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El papa Clemente VI dictó varias bulas en su afán de evangelizar Canarias, pero fracasó (Foto TA) El papa Clemente VI dictó varias bulas en su afán de evangelizar Canarias, pero fracasó (Foto TA)

Los mallorquines y el fallido Obispado de Telde (I)

Clemente VI, que nombró a Luis de la Cerda príncipe de Canarias, pero nunca vino a las Islas, impulsó la llegada de los misioneros

direojed Domingo, 18 de Marzo de 2018 Tiempo de lectura:

Después de la arribada del genovés Lancelotto Malocello en 1312 pero antes del inicio de lo que se denomina Conquista señorial de Canarias, que se inicia en 1402, no fueron pocos los que echaron el ojo a unas Islas que habían vuelto a ser objeto de codicia de las potencias europeas.

 

Durante todo el siglo XIV se suceden expediciones e intentonas de los citados genoveses, castellanos, portugueses y aragoneses.

 

Hoy nos ocuparemos de una invasión ficticia y dos tentativas fallidas, una por parte de los navegantes mallorquines y otra de carácter religiosa, con el efímero Obispado de Telde. Si no cuajaron fue por los aborígenes, que bien fuera por vía pacífica, bien por la militar, terminaron por frustrar ambas.

 

Si Juba II de Mauritania fue el primero al que puede considerarse como rey de Canarias, el primer príncipe soberano fue un bisnieto del castellano Alfonso X y del francés Luis II.

 

Se llamaba Luis de la Cerda, pero lo llamaban Luis de España. Nacido en algún lugar de Francia allá por 1291 y muerto en el mismo país (Lamotte du Rhône), el 5 de julio de 1348, fue el primer conde de Talmont en 1338 y de Clermont, almirante de Francia (1340-1341) y señor de Deza y Enciso.

 

Por una bula (Tue devotionis sinceritas) del papa Clemente VI, fue nombrado el 15 de noviembre de 1344 príncipe soberano de las Islas Afortunadas, pero nunca apareció por estos lares ya que no cumplió con el compromiso de conquistar las Islas ni de ayudar económicamente a su evangelización.

 

Hasta en Wikipedia se puede encontrar este párrafo de la bula en cuestión: “Y para que por tal concesión nuestra resultéis insigne por título de mejor dignidad, a ti, con la autoridad referida, con el consejo y ascenso de los hermanos mismos, constituimos príncipe de las dichas islas, las cuales, además, decidimos que hayan de ser principado y el mismo sea denominado de Fortuna, imponiendo en tu cabeza por nuestras manos, la corona áurea en signo de la dignidad adquirida del dicho principado y en aumento de tu honor…”.

 

Fueron los imprescindibles Leonardo Torriani y Juan de Abreu Galindo quienes nos transmiten los recuerdos que perduraron del arribo de dos navíos con expedicionarios mallorquines en la playa de Melenara (Gran Canaria) y la captura por los aborígenes de la mayoría de ellos.

 

Cuenta un impagable trabajo recopilatoria de Julio Sánchez Rodríguez que los mallorquines cautivos hallaron en los canarios “humanidad y buena voluntad; y se entendieron con ellos tan prudentemente, que vivieron junto con ellos casi como si fuesen naturales, y más que unos amigos de fuera. Tuvieron de ellos tierras y ganados y mujeres, con las que se casaron y tuvieron hijos. Entre ellos había dos frailes, al parecer agustinos según Marín y Cubas, que son los primeros misioneros cristianos de los que se tiene noticia sobre su llegada al Archipiélago.

 

Por mucho que le fallara Luis de España, Clemente VI tenía a Canarias en el horizonte y aprobó otra bula (Dum Diligenter) el 15 de mayo de 1351, en lo que supone el primer proyecto exclusivamente evangelizador de las Islas, con los mallorquines Juan Doria y Jaime Segarra al frente, y el inicio del efímero obispado de Telde.

 

Gracias al respaldo inmediato del rey aragonés Pedro IV, hacia Gran Canaria partieron en junio, con Doria y Segarra, unos treinta frailes, a los que acompañaban una docena de aborígenes canarios capturados en expediciones anteriores.

 

El 7 de noviembre del mismo año, Clemente VI creó el Obispado de la Fortuna (luego de Telde), designando como primer obispo al carmelita Bernardo Font.

 

Texto: Tinerfe Fumero/Diario de Avisos.

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