y juguetón ratoncillo de campo. Sus vecinos se habían quejado, en repetidas ocasiones, por ver grandes ratas que caminaban sigilosamente bajo la impunidad dada por las frondosas buganvillas. El niño las había sentido, pero jamás las había visto.

 

Llegado a su casa, preparó dos folios blancos y una matriz de folio rayado, con el fin de no torcer su escritura. Así se dispuso a redactarlo todo. Con verdadera pasión fue describiendo todo lo visto y sentido. A la mañana siguiente, sintiéndose orgulloso de su trabajo, fue el primero en entregarlo.

 

Pasado unos días, el profesor fue devolviendo las redacciones a sus autores, haciendo comentarios de cada una de ellas. Cuando llegó al niño de San Francisco, con cierta sorna o mofa, le espetó que más que un barrio, el suyo parecía el Arca de Noé. Y no contento con esta lección antipedagógica, lo tachó de mentiroso. El niño, al fin y al cabo es lo que era, como hemos dicho sólo contaba con ocho años escasos, sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas y al no poderlas contener, éstas se precipitaban sobre su acongojado rostro.

 

Al llegar a su casa por la tarde, su padre que bien lo conocía, le preguntó que qué le pasaba, y él con su angelical expresión, comenzó a explicar lo sucedido en la clase de Ciencias Naturales. Su progenitor, al tiempo que le pasaba un brazo sobre sus hombros, le dijo: Entre tú y yo va a quedar ésto que te voy a decir: Vamos a invitar a tu profesor a ver el Arca de Noé. Y cuando el padre le guiñó un ojo, ambos se echaron a reír.

 

Al día siguiente, padre e hijo se entrevistaron brevemente con el docente y lo convidaron a desayunar chocolate con churros para animarlo a venir a dar una vuelta por el Barrio de San Francisco, tan señero como coqueto e intimista. Con maestría, los dos vecinos del lugar fueron mostrando las tortuosas y empedradas calles del otrora Altozano de San Francisco, recalando en cuantos animalillos se encontraban a la vista. Terminado el tour, ambos dejaron caer la siguiente pregunta ¿Es o no es cierto que en pocos lugares se puede ver tanta fauna silvestre y doméstica como en este barrio? Y el profesor, ruborizado en cuello, cara y orejas, tuvo que reconocer que no había sido una exageración, ni menos una mentira, lo que su alumno había puesto en aquella redacción.

El lunes siguiente, tuvo la gallardía de reconocer su grave fallo ante toda la clase. Convirtiendo la inicial calificación de cero en un sobresaliente diez.

 

Pasado los años, tenemos que lamentarnos porque ya el conjunto Histórico Artístico de San Francisco no es el mismo de entonces. Los ricos y frondosos platanales se han secado. Los animales que, en forma de insectos, anfibios, peces y mamíferos, que aquí vivían han disminuido de forma drástica y, si algunos han aumentado en número y tamaño son las cucarachas y las ratas, que, ante el abandono de campos, huertas y fincas, así como por el nulo control de plagas, aparecen con cierta frecuencia en los lugares menos sospechados.

 

A pesar de todo, San Francisco de Telde sigue siendo una joya de nuestra Arquitectura Popular, y con poco, si algunos quisieran, se podría ofrecer como un gran museo al aire libre. El primer esfuerzo lo ha hecho la Concejalía de Turismo con la estratégica colocación de bellísimos paneles explicativos y demás señalética. Ahora la Delegación de Alumbrado Público se ha empeñado en una laudable política de restauración y mejora de nuestras múltiples luminarias y la Concejalía de Parques y Jardines, por fin, ha actuado de manera más que plausible en la poda de árboles, palmeras y más de una enredadera. Desde Patrimonio Cultural del Cabildo nos dicen que en sus presupuestos para este año están contemplados unos dineros que deben ser invertidos en la desinfección total de la Iglesia Conventual, hoy francamente dañada por la acción de la carcoma (Xilófagos). Y aunque tengamos que lamentar algunos actos vandálicos; no es menos cierto que muchos somos los comprometidos con el presente y el futuro de este espacio vital, único en el Archipiélago.

 

Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte, cronista oficial de Telde, Hijo Predilecto de esta ciudad y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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